Gáldar.
120 años de la llegada del Dr. Rosas
Una comisión del Ayuntamiento de Gáldar acudió en 1904 al puerto de la Luz para recibir al nuevo médico municipal y de todo el noroeste Santiago Rosas Fossas

Con un grupo de sus nietos, el médico catalán arraigado en la ciudad galdense posa un año antes de su muerte en 1951. / La Provincia
En noviembre de 1904 una comisión enviada por el ayuntamiento de Gáldar recibe en el puerto de La Luz, que estaba dando sus primeros pasos como infraestructura portuaria, al nuevo médico municipal de Gáldar, y de facto de toda la zona noroeste de la isla de Gran Canaria, que venía a ocupar la plaza que de manera interina le había adjudicado el ayuntamiento en sesión del 11 de octubre. Se trataba de un jovencísimo medico catalán, años, que iba a iniciar su andadura profesional después de terminar su carrera en la universidad de Barcelona donde había obtenido su título de licenciado en Medicina y Cirugía. En 1907, fue nombrado médico titular municipal, en 1913 médico habilitado de Sanidad Exterior para el puerto de Gáldar (Sardina) y en 1926 fue designado Inspector Municipal de Sanidad.
Santiago Rosas Fossas, que así se llamaba nuestro médico, era natural de la capital catalana donde había nacido en 1882. Sus primeros años los vivió en un país convulso y pobre, amparado por la constitución “alfonsina” de 1876, donde se turnaban en el gobierno conservadores dirigidos por Antonio Cánovas del Castillo y liberales liderados por Práxedes Mateo-Sagasta y Escolar, que procuraban encarar los problemas de las guerras con Cuba y Filipinas, que culminaron con el enfrentamiento con los Estados Unidos de América del nefasto 1898, las escaramuzas con Marruecos, los coletazos de las recientes guerras carlistas, las epidemias y demás desgracias que asolaban a esta nación de cerca de veinte millones de habitantes con fuerte emigración (sí emigración, no inmigración), tasas de analfabetismo que se acercaban al cincuenta por ciento, crecimiento demográfico y económico negativo, un país que estaba viviendo una crisis de decadencia y también de identidad.
Lo que lo trajo hasta las islas Canarias fue una conversación casual de su madre, Josefa Fossas Martí, con unos artesanos vitralistas que acababan de volver a Barcelona tras haber instalado las cristaleras de la iglesia de Gáldar, que sabían que allí andaban buscando médico y que, decían, que les había parecido un lugar acogedor y paradisíaco. Habrá también en la decisión del médico un cierto afán de aventura, entendible siempre en un joven, y es probable que el anterior médico titular de Gáldar, Francisco Samsó, que se había titulado como él en la universidad de Barcelona, le animara a venir.
Santiago Rosas volvió fugazmente a su Cataluña natal para casarse con Rosa Surís Ribas, su novia de toda la vida, con la que tuvo, en diez y nueve años de matrimonio, diez hijos de los que tres niñas murieron prematuramente. Hoy podemos contar más de ciento cincuenta descendientes de esta unión, prácticamente todos ciudadanos de Gran Canaria. Entre ellos hay quince médicos. Es fácil encontrar a un “doctor Rosas” en esta isla.
Gáldar era entonces una población de alrededor de siete mil habitantes, solo la mitad vivía en el casco de la ciudad, con una economía precaria basada en la agricultura y algo de pesca en el puerto de Sardina, artesanía y comercio. La principal infraestructura del municipio era la red de carreteras, que conectaba Gáldar con los demás municipios de la isla.

Santiago Rosas Fossas. / LP/DLP
La tasa de natalidad en Gáldar era alta hacia 1905. Esto se debía a varios factores, como la falta de métodos anticonceptivos y la importancia de la familia en la sociedad tradicional, pero, por contra, la tasa de mortalidad era elevada hacia 1905, debido a enfermedades como la tuberculosis, la neumonía y la diarrea.
A pesar de los desafíos, el crecimiento de la población de Gáldar hacia 1905 y en los años posteriores era un signo de vitalidad y progreso. La ciudad se convirtió en un importante centro agrícola y comercial, y su población continuó creciendo en las décadas siguientes hasta llegar a ser la ciudad pujante que hoy conocemos.
Las facultades de Medicina enseñaban sobre todo la historia natural de las enfermedades. La auténtica tarea del médico era identificar la dolencia del enfermo a través de los síntomas y poder, así, diagnosticar la enfermedad. A partir de ahí formulaba un pronóstico de la evolución del enfermo, recetaba alguna fórmula magistral con remedios naturales o utilizaba los pocos medicamentos que servían para algo como purgantes, enemas, morfina, quinina, aspirina, digitalina, bromuro y algunos otros que hacían más mal que bien: mercurio, arsénico, bismuto y hasta estricnina. Sus útiles eran un estetoscopio, un fonendo, la palpación y la observación. Tenía la capacidad de sedar o anestesiar al paciente para intervenirlo quirúrgicamente, tratarlo de traumatismos, auxiliar en los partos difíciles o curar heridas complicadas. Años más tarde se empezaría con las sulfamidas y, después, con la penicilina con las que se obtendrían, ahora sí, muy buenos resultados. El médico se responsabilizaba del paciente y liberaba a la familia, en lo posible, de la angustia propia del caso.Ciertamente se había avanzado en la profilaxis, la importancia de las medidas higiénicas, la necesidad social, no solo familiar, de atender a todos los enfermos y en la obtención de algunos medicamentos que ayudaban frente a la fiebre o el dolor. Esa fue la vida profesional del doctor Rosas Fossas.
Si le faltaban medios, le sobraba motivación y ganas a don Santiago para encarar su trabajo. Ningún paciente que acudiera a su consulta quedaba sin atender. Con ello se ganó fama de médico competente y, más importante aún, de persona de bien. Y esto lo hizo, cada vez mejorando en los medios y en las formas, durante 45 años, hasta que falleció en 1951. La profesión de médico nunca, ni ahora tampoco, ha sido fácil pero en algunos momentos de esta historia tenía tintes heroicos.
Santiago Rosas vino a Canarias, a Gáldar, para quedarse. Aquí lo acogieron con hospitalidad y cariño y él respondió dejando un recuerdo de buen médico, siempre disponible, para todos sus pacientes.
En la Casa Cachazo y Verde de Aguilar (calle Guillén Morales, Gáldar), se abrirá hoy viernes a las 19 horas una exposición de objetos familiares y profesionales de don Santiago Rosas Fossas. Se han organizado también charlas sobre historia (a cargo del cronista oficial de La Aldea, don Francisco Suárez Moreno, Teatro Consistorial, 8 de octubre a las 19) y medicina (impartida por el doctor don Nicolás Chesa Ponce, día 10, mismo lugar y hora) en los comienzos del siglo XX. Todo ello en reconocimiento de su excelsa y sacrificada dedicación profesional, y para honrar su memoria y la de su malograda esposa.
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