San Bartolomé de Tirajana

Un canódromo sin perros y en ruinas en Playa del Inglés

La parcela donde a mediados de los 80 se celebraban carreras de canes está en desuso desde febrero de 1986, ocupada, con basura y en condiciones insalubres

Cuando solo tenía 17 años, Juan Segura, hoy vecino de Bellavista, salía del hotel donde trabajaba y se acercaba hasta el canódromo de Playa del Inglés para contemplar las carreras de perros «cuando todavía en la zona había muchos tomateros». Por entonces, a principios - mediados de la década de los 80, estas instalaciones fueron todo un atractivo para los visitantes extranjeros y para la afición de los galgos de la capital. Pero hoy, aquellas instalaciones punteras en el Sur, cerradas el 5 de febrero de 1986, están convertidas en un edificio en ruinas, ocupado por varias personas, rodeado por una parcela llena de basura y en condiciones de insalubridad que, según los vecinos de la zona, provoca un importante daño social pues en los alrededores viven cientos de personas, se han realizado importantes inversiones empresariales y a apenas 500 metros están los primeros hoteles y el edificio está a la vista de los turistas. Los vecinos reclaman su demolición.

Estado en que se encuentra el canódromo de Playa del Inglés.

Estado en que se encuentra el canódromo de Playa del Inglés. / Juan Castro

«El canódromo atraía a mucha gente de otras zonas y fue una bomba para Playa del Inglés, pero ahora está hecho un desastre y la zona da verdadero asco», señala Juan Segura. Es testigo directo de cómo la suciedad, la basura y los escombros han ido aumentando en los últimos años en torno a este edificio en mal estado, y con ello la presencia de ratas, gatos y palomas, pues su vivienda se encuentra en el primer bloque de edificios que dan hacia el canódromo. «Desde mi ventana veo las ratas correr por todo el terreno, que está hecho una porquería», sostiene. Este vecino se queja además de que, en ocasiones, cuando hay indigentes que se cobijan del frío en las antiguas perreras que se encuentran en los exteriores del edificio, hacen fogatas para protegerse de frío y el humo entra a su casa por sus ventanas. «Insoportable», lamenta, «si la propiedad o las administraciones públicas tuvieran un poco de corazón, tirarían ese edificio a abajo».

La degradación del canódromo y su entorno está a pocos metros de la zona residencial y turística

Aquel canódromo rebosante de actividad de principios de los 80 inició su declive cuando las intenciones de su promotor, José A. Jorge Fierro, de construir un Palacio de Carreras se toparon con las reticencias del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, que por aquella época obstaculizó distintos proyectos de mejora de la zona. El propio Fierro explicó tiempo atrás que el trámite de la licencia había sido denegado por el Pleno del Cabildo por el voto en contra del alcalde sureño, pero aprobado posteriormente por la comisión provincial de Urbanismo, lo que permitió realizar una campaña de suscripción pública que logró que más de 1.000 socios ingresasen su dinero en el banco con el compromiso de que las obras comenzasen antes del 1 de enero de 1986. Pero en octubre de 1985, expuso Jorge Fierro, el Consistorio mandó al BOP el acuerdo para declarar zona rústica el suelo destinado a la ampliación del canódromo en el barranco de El Veril, lo que implicaba que la respuesta a los recursos sería posterior al 1 de enero de 1986. La propiedad decidió devolver el dinero a los socios y cerrar las instalaciones.

Habitado

Años después, en 1998, la propiedad pidió licencia municipal para construir un centro deportivo, pero hubo silencio administrativo y la empresa recurrió a la justicia, con recursos del Ayuntamiento incluidos. En 2007 el Tribunal Supremo le reconoció a la empresa la licencia concedida por silencio administrativo y ésta presenta ante el Consistorio el proyecto de inicio de las obras, cuya licencia aprueba dos años después, cuando el proyecto era inviable pues ya el Cabildo había aprobado el primer plan del tren del sur, que por entonces pasaba por los terrenos del canódromo.

Entre todo el recorrido administrativo y judicial, los terrenos del canódromo llevan casi 40 años sin actividad. E incluso de sus ventanas cuelgan varios carteles de se vende. El edificio está ahora ocupado por al menos tres personas, dos mujeres y un hombre, Alejandro S., quien dice ser «amigo de Fierro» y el que le «cuida la finca». De origen madrileño, Alejandro llegó al edificio hace 13 años por problemas económicos. Primero llegó a la zona baja de la parcela, a una caseta en la que criaba gatos, pero luego se metió en el edificio, lo cerró con pedazos de madera provenientes de muebles, puertas y ventanas y hasta ha puesto una alarma. «A Fierro no le importaba», sostiene, al tiempo que explica que está «esperando una ayuda del SEPE».

Alejan dro S., el hombre que ha hecho de una parte del canódromo su vivienda.

Alejan dro S., el hombre que ha hecho de una parte del canódromo su vivienda. / Juan Castro

Alejandro vive acompañado de un perro y ha hecho de este espacio su vivienda. No tiene agua potable y recurre a las garrafas para ducharse, pero sí tiene una placa solar con la que obtiene luz y una cocina con bombona, y hace poco le regalaron una cocina con horno que espera poder conectar. «Voy prosperando», comenta entre risas. «Para las personas que no deseamos más de lo necesario es un privilegio estar aquí», relata, «aquí no hay peligro ninguno».

Hartazgo vecinal

No permite acceder al interior por «vergüenza», pero afirma que no tiene basura y que lo tiene todo limpio aunque desordenado. Sobre la ingente cantidad de basura y escombros que rodea el edificio, Alejandro culpa a los vecinos.

Sin embargo, vecinos de la zona contradicen esta afirmación y sostienen que «nadie» del lugar ha tirado las colchones, maletas, latas o las numerosas toneladas de escombros que se acumulan en las inmediaciones del canódromo y junto a la acera y la carretera. Varios residentes señalan a pequeñas empresas de construcción que se acercan hasta la zona para deshacerse de estos escombros y ahorrarse las tasas que han de abonar en el punto limpio.

En general, los vecinos de Bellavista están «hartos» de tener en su vista al barranco un mamotreto cerrado desde hace años y en cuyos alrededores se acumula basura, sobre todo en las instalaciones anexas al edificio principal, donde antaño se guardaban a los perros que iban a participar en las carreras. Estas estructuras de bloques están sin techo y en ellas, según refieren algunos vecinos, se cobijan algunas personas sin recursos durante la noche.

En el interior vive un madrileño sin recursos que llegó hace 13 años y dice ser «amigo» de Fierro

Una representante vecinal de la zona, que prefiere obviar su nombre, explica que desde hace años los vecinos han reclamado en varias ocasiones al Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana a que inste a la propiedad a derribar el inmueble y dejar la parcela limpia o elabore un nuevo proyecto, sin éxito. «Solo queremos que se limpie la parcela y se haga algo útil para las personas o un proyecto empresarial, pero ni una cosa ni la otra y cada año que pasa la situación va a peor porque se acumula basura y da una impresión muy fea», sostiene, «si eso se quita, en las inmediaciones se podría construir un parque para los niños, pues solo hay canchas en la zona alta de Bellavista y dos porterías en un suelo de tierra en el barranco, pero aquí nadie quiere hacer nada nunca, nos tienen como un barrio apartado».

La dirigente vecinal alerta de que la cantidad de basura y pequeños animales que comienzan a acumularse en la zona «puede acabar creando un problema de salud pública» y confía en que la próxima construcción del Siam Park, para el que el Gobierno de Canarias está redactando el Plan de Modernización de El Veril, pueda impulsar la demolición de este edificio y mejore todo el entorno.

La zona de las perreras, al fondo y escombros tirados en la parcela.

La zona de las perreras, al fondo y escombros tirados en la parcela. / Juan Castro

Esta vecina afirma que las personas que en ocasiones duermen en la zona de las perreras y las que están dentro del canódromo no causan molestias a los residentes de Bellavista, salvo algún problema aislado en estas casi cuatro décadas con quienes han ido ocupando las instalaciones anexas.

Otra residente en Bellavista considera que la permanencia del canódromo solo «perpetúa una imagen de degradación cada vez mayor» junto a la zona residencial y sobre todo hotelera. «Estamos en la zona turística por excelencia y nadie hace nada por adecentar esto», lamenta. Otra vecina que la acompaña añade: «damos una imagen tercermundista; si las administraciones pagan a cuadrillas para limpiar algunos espacios naturales, aquí también podrían enviar a los trabajadores».

Imagen turística

La situación en que se encuentra el canódromo y la parcela que lo circunda, aunque una parte está cubierta por una gran arboleda, no escapa a la vista de las decenas de turistas que cada día cruzan la Avenida de la Unión Europea por el paso elevado para ir a un supermercado de Bellavista y transitan a pocos metros del inmueble. Y la estampa siempre es la misma: cuando caminan por un sendero de tierra anexo y pasan por delante giran la cabeza hacia el edificio, paran unos minutos y lo observan. Sus caras lo dicen todo.

Para resignación de los vecinos, no hay visos de que el edificio vaya a ser demolido por ahora. «Con los árboles, la vista pasa desapercibida cuando llegas desde Las Palmas de Gran Canaria por la GC-1», recuerda el vecino Juan Segura, aquel que desde su ventana ya no ve carreras de perros sino de ratas por el terreno, «pero esto es un peligro, porque a veces hay niños jugando en la zona y no está vallada».

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