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Días de finados y difuntos

La memoria de quienes siempre están

Los cementerios de la isla se llenan de personas que acuden a honrar a sus seres queridos

Muchos asistentes tienen un especial recuerdo por las víctimas de la Dana

Día de Todos los Santos en los cementerios de San Rafael, Vecindario y en el de Carrizal de Ingenio

LP/DLP

Guardan silencio mientras, a unos metros, observan fijamente el nicho donde desde hace 46 años yacen los restos de su madre y después los de su abuela, en una suerte de jornada de reflexión en la que aprovechan para recordar a los familiares que ya no están. «El mundo del silencio es el mejor de los mundos y es donde mejor se conecta con ellos; más que nada esperamos que estén bien, que ya nosotras vamos aquí escapando como gatas panza arriba», relatan Beatriz y Migdalia García Trujillo, dos hermanas que ayer se acercaron hasta el Cementerio Parroquial de San Rafael Arcángel de Santa Lucía de Tirajana para honrar a sus seres queridos.

Miran la lápida y rezan, pero advierten que ese espacio se ha convertido para ellas en un símbolo para homenajear y recordar también a su padre pese a que su nombre no figura en el mármol. «Es una historia un poco extraña», reconocen, porque su padre falleció hace 13 años y, al estar casado en segundas nupcias, su esposa se quedó con las cenizas y ellas desconocen su paradero. «Así que hemos decidido que para nosotras es como si estuviese aquí, además de en nuestro recuerdo y nuestro corazón», añaden.

Como ellas, miles de personas se acercaron ayer hasta los cementerios de Gran Canaria para tener la oportunidad de homenajear a sus familiares ausentes, aunque siempre presentes en sus recuerdos, y hacerles una ofrenda en forma de arreglo floral por el Día de Todos los Santos. En los camposantos del sureste de la isla se mezclaban quienes consideraban necesario continuar cumpliendo con la tradición de enramar las lápidas de sus difuntos con quienes por primera vez en su vida pisaban un lugar de enterramiento debido a su corta edad. Y de fondo, el luto nacional por las más de 200 víctimas mortales que ha dejado el paso de la Dana por la Península, por lo que muchos de los asistentes tuvieron un especial recuerdo por las personas fallecidas y sus familias, además de por las personas que aún se encuentran desaparecidas.

«También se les hace un homenaje mental a ellos y un envío de fuerzas y energías a todas las personas afectadas y sus familias», cuenta Beatriz, «porque esto solo sería ajeno a las personas insensibles; a nosotros ya nos tocó con el volcán de La Palma».

Para llegar hasta el cementerio de San Rafael se registraron ayer largas colas de vehículos como consecuencia de obras de repavimentación de las carreteras aledañas y también de trabajos de ampliación del camposanto por parte de la Diócesis de Canarias, pero eso no desanimó a que familias enteras se desplazasen hasta allí para visitar a sus seres queridos. Es también el caso de Mónica, Laura y Beatriz Sierra, tres hermanas que, junto a su madre Mari Fernández, acudieron a engalanar el nicho donde reposa el cuerpo de su padre. Minutos antes, sentadas en una mesa habilitada en medio del cementerio, las cuatro mujeres arreglaron los ramos de flores que pondrían a su familiar. Además del día del aniversario del fallecimiento del progenitor, hace ya cinco años, el Día de Todos los Santos es el único en el que las tres hermanas pueden coincidir, aunque acuden por separado durante el resto del año.

Para Mari, la madre, «no es importante venir un día como hoy, sino que lo importante es venir a lo largo de todo el año». «Realmente el día de hoy es el que menos me gusta venir», relata, pero lo hace, más que por una tradición, porque se siente bien y este espacio se convierte para ella en un remanso de paz. «A mi me relaja hablar con mi marido», cuenta del hombre al que conoció cuando apenas tenía 11 años en su Gijón natal, con quien se casó a los 17 y con quien mantuvo 42 años de matrimonio, «es como si él siguiera estando conmigo y yo le sigo contando mis cosas; estuvimos juntos toda una vida». Mari y su marido llegaron a Gran Canaria hace 45 años «a la aventura» y aquí él se formó como mecánico naval y tuvo un taller propio, donde su mujer y una de sus hijas también aprendieron el oficio.

A Mari el cementerio le trasmite tranquilidad, aunque reconoce que le llama mucho la atención la celebración del Día de los Muertos en México, donde se recuerda a los difuntos de una forma más alegre, creando un altar para los ancestros y con una reunión familiar casi festiva. «Un amigo me dice que cuando se muera quiere que le lleve un mariachi, pero yo le digo que está loco», relata con algo de humor.

Día de Todos los Santos en cementerios de Gran Canaria

Día de Todos los Santos en cementerios de Gran Canaria / Juan Carlos Castro. LPR

Limpieza y flores

Por el camposanto santaluceño pasaron también familias como la formada por los hermanos Luz Divina y José Antonio, junto a su madre Antonia, quienes fueron a visitar a su padre y marido, fallecido hace escasamente un año, y a sus abuelos. Con una botella de agua y paño en mano, primero limpiaron la lápida antes de enramarla con lirios y lluvias. «Es una tradición, aunque yo mientras pueda también vengo todos los domingos», señala Antonia, «vengo a decirles que los echo de menos y que me hacen falta, y les traigo unas flores frescas, aunque algo moderado, no un gran ramo».

Para mantener la tradición también asistió al cementerio Juana Armas, a ponerle flores a sus padres, fallecidos en 1988 y 1999. «Desde que era una niña veía cómo mis padres venían al camposanto y yo he seguido haciéndolo», dijo, al tiempo que recordó que en este espacio reposan también los restos de cinco hermanos y tres sobrinos. Optó por poner flores artificiales ante la imposibilidad de ir a menudo a ponerlas frescas y a regarlas «aunque si pudiera las pondrá naturales», apunta esta mujer, quien después de limpiar el granito de la lápida de sus familiares y de colocar el ramo de flores confiesa que se siente «regocijada» haciendo lo que hace, por lo que anima a las nuevas generaciones a continuar con estas costumbres y no olvidar a sus familiares difuntos. «Siento que cumplo con el deber de no olvidarlos», añade.

Si en los cementerios de Santa Lucía de Tirajana se notó la afluencia de personas durante toda la jornada, la situación no fue muy diferente a apenas unos kilómetros. El Cementerio Parroquial de Carrizal, en el municipio de Ingenio, también registró un importante ir y venir de personas para visitar a sus seres queridos e incluso registró un entierro después del mediodía.

Día de Todos los Santos en cementerios de Gran Canaria

Día de Todos los Santos en cementerios de Gran Canaria / Juan Carlos Castro. LPR

Este camposanto fue el escenario que Saori, una joven de apenas 12 años, escogió para estrenarse en sus visitas al cementerio. Lo hico acompañando a sus abuelos a visitar el nicho de su bisabuela, a la que nunca llegó a conocer porque ésta falleció hace 14 años. «La idea de venir fue mía y le pedí a mi abuela si podía acompañarla, porque mis padres me decían que era un lugar triste», cuenta esta adolescente, para quien «es bonito venir a ver a alguien a quien nunca conocí». «Pensé que me iba a encontrar a todo el mundo llorando, pero es todo lo contrario, la gente aquí está más o menos alegre porque se encuentra con los suyos, y eso me choca», asevera, al tiempo que afirma que, en el futuro, ella querrá mantener esta tradición y visitar el cementerio para enramar a sus familiares. Para su abuelo, Francisco Nicolás, Colacho, su nieta vivió una jornada entre la «impresión y la curiosidad».

A pocos metros, Pilar Medina adorna el nicho en el que reposan los restos de su hija Carmen María, fallecida en 2003 con apenas 10 meses de vida como consecuencia de una enfermedad del corazón. Limpia la lápida y la decora con pegatinas de las princesas Disney y con flores y muñecos de color azul, el que fuera el color favorito de su hija. «Hoy es el Día de todos los Santos, y uno no sabe si tiene un santo en la familia, pero yo creo que lo tengo», cuenta emocionada. La misma acción hace por Reyes, cuando le pone a su hija un muñeco junto a la lápida a modo de regalo, e incluso algún familiar le pone un chupachup. «Nació enfermita, pero fueron 10 meses intensos», rememora.

Este cementerio está atendido por Benito Zurita, un joven sepulturero que lleva poco más de cinco años en la profesión, de los cuales lleva tres meses trabajando en este lugar. Le gusta su trabajo, aunque reconoce que debe ser muy comprensivo y diplomático con los familiares. Esa actitud le ha permitido conocer de cerca a las Juana y Natividad Milán Ramírez, dos hermanas que visitan el camposanto hasta cuatro veces por semana y allí pasan todas las horas que permanece abierto desde que hace 41 años falleciese su padre, hace 39 su hermano y hace siete su madre. «Aquí tenemos lo más grande de nuestra vida y cada vez que está abierto nos sentamos al lado, rezamos y les contamos nuestras cosas», explica Juana, «aquí tenemos una paz que se nos acaba de puertas para afuera». Ayer permanecieron desde las 09.00 hasta las 18.00 horas y ni siquiera fueron a comer. Además, acompañan a otras personas en sus duelos, las ayudas a arreglar los ramos e incluso ponen algunas flores a difuntos que no reciben visitas. «Por este cementerio, lo que haga falta, como si hay que arrancar la hierba, por eso no tenemos problema, estos son nuestros seres queridos y nuestro pueblo», sentencian.

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