Cuando los ingleses conspiraron para conquistar Gran Canaria durante la Segunda Guerra Mundial
Gran Bretaña diseñó en 1940 un plan secreto para ocupar Las Palmas si Franco se acercaba demasiado a Hitler: la llamada Operación Pilgrim

La Provincia

Mucho antes de la época de las viviendas vacacionales y el todo incluido —aunque algo después de Drake—, los británicos ya habían puesto el ojo en Gran Canaria. En 1940, mientras Europa ardía bajo la Segunda Guerra Mundial y España se lamía las heridas de la suya, el puerto de Las Palmas aparecía una vez más en los mapas estratégicos de todas las potencias europeas.
Los polacos empezaban a plantearse aprender alemán, más aún viendo lo que sucedía en Bélgica, los Países Bajos y Francia, que habían caído con una facilidad pasmosa ante la Wehrmacht de Hitler. Los británicos huían por Dunkerque, y su capital se preparaba para resistir toneladas de bombas que llovían desde el cielo. Mientras tanto, Francisco Franco, que apenas había afianzado su régimen tras la guerra, movía las fichas con cautela. Mantenía su apoyo al Eje, pero siempre procurando que sus decisiones no implicaran una movilización oficial de tropas hacia un nuevo conflicto bélico. España no era neutral, pero prefería apostar desde la grada.
Y Canarias, como siempre, en una encrucijada. Su situación geográfica, tan rentable para el comercio, volvía a ser un problema estratégico. No era la primera vez que su posición en el mapa la convertía en objetivo militar, y en ese momento, con tantos países en liza, se encontraba de nuevo en el centro del tablero internacional.
Londres no se fiaba de Franco. Los alemanes arrasaban en cada frente, y alinearse con su causa era, para muchos gobiernos, una decisión fácil de justificar. Por eso, los británicos comenzaron a prepararse. El gabinete de Winston Churchill trazó un plan secreto para ocupar Las Palmas si el régimen español se acercaba más de la cuenta a Hitler: la llamada Operación Pilgrim.
Dudas de Franco
Tras la caída de Francia, los británicos se sabían los siguientes, con razón. El Tercer Reich quería ayudarse de los españoles, enemigos históricos y vecinos relativos de los ingleses. La idea inicial era hacerse con Gibraltar, ganada por los británicos a comienzos del siglo XVIII tras la Guerra de Sucesión Española. Sin embargo, las dudas de Franco frente al poderío naval británico y la falta de interés de los alemanes en ayudar en la causa española en el Marruecos francés, rompieron las negociaciones.

Reunión entre Hitler y Franco en Hendaya. / Archivo Federal Alemán
Hitler no quería enemistarse con la Francia de Vichy, que se encargaba eficazmente de mantener a raya la resistencia de sus propios compatriotas. Las exigencias españolas en suelo francés no eran rentable para el führer, así que los alemanes intentaron convencer a los españoles mediante otras vías. Los dos caudillos terminaron citándose en Hendaya.
El gallego fue preclaro, quizá por intuición o tal vez por simple apatía hacia la causa. Puso tantas excusas, y tan variadas, que nunca volvieron a sentarse. Hitler diría más tarde a Mussolini que prefería que le sacaran "tres o cuatro muelas" antes que volver a pasar por una negociación con el mandatario español.
Alemania lo siguió intentando, pero los españoles lo dejaron claro: sin concesiones en el Marruecos francés, no habría ayuda militar oficial. Aunque Serrano Suñer, encargado de las negociaciones y alineado con el apoyo militar a los alemanes, llegó a insinuar una posible colaboración en la llamada Operación Félix para invadir Gibraltar, Franco volvió a desestimarlo, en parte por temor a una inmediata represalia británica sobre Canarias. Así lo recoge el capitán de navío Antonio Barro Ordovás en un artículo publicado en la Revista General de Marina, editada por la Armada española.
Diplomacia de maletín
Según documentos desclasificados del MI6 y publicados por The Guardian, el gobierno británico destinó más de 13 millones de dólares de la época (unos 200 millones actuales) para sobornar a altos mandos del régimen franquista con el fin de mantener a España fuera del conflicto. La llegada de Serrano Suñer al Ministerio de Asuntos Exteriores no hizo sino empeorar las cosas para Churchill y compañía. Así empezaron a idear diferentes planes de respuesta.
Se diseñaron planes como Blackthorn y Ballast, en caso de que España fuese invadida por Alemania o decidiera apoyar al Eje. Y, como último recurso, el alto mando británico empezó a estudiar la ocupación de Canarias a través de la Operación Pilgrim, siendo Gran Canaria el objetivo principal para asegurar las rutas del Atlántico.

Winston Churchill durante un discurso. / winstonchurchill.org
La Operación Pilgrim se firmó el 20 de septiembre de 1941. Algo tarde, afirma el propio Barro Ordovás, ya que para entonces los alemanes habían centrado todo su interés en la invasión de Rusia. Gibraltar había pasado a un segundo plano para los germanos —si no al olvido—, por fortuna para los Aliados.
El objetivo de la Operación Pilgrim
La Operación Pilgrim tenía como objetivo capturar y asegurar la isla de Gran Canaria, con especial atención al puerto de La Luz y el aeródromo de Gando. Según documentos secretos hoy ya desclasificados, el plan contemplaba un ataque coordinado por mar y aire: aproximarse de noche, bombardear las defensas costeras al amanecer y tomar el control del aeródromo con apoyo marino y aéreo. Mientras tanto, otra fuerza desembarcaría en la bahía de Arinaga para atacar Gando por la retaguardia.
El puerto de La Luz sería tomado en una operación nocturna posterior si aún no había caído. Se preveían bombardeos navales intensivos, asaltos por comandos y una entrada progresiva de buques. El dispositivo estaba preparado para asegurarse rápidamente los principales puertos grancanarios y así garantizarse una base atlántica clave en el conflicto.
Respuesta española
Aunque los españoles desconocían a priori tales planes, ya que eran secretos, sí eran conscientes de la importancia que tenía Canarias en la guerra. Franco había evitado cualquier implicación oficial que pusiera, entre otras cosas, en peligro a las Islas. En ese clima de tensión geopolítica, se creó el Mando Económico de Canarias, una institución de la que dependería la vida económica y social del Archipiélago, y que entre 1941 y 1945 fue intervenida y dirigida por el Ejército franquista. Fue establecido por el general toledano Ricardo Serrador Santés, entonces comandante general de Canarias, y su misión consistía en supervisar y controlar todo tipo de actividades en las islas, interviniendo si era necesario.
Lo cierto es que los británicos no atacaron Canarias, los alemanes se perdieron en las interminables estepas rusas y Franco salió victorioso de una guerra que nunca llegó a disputar. Quizás por eso hoy los canarios conocen esta operación y no hablan inglés, al menos fuera del horario laboral.
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