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Campo ‘revolution’ | La finca que salva el alma

Cabras para una animalada de vida

Anabel Calderín reconvierte en proyecto «educativo y cultural» la finca de su familia en Agüimes

La Jaira de Ana crea también espacios seguros para mujeres víctimas de maltrato

Finca familiar La Jaira de Ana reconvertida en una granja escuela en Agüimes

Finca familiar La Jaira de Ana reconvertida en una granja escuela en Agüimes José Carlos Guerra

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Finca familiar La Jaira de Ana reconvertida en una granja escuela en Agüimes Miguel Ayala

Anabel Calderín tiene en la cabra una aliada de vida pero no lo supo hasta hace tres años. La responsable de La Jaira de Ana, una finca de Agüimes reconvertida en proyecto social, cultural y educativo, decidió en 2020 combinar su profesión como trabajadora social con la actividad ganadera de su familia creando un lugar en el que actualmente, entre otros, se generan «espacios seguros», dice, para que mujeres víctimas de maltrato pueden desarrollar una relación sana con sus hijos en un entorno natural, iniciativa que ha llamado la atención de la Unión Europea y el Gobierno de Canarias porque además de ofrecer ese tipo de atención la muchacha apoya en su negocio los productos de km 0, apuesta por animales autóctonos, elabora quesos... «Esto no es un zoo para ver animalitos», aclara.

Pero todo empezó por una cabra que los padres de Anabel compran cuando al hermano de la joven, siendo un niño, le detectan intolerancia a la proteina de la leche que, sin embargo, una baifa no genera.

Aquel animal que ‘amamantó’ la infancia y la adolescencia de su deudo «se llamaba Carmela Camela Canela y nos llegó procedente de una finca dedicada a rehabilitar a toxicómanos», recuerda esta grancanaria de 30 años sobre el germen de lo que con los años se convertiría en el negocio de 20.000 metros cuadrados de superficie que actualmente dirige a tan sólo 10 minutos del pueblo de Agüimes. «Mis padres compraron los terrenos hace años y fueron construyendo poco a poco la casa, adquiriendo más animales, elaborando quesos... Todo muy vinculado siempre a las tradiciones de Canarias», añade esta trabajadora social.

La Unión Europea y el Gobierno canario se han interesado por este proyecto de la trabajadora social

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Anabel Calderín confiesa que «fue tras un accidente de tráfico» cuando decidió dar un giro a su vida. «Ahí decidí cambiarlo todo», admitía este viernes. Así, La Jaira de Ana es un proyecto familiar nacido en el año 2002, que comienza a tomar forma varios años después para dar cabida a este nueva iniativa emprendedora agropecuario, cuyo principal objetivo inicialmente era el de «ofrecer un espacio en un entorno rural que visibilice la importancia del sector primario para la cultura y sociedad canarias a través de experiencias participativas y talleres medioambientales, además de dar valor a los productos locales mediante degustaciones, catas y venta de productos», explica.

Esa idea inicial va tomando forma para dar lugar a lo que hoy es esta granja escuela tan especial «en la que hemos cuidado hasta el último detalle para crear una alternativa diferente; un lugar de aprendizaje donde grandes y pequeños puedan disfrutar del contacto con la naturaleza en un entorno donde los animales viven en libertad, felices y libres de explotación».

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La finca familiar La Jaira de Ana se reconvierte en una granja escuela en Agüimes

Ovejas canarias, burros, gallinas, conejos y tortugas acompañan en su día a día a Anabel Calderín y su equipo pero las verdaderas estrellas de La Jaira de Ana son Bartolo, Carmita, Josefina de la Torre, Lolita Massieu, Amaltea, Tagoror, Arveja, Calufa, Alcalcancía y Belingo, las cabras y cabrones de una finca que entre sus principales objetivos, casi como lema de la filosofía del negocio, destaca el hacerles comprender a los niños «que la leche no viene del tetrabrick», cuentan en el establecimiento que el viernes tenía entre sus visitantes a un grupo de turistas británicos mayores de edad «con necesidades educativas especiales» que acuden a las instalaciones de Agüimes gracias a Eat that frog, una asociación de Reino Unido que invita a practicar turismo a este segmento de la población.

Volviendo a los niños, La Jaira de Ana destaca sobre todo porque les ofrece «una jornada real» en el medio rural. Es decir, caca de cabra, mosquitas de la uva... Pringue total. «Esta finca no es un parque temático», matiza Anabel mientras en un cartel publicitario se lee: «prohibido no tocar».

«Los chiquillos son los auténticos protagonistas y les hacemos parte activa de acciones que adaptamos, al igual que los talleres, a las necesidades pedagógicas de colegios y asociaciones», aclara sobre el aspecto más social del proyecto.

«Me siento orgullosa de haber podido combinar mi origen con mi profesión», dice Anabel Calderín

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A eso se le suma también la apuesta de esta «niña de campo», según se autodefine Calderín, por el producto de proximidad. «Los productos locales son la asignatura favorita en nuestro espacio a partir de catas y degustaciones personalizadas en cada una de las visitas», añade sobre una actividad que repercute directamente en los comerciantes de la zona que elaboran desde cervezas artesanales a quesos y vinos o envasan miel. «Nuestro principal objetivo es fomentar el contacto colaborativo con el entorno y los animales», dice.

En materia de conservación también tiene un canal para adoptar a una jaira. «El buen cuidado de nuestras jairas y sus baifos, que tengan una alimentación sana y equilibrada... generará que obtengan una excelente calidad en su leche y permitirán contribuir al bienestar físico, emocional y al buen mantenimiento de su hogar», explica sobre esta campaña que busca la empatía de las jóvenes generaciones con la fauna.

–Volviendo a su hermano, el intolerante a la proteína de la leche, ¿colabora él en este proyecto? Se lo pregunto porque todo esto comienza gracias a él.

«¡Qué va!», responde entre risas Anabel Calderín. «Él ahora es ingeniero mecánico», concluye.

Vínculos ajenos a la violencia


«Queremos que ellas y sus hijos e hijas entiendan que hay lugares seguros, ajenos a la violencia, donde poder recuperar los vínculos materno filiales», explica Anabel Calderín sobre el delicado y valorado proyecto de apoyo a mujeres jóvenes víctimas de violencia de género y sus niñas y niños que llevan a cabo en La Jaira de Ana, en Agüimes. «A los niños no hay que explicarles sólo hay que hacérselo sentir», dice sobre la tranquilidad quetransmiten los menores en la finca durante las visitas que realizan con sus madres. «Son situaciones muy difíciles para ellos», cuenta sobre los chiquillos, que en la granja colaboran con sus progenitoras ayudándolas a hacer jabones o elaborando otros productos naturales. «Esto me ha cambiado la vida», admite Anabel. | M. A.


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