Agüimes
Marcelo Hernández, el barbero motero solidario de Agüimes con sello de Manhattan
El dueño de la Barbería Marcelo del casco histórico y su mujer Toñi decoran su negocio con dos de sus cinco motos y dos pomos que compró en Nueva York. Destaca su labor solidaria y su trabajo durante el Covid. Los casó el alcalde, que es un cliente más.

Marcelo Hernández, en su barbería del casco, con dos de sus motos. / Juan Carlos Castro
La Barbería Marcelo de Agüimes , de apellidos Hernández Suárez, no es una cualquiera. Recogió el testigo de la única que había en la Villa, la de Panchito, que cerró. Historia tiene, y mucha, como particular la decoración interior de su local, con dos motos una de ella, una Vespino Polini de coleccionista. Son dos de las cinco que tienen por ahora él y su esposa, Toñi Cazorla, que han marcado su vida desde niño. "Mi padre me dijo siempre: en esta casa no entra una moto. O la moto, o tú". A los 18 años se compró de mayor cilindrada que había en el mercado y abandonó la vivienda familiar. Nunca ha tenido un coche.
Marcelo Hernández Suárez es honesto y fiel a sus clientes de varios municipios y de distintas edades, hasta 800, en su negocio que compró en la calle La Palmita del corazón del casco histórico de la Villa, además de las motos, las fotos enmarcadas que empapelan las paredes de su local con clientes, algunos ya fallecidos. También está el alcalde, Óscar Hernández. Pero sobre todo destaca su papel solidario.
Dos moteros
Luce también con orgullo los dos pomos de diseño que compró en Manhattan, Nueva York "que puse" de moda. Pero si destaca por algo es por su generosidad, su labor social marcada por una gran solidaridad, que demostró con aportaciones a Pequeño Valiente, cortes de pelo a personas de centros de mayores gratis, y selló un pleno durante la pandemia del Covid. Fue hasta a la Aldea a rasurar la cabeza de un enfermo al que iban a operar. También acudía casi a diario a pelar a un cliente al hospital Insular y acabó cortando el pelo los ingresados en toda la planta. "Siempre voy en moto. Nunca me pararon ni enfermé, pero aquello marcó a todos". Su mujer, motera como él "es la que manda, colocó sus motos en el local en vez de las mías para decorar", dijo riendo.
Tienen cinco motos entre él dos, y tres su mujer. "La de menor cilindrada es una 125, con la que voy a comprar el pan y esas cosas de recados", comenta Marcelo Hernández tras la jornada matutina de este miércoles en su Barbería Marcelo, en la planta baja de un edificio que compró hace unos años en la calle La Palmita, lo que antes albergó la única tienda de ropa y calzado de la Villa. Entre sus joyas, una Vespino Polini que adquirió a un italiano "que andaba raspao por 2.000 euros y creo que es la única que hay en Canarias", comentó.

Marcelo, sentado ante una de las paredes del local con fotos de sus clientes. / Juan Carlos Castro
Su local no pasa desapercibido. Por su decoración primero, con esas motos, una en el altillo, y otra en una Ducati en una vitrina al fondo, junto a las sillas donde se sientan para cortarse el pelo sus clientes fieles. Heredó los del único barbero que había en el pueblo Panchito. Hace 16 años que comenzó su andadura, antes estaba de alquiler y hoy, ya en el local de su propiedad.
Labor social y Covid
Pero si algo le caracteriza es su solidaridad y labor social siempre, cortando el pelo en centros de mayores a los que no cobraba, no solo en Agüimes, sino también en Melenara, Telde. Pero en todo momento recalca la etapa que marcó de cerca su trabajo de barbero, después de trabajar en la construcción, fue la pandemia por el Covid. Su oficio fue declarado servicio esencial y era reclamado en cualquier punto de la isla. Siempre en moto, acudía al hospital Insular. "La aparcaba en la parte trasera, y veía los bultos con cuerpos apilados". Son imágenes que no olvida, afirma, como cuando subía a alguna planta para cortar el pelo a un amigo "y claro, veías al de la cama de al lado poniéndote ojitos y se lo cortaba también. Luego a otro, otro... Hasta ocho y más pacientes les cortaba el pelo" recuerda hoy día. Precisa que "me llamaron hasta de La Aldea, porque había un paciente al que tenían que intervenir de nuevo en el cerebro y había que rasurarlo de nuevo y me llamaron a mí. El anterior que lo rapó y le daño hasta una placa interna de otra intervención".

Imagen de Marcelo, Toñi y su hijo, el día de la boda por lo civil en el Ayuntamiento que ofició el alcalde Óscar Suárez. / La Provincia
Destaca que a pesar de salir todos los días durante la pandemia, verse conduciendo casi solo en la carretera con la moto "nunca me paró ningún control de seguridad policial y tampoco me contagié, que yo sepa", comenta riendo con un humor, que le ha hecho ganar el cariño, respeto y fidelidad de sus más de 800 clientes que tiene hoy día. Como el alcalde actual, Óscar Hernández, "que se vino a esta barbería también cuando cerré la otra". Como anécdota, recuerda que curiosamente los casó en el ayuntamiento porque "nos escuchó hablando de las largas listas de espera para el trámite y él mismo se ofreció". Ahora están bien asentados y viven bien con lo que ganan tanto él como su mujer Toñi, que tiene un hijo, conoció hace cinco años y ya llevan uno de casados.
Sorteos y fidelidad
Además, entre sus labores solidarias, ha participado en jornadas con la asociación Pequeño Valiente, para los que recaudó en una campaña y donó "600 euros". También anualmente organiza sorteos entre sus clientes para agradecerles su fidelidad. El último fue de 400 euros aunque otros años la rifa es de una bicicleta o una tele".
Hoy día corta el pelo a muchos clientes que vienen de Arinaga, de núcleos de otros municipios, Ingenio, desde Vecindario en Santa Lucía o Arucas. Ahora está asentado y vive bien con lo que ganan él y su mujer Toñi, a la que conoció hace cinco años y llevan uno de casados.
No deja atrás que él no se considera un clásico, aunque le ralla un poco los estilos nuevos de los hombres, "metrosexuales, van afeitados y con el bolso debajo del brazo". Ni le molesta ni les disgusta, asegura, y recalca que hace un poco abrió "un pibito una nueva barbería y así compartimos clientela, porque son muchos".
Además, luce en la puerta principal y dentro dos pomos que adquirió en un viaje a Nuev York, concretamente en la calle 55 de Manhattan, "son de tres colores y ahora los quiere todo el mundo". Aprovechó para hacer dos cursos de peluquería también en la ciudad de los rascacielos.
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