Más de 40 burros, de los que más de la mitad eran de la raza majorera, unas 17 mulas, 14 caballos, y hasta tres ponis participaron este sábado en la Feria Equina de La Culata, en Tejeda. La cita que arrancó en 1998 en este pago de la cumbre grancanaria con la determinación de recuperar al burro de raza isleña, un ejemplar esencial en las tareas agrícolas, y que estaba en peligro de extinción, festejó ayer sus bodas de plata con mucha participación y reparto de premios.
Veinticinco años después, Fernando Alba, impulsor del evento, y fundador del Centro de Recuperación y Mejora de Raza Canaria de Tejeda, destacaba que está convencido de que «el certamen de La Culata se ha convertido en la mejor feria equina de Canarias, superando en participación hasta a la que se celebra en Fuerteventura». A media mañana comentaba que estaba «con la boca abierta de ver a tantas mulas porque no es lo mismo saber que si que las hay, a lograr que sus dueños las hayan movido hasta Tejeda para este certamen».
Aunque no existe un censo de la cabaña de burros de la isla, hay un dato que para Alba se puede usar como referencia para saber cómo se recupera la especie, y es que desde que comenzaron con el Centro de Recuperación han nacido unos 9 o 10 burros al año, por lo que si se hacen cuentas en este cuarto de siglo ya se puede hablar de unos 280. Gracias a este trabajo que ha incluido la primera inseminación artificial de la historia de Canarias, ya se puede decir que estos descendientes directos de la cebra, de cabeza grande, cuerpo bajo, y pelo corto, empiezan a verse más por el campo.
A la feria acudió Antonio Domínguez, con burros, mulos y ponis desde Teror. A la vista de que contaba con tanto ejemplar, Isidoro Jiménez, también impulsor de la recuperación de esta raza de equinos, no dudó en ponerlo en contacto con Carmelo Sarmiento, vecino de Tejeda, que tiene mula, pero se quedó sin burros, porque uno falleció y otro se lo dejó a un amigo. Y es que como en todo encuentro de este tipo, además de premios se podía hacer negocio, disfrutar del frangollo, de una paella, y hasta de la música.
Pero la historia de Carmelo Sarmiento merece contarla aparte. A sus setenta y largos años sigue recogiendo almendros secos, con la ayuda de su mula Lupita, para después hacer carbón. Ha participado en todas las Ferias de La Culata sin perderse ni una con Lupita, a la que tiene «tan mimada como a su esposa». Tal es su afán y esmero que su mujer le ha llegado a decir: «parece que quieres más a Lupita que a mí». A lo que él cuenta que responde: «la mula no tiene más dios que su amo».
A Carmelo Sarmiento es fácil encontrarlo por las tierras de Tejeda con su mula, ambos incansables, cortando y partiendo ramas de almendros secos, que luego carga a lomos del equipo para luego hacer carbón, haciendo un hoyo en la tierra.
Prueba de lo bien que ha cuidado a Lupita es que el equino ya ha cumplido los treinta y cinco años y está «radiante». «Le doy todo lo que quiere, le recojo unas hierbas del campo y también come una mezcla de ración que le preparo», asegura.