El Betis también tiene su santuario en Canarias: así es el rincón secreto de Moya
Un garaje convertido en museo y décadas de devoción bética en el corazón de Gran Canaria

Museo / Museo Bético Villa de Moya
A más de 1.400 kilómetros del estadio Benito Villamarín, entre las montañas del norte de Gran Canaria, existe un lugar que ningún bético que se precie debería dejar de visitar. No está en Sevilla, pero respira verdiblanco por cada rincón. Está ubicado en Moya, un pequeño municipio de la isla y en él vive Juan Manuel Domínguez Quesada, el alma del Museo Bético de Moya.
Todo empezó en 1964 con un simple recorte de prensa. Desde entonces, este carpintero de profesión y bético de vocación ha reunido una colección que ya se aproxima al millón de piezas con camisetas, banderines, carnés de socio, latas, vasos, colonias, entradas, carteles, cromos y hasta hojillas de afeitar con el escudo del Real Betis Balompié. Su garaje es, literalmente, un santuario.
“Lo que hay aquí es historia pura”, dice el creador de contenidos @specialsixyt, que lo visitó recientemente y quedó fascinado, pues no había visto algo igual. "Más allá de las fronteras siempre habrá alguien que diga ‘Viva el Betis manquepierda’" más fuerte que nadie y ese alguien vive en Canarias.
El poder de una pasión sin fronteras
Juan Manuel ha convertido su casa en lugar de peregrinación para la afición verdiblanca. En la puerta, el famoso lema “Viva el Betis manquepierda” está traducido a 20 idiomas. Dentro, cada rincón cuenta una historia: la carpeta con los recortes de la Copa del Rey de 2005, los cromos de todas las épocas, una zona dedicada a leyendas como Alfonso, Alexis Trujillo o el propio Lopera.

Juan Manuel Domínguez, en su museo del Betis, posa con una réplica del estadio Manuel Ruiz de Lopera. Detrás, su colección de llaveros. i LP / DLP / LP/DLP
Pero lo que más emociona son las visitas. Cuando Alexis Trujillo grancanario y ex jugador del club lo visitó, solo pudo decir: “La hostia”. Pepín, otro mito del Betis y de la UD Las Palmas, rompió a llorar. “Me regaló un escudo. Es una eminencia”, recuerda Juan Manuel en una de las entrevistas realizadas por el periódico.
Y es que el museo, más que una colección, es una biografía emocional. “El Betis siempre fue el equipo del pueblo, de la gente humilde. Juega como los ángeles. Por eso me conquistó”, confiesa su fundador, que lleva toda una vida recopilando piezas sin pedir nada a cambio.
Un rincón que ya es historia
La historia de este museo no está escrita en mármol ni iluminada por focos. Está viva en las manos de Juan Manuel, en su forma de relatar anécdotas, en la paciencia con la que muestra cada detalle. Carpintero hasta hace poco, ahora ya jubilado, dedica su tiempo a conservar esta cápsula del tiempo que habla de fútbol, pero también de identidad, memoria y emoción.
El Museo Bético de Moya no tiene taquilla ni horario fijo. Quienes lo visitan lo hacen por recomendación, por devoción o por sorpresa. “La gente empezó a conocerlo, los presidentes, los aficionados y todos empezaron a traerle cosas”, relata el creador de contenidos. Y lo que empezó siendo una afición, se ha convertido en un legado que ya planean continuar sus hijos y nietos.
Más que fútbol
Lo fascinante de este rincón no es solo su volumen, sino su espíritu. El Betis aquí no es un club, sino una forma de entender la vida. Las paredes del museo están forradas de recuerdos, pero también de cariño.
Juan Manuel no lo ve como una hazaña, sino como una manera de compartir una pasión. “Estuve en el Calderón en 2005, y fue increíble. Ese día sentí que todo valía la pena”, dice mientras pasa las páginas de un álbum verde con tapas de cartón.
Así, en un municipio de apenas 7.000 habitantes, alejado del bullicio de los estadios, se guarda uno de los secretos mejor custodiados del fútbol español. Un museo que no busca fama ni reconocimiento, pero que emociona a todo el que entra. Moya también es ahora tierra de Betis.
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