Teror
Los 50 años del robo que 'evaporó' las joyas de la Virgen del Pino
La patrona fue desposeída de sus más preciadas alhajas durante la noche del 17 de enero de 1975
¿Existe el robo perfecto? Parece ser que sí y tenemos un ejemplo en Teror . ¿Qué pasó con las joyas del Pino? ¿Quiénes fueron los autores? ¿Cómo pudieron entrar y salir sin ser vistos? El robo de las alhajas de la Virgen del Pino en Teror siguen siendo todo un enigma, perpetrado entre la oscuridad y el misterio. El viernes de la semana que viene se cumplen 50 años de un delito sin resolver.
Puede ser considerado el robo perfecto. Al menos así lo ha sido hasta ahora. El viernes de la semana que viene se cumplen 50 años de la sustracción de las joyas de la Virgen del Pino de Teror, que tuvo lugar en la madrugada del 17 de enero de 1975. Las alhajas se evaporaron, ya que nunca se encontraron y menos a los autores. El delito ya ha prescrito, pero el misterio sigue muy vivo en Canarias, sobre todo por el impacto sentimental que dejó entre el pueblo.
«Robo sacrílego en la Basílica de Nuestra Señora del Pino». Titulaba en la edición de ese mismo día Diario de Las Palmas (el periódico se publicaba por las tardes) sobre este asalto a las joyas que estaban depositadas en el camarín de la Virgen y las que llevaba la imagen en el manto rojo de 1767 que lucía esa mañana. Además del valor material, que se cifró en más de 10 millones de pesetas (unos 60.101 euros), la noticia causó un gran impacto emocional y social, que todavía no ha sido olvidado.
El primero en darse cuenta del suceso fue el joven monaguillo de la basílica del Pino, Ángel Ortega Ortega, quien acudía cada mañana a la iglesia para abrir las puertas antes de la misa. Pero ese 17 de enero no iba a ser un día cualquiera.
«Vine hoy a la iglesia a las ocho menos veinticinco de la mañana. Abrí las puertas, toqué el alba y encendí el interior del templo. Abrí las dos puertas de ambos lados, que estaban cerradas con candados. Al venir a abrir el camarín de la Virgen, vi la cuerda que colgaba a un lado del templo y que se podía contemplar desde abajo», señalaba en su momento la primera persona que se percató de que alguien sin permiso había deambulado por el templo esa madrugada.
"Ven urgente"
De inmediato llamó a la casa parroquial en Teror, donde habló con el sacerdote coajutor de la parroquia, Nicolás Monche. «Ven urgente -le dijo-porque se va a quedar asombrado con lo que te vas a encontrar, porque me parece que han entrado a robar a la Virgen». Y así lo hizo.
Una vez en la iglesia, ambos subieron al camarín y descubrieron la gravedad de lo que había ocurrido la noche anterior e, inmediatamente, avisaron a la Guardia Civil del puesto de Teror, relató el monaguillo, tras encontrarse todo revuelto.
Agentes de la Guardia Civil de Teror acudieron a la Basílica, a la que llegaron en torno a las ocho menos cuarto. Luego se personarían en el lugar inspectores de la Brigada de Investigación Criminal de Las Palmas, y miembros de la Comandancia de la Guardia Civil de la capital, que comenzaron a recorrer el lugar en busca de pistas para tratar de seguirle los pasos a los autores.
Como curiosidad, pese a la gravedad de lo sucedido, a las 8 de la mañana se celebró como era habitual todos los días la misa, para no alterar a los fieles, que a esa hora todavía desconocían el acontecimiento que ha marcado la historia reciente de la Virgen del Pino y del pueblo de Teror.
El obispo de la Diócesis, Infantes Florido, llegó a la Basílica pasada las nueve de la mañana, visitó el camarín y observó cómo había quedado todo después del robo.
Los supuestos autores, ya que se descartó desde un primer momento que solo fuera una persona por las dificultades y la forma en la que se llevó a cabo el asalto, mostraron un profundo conocimiento sobre el interior de la iglesia. No solo por sus movimientos entre tinieblas, sino por conocer la presencia de dependencias en el diseño arquitectónico que no todo el mundo conocía.
Un funeral
Los autores, según la teoría principal, entraron por la torre-campanario amarilla. Aquí surgen las primeras incógnitas: ¿la puerta estaba abierta? Ángel Ortega asegura que la noche anterior revisó todo, y estaba cerrada. ¿Alguien se pudo quedar oculto dentro durante la celebración del funeral celebrado la noche anterior? ¿O la forzaron? En este caso, también se reconocía que la seguridad distaba mucho de ser la ideal en aquella época, y que con un simple empujón se podía abrir sin dejar un gran rastro.
Es más, se contaba que «en ocasiones quedó encerrado más de un turista que subió a lo alto para disfrutar de la panorámica de Teror desde atalaya tan prominente», según publicaba al día siguiente de los hechos La Provincia, en la reconstrucción del suceso.
Una vez en la parte alta, los asaltantes supuestamente caminaron por la azotea aprovechando la oscuridad, aunque con el riesgo de una caída entre las resbaladizas tejas por la que tuvieron que caminar, lo que mostraría cierta habilidad en medio de la falta también de iluminación. Además, al parecer esa noche también se había ido la luz, como era frecuente en aquella época.
Cuando llegaron a la altura del presbiterio entraron por una ventana que estaba en la parte alta, localizada a la altura del final de la nave central, que da paso al falso techo del camarín. Este es un ‘secreto’ poco conocido, si bien cinco años antes se habían realizado obras, y tal vez alguien pudo tener acceso a esa información.
Luego bajaron al camarín donde estaban los tesoros, desde el balcón de la derecha de la Virgen.
El ácido de un experto
La imagen fue desposeída de sus joyas de gran valor, para lo cual los ladrones habían roto, incluso, el vestido de la Virgen para sacarle todo lo que llevaba encima, excepto una medalla que habían donado los entonces Príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, en su visita a Gran Canaria en febrero de 1973, dos años antes de lo sucedido.
Se habló incluso de que los autores utilizaron ácido para verificar el valor de los metales, ya que en su fechoría seleccionaron las piezas de oro y las más valiosas.
Una vez extraído el botín, bajaron desde el balcón del camarín (lateral) hasta la puerta de la sacristía, una vez pasaron por donde estaba el Libro de Oro, utilizando supuestamente una cuerda en la que previamente habían hecho varios nudos de apoyo. La cuerda estaba confeccionada por un tejido similar al que se utiliza en las bridas para los burros, según se dijo.
Algunos ponían en duda su uso real, ya que la soga agarrada al balcón parecía más una simulación, porque se dudaba de su capacidad para aguantar el peso de los asaltantes.
Los ladrones salieron a través de la puerta del lateral de la derecha de templo, en la que tuvieron que descorrer un gran cerrojo y que, aunque estaba cerrada con llave, pudieron abrir fácilmente, para salir hasta la calle, frente a la casa de don Santiago Rivero.
Al lado de la cuerda había alguna huella, que parecía ser de unos zapatos de esparto, pero no fue determinante para llegar hasta los ladrones.
Una noticia viral para la época
La noticia corrió como la pólvora desde esa mañana de enero. Se comentaba que había sido elaborado por unos especialistas. Pero las miradas de muchos en el pueblo también se dirigieron hacia el clero. Sobre todo, después de que el obispo Infantes Florido anunciara en septiembre de 1974 la realización de un inventario de las alhajas de la Virgen del Pino. Y no solo eso, sino que el 23 de octubre hizo público en una pastoral el resultado del informe. «La cifra global que arrojan los 197 conceptos reseñados es de 14.295.000 pesetas, sin incluir el trono de plata, ni los mantos de la Virgen, ni los vasos sagrados, ni otros objetos de culto conservados en las vitrinas del camarín de la Basílica.
Esta información se convirtió en noticia internacional, sin tener en cuenta que para el pueblo tenía un valor sentimental mayor que el económico. No en vano, habían sido donaciones personales por su cariño y devoción hacia la patrona.
Si a esto se suma la forma en la que se llevó a cabo el robo, que dejó tantas incógnitas, muchas de las críticas del pueblo se dirigieron a las autoridades religiosas.
«Pero no faltan los que inciden en la posibilidad de que las pasadas porfías, en torno al valor de las joyas y a su destino, fuesen el despertador que sacudió a los ladrones y les puso en el camino de la observación, del derrotero a seguir y de un robo que ha llenado de consternación a todo el Archipiélago», recogía una semana después Diario de Las Palmas.
Las joyas nunca se encontraron. Y menos a los ladrones, por lo que el misterio se ha mantenido con el paso del tiempo, y los rumores sigan siendo muchos.
Los vecinos insistían en que tenía que haber sido alguien que conocía muy bien la basílica o, al menos, que hubiera colaborado con su historia reciente. «Una persona enterada», según lo definían.
Sacrilegio
En horas posteriores al suceso, el Obispado emitió un comunicado: «Con dolor nos vemos en la obligación de comunicar a nuestros diocesanos el robo sacrílego de una parte de las joyas de la Virgen del Pino que la adornaban, y que estaban expuestas en las vitrinas de su camarín, quedando a salvo el resto de las alhajas custodiadas por su Camarera en Las Palmas. No podemos menos que lamentar este hecho, extraño e insólito en nuestra Diócesis, más que por su valor material por lo que tiene de sacrilegio y atentado al sentimiento religioso del pueblo canario. Pedimos a todos aprovechen para reparar y pedir por la conversión de los responsables del hecho», señalaba el texto, bajo la rúbrica del Obispo de Canarias.
Don Isidro Demetrio Peñate, párroco de la Basílica, declaró en aquel momento sentirse consternado. «Ha sido una impresión muy fuerte por lo inesperado de los acontecimientos y la verdad es que ahora mismo no sé qué hacer ni decir. Es muy penoso todo lo que ocurre en estos momentos».
Cerrado
Y en cuanto a la seguridad, manifestó que «el camarín estaba perfectamente cerrado. Todo era muy seguro. Prueba de ello es que los ladrones no pudieron bajar a la iglesia por la puerta del camarín, sino que tuvieron que forzar la ventana y bajar al presbiterio, desde donde forzaron nuevamente la puerta lateral que da a la calle, por la que salieron».
Durante los siguientes días del robo, una riada de fieles acudió a los pies de la Virgen del Pino para comprobar con sus ojos lo sucedido.
La falta de pistas fue mermando las esperanzas de dar con el paradero de los autores del robo.
Medio siglo después de los hechos el misterio sigue muy presente, y el dolor de muchas personas también. Las joyas se perdieron y los ladrones ganaron a los equipos policiales que investigaron el robo de las joyas de Pino, que no podrá lógicamente llevarlas este año cuando baje en mayo en procesión a la catedral en Las Palmas de Gran Canaria, ni a Telde e Santa Lucía, con motivo del Año Jubilar.
Una rana con esmeralda y la custodia de Pura Bascarán
Los asaltantes se apoderaron de una parte de las joyas de la Virgen del Pino que la adornaban, y que estaban expuestas en las vitrinas de su camarín. Entre ellas, la Custodia donada por doña Pura Bascarán, con brillantes, zafiros, topacios y rubíes. El restrillo, que rodeaba la cara de Nuestra Señora. Una rana con una esmeralda en su cuerpo central de gran valor, que llevaba en su vestido, manto rojo que estrenó la Virgen en 1787, cuando se inauguró la Basílica, bordado en plata y oro. Una traba de oro y perlas. Un ramo de brillantes. Las coronas de la Virgen y del Niño, y anillos. Solo quedó la medalla entregada por el Príncipe Juan Carlos.
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