Entrevista | Pepita Saavedra Sánchez Empresaria de Mogán

«Yo idiomas no hablo mucho, pero no hay turista al que no entienda»

Pepita Saavedra, empresaria en activo más longeva de Mogán, ayer en su minimercado del Puerto de Mogán.

Pepita Saavedra, empresaria en activo más longeva de Mogán, ayer en su minimercado del Puerto de Mogán. / Andrés Cruz

El 5 de mayo Josefa Saavedra Sánchez (Mogán, 1941), conocida como Pepita, cumplirá 82 años y ya piensa en retirarse por insistencia de sus hijos, aunque su ilusión es trabajar hasta los 90 años. Ha tenido varios negocios y desde 1980 regenta el Minimercado Venecia, el primero que se abrió en el puerto. Y allí sigue en la cocina del área de comidas preparadas. El Ayuntamiento la reconoce como la empresaria en activo más longeva de Mogán.

A sus casi 82 años ha sido reconocida por ser la empresaria en activo más longeva del municipio. Revéleme el secreto de su energía porque yo soy joven y parece que mi jubilación va para largo.

(Ríe) Mire, a mi me gusta mucho trabajar y el día que libro, me aburro. Aunque tengo pájaros y plantas, eso no me llena; lo que me llena es llegar a mi negocio, hablar con los clientes y que me digan lo buenos que están uno y otro plato. Me da que cuando me jubile voy a pasar una vejez muy mala, porque yo ahora mismo firmaría para jubilarme con 90 años; yo quisiera morirme en mi negocio, pero mis hijos no quieren y no me lo van a permitir, así que les voy a hacer el gusto. ¿El secreto? Tener salud y poner amor en todo lo que haces.

Pepita Saavedra, empresaria en activo más longeva de Mogán.

Pepita Saavedra, empresaria en activo más longeva de Mogán. / Andrés Cruz

Arrancó en el mundo de los negocios con 25 años, ¿cómo fueron sus inicios?

Cuando era joven y vivía con mis padres era profesora de bordado y costura y enseñaba a niñas, pero cuando me casé en 1966 mi marido tenía el quiosco de la plaza de Sarmiento y Coto del pueblo de Mogán y lo ayudaba haciéndole las tapas para el negocio. A mi me encantaba estar allí y a los clientes les gustaba que fuese porque así había variedad de platos. Después los negocios fueron creciendo y mi marido montó una carnicería y una mercería, y también vendíamos material y uniformes del colegio para los niños del municipio. Llegamos a tener hasta una funeraria y cuando mi marido no estaba los servicios los hacía yo; y oiga, eran completos porque igual que amortajaba un cuerpo le hacía un caldo a los familiares del difunto.

Con las dificultades que se pasaban en una zona como Mogán en aquella época, donde todavía no había despuntado el turismo, ¿cómo se mantenían esos negocios?¿Cómo pagaba la gente? A veces fiaba, imagino.

Antes las familias de Mogán pescaban, tenían berenjenas o tomates, y con eso iban pagándonos. Pero puedo decir con la boca bien grande que mi marido llegó a salir a vender y volvía a casa sin un duro en el bolsillo porque todo el dinero se lo dejaba a la gente que le compraba hasta la siguiente semana porque no les alcanzaba. Fiábamos porque en ese momento a nosotros nos iba mejor y gracias a eso mucha gente pudo salir adelante. Hubo quien nunca pagó lo que debía, pero yo no reprocho nada a nadie porque he podido llegar hasta hoy bien, sana y no me hace falta ese dinero para nada. Es una ayuda a los vecinos y con eso me quedo satisfecha. Dios sabrá valorarlo.

«Yo firmaría por jubilarme con 90 años, pero mis hijos no quieren y voy a hacerles el gusto»

Un quiosco, una carnicería, una mercería y venta ambulante. Pero esos negocios se les hicieron poco y dieron el salto a Playa de Mogán. ¿Cuándo y por qué?

Un día le dije a un primo hermano mío que en el puerto de Mogán se vendía un solar y que quería comprarlo para montar un supermercado. Me acompañó a verlo y me dijo que no me lo pensara y en 1980 monté el primer supermercado de esta zona. No es donde ahora está ubicado el Minimercado Venecia, sino un poco más arriba, donde tengo unos apartamentos y tenía un negocio debajo. Pero llegó una crisis y vendí el local y compré otro aquí en primera línea del puerto de Mogán, donde llevo 30 años. Estoy muy contenta porque trabajo mucho.

¿Cómo recuerda el Mogán de aquella época?

Tener los negocios en Mogán era bonito porque trabajaba con la gente del pueblo. Recuerdo que si alguien dejaba una bolsa con dinero en el suelo nadie se la llevaba. Respeto mucho a mi pueblo y quiero a mi gente con locura, pero yo el corazón lo tengo aquí en la playa y el puerto, porque me gusta mucho hablar con gente que no conozco y que me trasmita su cultura. Los turistas son quienes nos mantienen vivos y si los tratas bien son lo mejor de lo mejor y tienes clientes fieles cuando vienen de vacaciones.

Lleva más de 40 años trabajando en esta zona, ¿chapurrea idiomas?

Qué va. Realmente idiomas no hablo mucho, pero no hay turista que me diga una palabra y yo no lo entienda. Yo no sé como lo hago, pero me da que tengo un don para comunicarme.

Tiene tres hijos. ¿Cómo se combinaban tantos negocios con la crianza de tres chiquillos?

El amor más grande que puede tener una mujer es la alegría por ver progresar a sus hijos. Cuando eran pequeños y yo estaba en el negocio, había una persona que los cuidaba en casa, pero yo siempre salía de la tienda y me iba a almorzar con ellos y mi marido. Recuerdo que cuando llegaba a casa le decía a la chica que pusiera la mesa y yo en un momentito, en cinco minutos, hacía la comida. Yo conciliaba muy bien, y gracias a mi trabajo hoy dos de ellos tienen carreras y otro empleo, y están muy bien educados. Me puedo retirar y decir que al marcharme mis hijos se quedarán bien.

Pepita Saavedra, empresaria en activo más longeva de Mogán.

Pepita Saavedra, empresaria en activo más longeva de Mogán. / Andrés Cruz

Usted sigue trabajando en la cocina, sacando para afuera paellas, tortillas, ensaladas o fruta cortada. Pero es que además se sigue levantando a las 03.00 horas los días que va al mercado. Menuda energía.

Anoche [por el martes] me acosté a las 23.00 horas porque estaba viendo Supervivientes y metieron a la querida de un concursante que le ponía los cuernos a su mujer, y eso me hizo mucha gracia y me acosté tarde [ríe] y me desperté temprano para ir al Mercalaspalmas a buscar la mercancía. Yo tengo casi 82 años en el DNI pero en la mente y el cuerpo tengo 50. Me gusta hacerlo para que la gente de hoy aprenda, porque entran por la puerta preguntando cuánto les voy a pagar, pero entran a trabajar y no saben ni lo que es el cilantro.

Y entre tanto trabajo, ¿ha tenido vacaciones?

Por favor no me nombre las vacaciones porque me hace daño (ríe). Mis amigas me preguntan si no salgo de vacaciones, pero es que mis vacaciones son atender a mis clientes y estar yo feliz. Sí he salido alguna vez de vacaciones, pero que no, que no soy yo de dejar de trabajar. Y ojo, que no soy tan bruta como para solo conocer esto, sé que hay otros lugares, pero a mi lo que me gusta es esto y es mi vocación, pero tampoco dejo de ir un día a la piscina o la playa.

«Un primo me acompañó a ver una parcela en el puerto y en 1980 monté el primer supermercado»

¿Cuándo se jubila?

Ahora en junio salimos de vacaciones y ya no sé si volveré.

¿Y qué pasará con los negocios?

Mis hijos no quieren seguir aquí, quieren disfrutar más de la vida, dicen que es muy corta y se quieren marchar. Así que estamos pendientes a ver si encontramos un arrendatario adecuado que sepa llevar el negocio.

¿A qué piensa dedicar su tiempo libre?

Usted no se preocupe que yo la agenda la tengo preparada, que me gusta mucho ir a la piscina y la playa. También me gusta hacer repostería, así que con la misma me pongo a hacer mantecados para venderlos (ríe).

¿Está satisfecha?

Mucho. He tenido mis baches como todo el mundo, pero yo solo me quedo con lo bueno.

¿Qué consejo le da a los jóvenes?

Que aprendan a trabajar y al Gobierno que los enseñe para que no dependan de ayudas.

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