La Culata de Tejeda pone un burro en su vida

El coqueto barrio cumbrero acoge este sábado las bodas de plata de la mayor feria equina de Canarias

Aníbal Vega con dos preciosos ejemplares del Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria de Tejeda.

Aníbal Vega con dos preciosos ejemplares del Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria de Tejeda.

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

La Culata de Tejeda acoge este sábado las bodas de plata de su Feria Equina, la más importante de Canarias. Creada por el entusiasta Fernando Alba y un buen grupo de voluntarios, esta edición promete ser la más numerosa y también la más generosa en premios, con la presencia de unos 40 burros, una quincena de mulos, caballos y algún que otro poni.

El menú del día comienza con la recepción e inscripción que se prolonga hasta las once de la mañana, pero desde primeras horas ya se puede disfrutar de los encantos de los modelos, incluso de los paseos para niños a bordo de un burrito, a lo que se suma una comida de hermandad entre los ganaderos y el público, con carne de cabra, de oveja y unas paellas, sin olvidar el célebre frangollo de Carmita, «que en paz descanse», como subraya Alba.

El postre corre a cargo de «una bandita para celebrar la pequeña rama de La Culata, siempre espectacular bajo El Nublo y La Rana».

Los premios para «los trastorcillos» cubre todas las variantes, con agasajos hasta el quinto premio de cada modalidad, para los dos géneros de burros foráneos, burros majoreros y mulos, mientras que para los «ferraris», es decir, los caballos, se llevarán escarapela hasta los tres primeros puestos.

La cita reunirá en las faldas del Roque Nublo a más de 40 burros y una quincena de mulos

Imposible hablar de la feria sin citar el impagable trajín que lleva detrás en el Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria de Tejeda, que se ubica entre los matos de frutales de los Llanos de la Pez y Pargana, también impulsado por Alba, y que de alguna manera es el gran reservorio de la genética majorera.

Ayer mismo el rebumbio era el de una parva de pollinos con 23 ejemplares y con una historia detrás que incluye la fecha del 5 de abril de 2018, cuando Cumbrecita parió a Esperanza, fruto de la primera inseminación artificial de Canarias, un trabajo que formaba parte del Trabajo de Fin de Grado del veterinario Aníbal Vega y del catedrático de Reproducción Animal y Obstetricia Anselmo Gracia Molina.

Ahí estaba Aníbal, atendiendo a la familia, y luchando codo con codo con Alba con unos precios disparados del menú pollino, que ha pasado de los 0,30 euros a los 0,95, es decir un incremento del 300 y pico por ciento para una especie que también cada día cotiza más entre los isleños.

Y es que muchos de los burros que se crían en Llanos de la Pez son dados en adopción, del orden de hasta cinco ejemplares al año, incluso con ‘exportación’ a Tenerife y La Palma.

Manual de usuario

«Son personas», detalla Aníbal Alba, «que tienen fincas y que quieren mantener limpio el terreno de malas hierbas, además de aprovechar el estiércol más valioso, el de los equinos, por la gran cantidad de contenido en potasio, a lo que se añade, y ahí soy imparcial, lo bonitos que son y lo cariñoso que resultan».

Y para que el que se quiera animar a poner un burro en su vida, el veterinario Aníbal lanza su manual de usuario, en el que detalla que cuidar de uno es «sencillo. Lo único que hay que vigilar con más detalle es su alimentación, porque son animales con un sistema digestivo delicado, que demanda mucho forraje seco y poco grano, sobre todo si son animales que no trabajan, y por tanto no queman grano».

Por ese mismo motivo, «son interesantes para tener el terreno impoluto porque se pasan todo el día limpiando hierba». El mantenimiento es de bajo consumo, con agua a demanda, de unos 10 a 15 litros diarios con un bebedero automático, como consejo, y también son parcos en herraduras, que no llevan, ya que solo requieren de un par de recortes de los cascos al año, además de desparasitar y vacunar una vez cada doce meses.

En cuanto al chalet, hay que prepararle una zona de cuadra totalmente aislada para evitar las moscas, y al contrario que la de los caballos, que suelen ser cerradas, el burro pide un espacio conectado a un poco de terreno delante para moverse a su tino.

Burro bebé en una edición pasada de la Feria de La Culata

Burro bebé en una edición pasada de la Feria de La Culata / Isidoro Jiménez

Con abrigo autoportante

El burro majorero por naturaleza es un superviviente nato, y tiene soluciones para todo. Así, hace crecer el pelo según la zona en donde viva, y es curioso cómo los del norte se dejan melenas frente a los del sur, más parcos en peluca. Igual ocurre durante las estaciones, de más a menos a medida que se aproxima la primavera y el verano.

Las clases para lograr un burro dócil y tranquilo, estado en el que se llega a conseguir un burro bien mimoso, se basan en educarlo quemándole un poco la energía, «como cualquier otro animal», señala Aníbal, «acostumbrándolo a la cabezada, a la correa, amarrándolo y dedicándole cariño y atenciones, lo que incluye algo de picadero si nos pasamos con lo comida, es decir, a razón de lo que quema es lo que echarle de comer».

El Centro de Recuperación de Llanos de La Pez da en adopción cinco ejemplares al año

Hace unos años el burro majorero vivía tiempos precarios en la isla de Gran Canaria, donde a punto estuvo de desaparecer por el paulatino abandono tanto de la ganadería y la agricultura, como del trasiego de arrieros de costa a cumbre y viceversa de productos y tarecos, a lo que se suma su complejidad para reproducirse, ya que desde que una burra queda preñada hasta que da a luz puede alargarse hasta trece meses, y para llegar a la edad reproductiva tienen que pasar tres años, como y pronto, por lo que de una generación a otra, como apunta el veterinario, pasan cuatro años.

Por si fuera poco, y a pesar de que los partos son fáciles, paren de uno en uno, con alguna excepción de gemelos que no resulta muy conveniente. «Si vienen dos, uno de ellos no llega a la otra orilla del río», sentencia Aníbal rodeado de sus 23 preciosas nubes con patas y orejones.

Aníbal Vega con dos preciosos ejemplares del Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria de Tejeda.

Aníbal Vega con dos preciosos ejemplares del Centro de Recuperación y Mejora de la Raza Canaria de Tejeda.

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Fernando Alba y Aníbal Vega sostienen que mantener un burro en condiciones sale más barato aún que un perro. «Con los precios nuevos, el gasto mensual se reducen a unos 60 euros de comida, a lo que hay que añadir los gastos del herrero para cortar los cascos, que son unos 60 a 90 euros al año, la vacunación y desparasitación de entre 80 a 100 euros también al año y poco más». Es decir, mantenimiento de burro eléctrico, comparado con otras mascotas que demandan más mimos del bolsillo, y que han encontrado en los últimos años nuevas ‘profesiones’ de gran éxito como su utilización en las terapias para niños, sobre todo para pequeños con autismo. A ello se añaden las visitas escolares que recibe el Centro de Recuperación de Los Llanos de la Pez, los paseos en burro que ofrece una cuadra en San Bartolomé de Tirajana, o en Agüimes, con ejemplares en la finca La Jaira de Ana también para familiarizar a los escolares en la vida del campo. Además, Alba recuerda que el queso más caro del mundo, el Pule, se elabora con leche de burra de Los Balcanes y cabra.

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