Colas de sirena en el mar: así dibujan los alisios su estela mágica junto a Gran Canaria
Esto es el fenómeno que captó el satélite cerca de la isla

Los satélites permiten seguir y monitorizar todo tipo de eventos naturales / NASA

Desde el cielo, Gran Canaria parece una isla dormida bajo un velo brillante. Como si una sirena gigantesca hubiera nadado junto a ella dejando tras de sí una cola de luz sobre el Atlántico. Pero lo que los satélites han captado no es un espejismo, es uno de los efectos más bellos y singulares provocados por los vientos alisios. Una “sirena de nubes”, como la llaman algunos usuarios, que revela el poderoso encuentro entre la ciencia del viento, la forma del relieve insular y el reflejo especular del sol en la superficie del océano.
La imagen, compartida por el divulgador canario @isaki64, se ha vuelto viral en redes. No es solo una imagen fascinante, es también una ventana a la dinámica meteorológica que hace de Canarias un archipiélago único en el mundo. Lo que vemos desde el satélite es poesía atmosférica, como si se tratara de una danza milenaria entre el aire, el agua y la tierra.
Un baile entre la isla y el viento
Los protagonistas de esta coreografía invisible son los vientos alisios. Corrientes de aire fresco y constante que soplan desde el noreste casi todo el año. Cuando se encuentran con el relieve montañoso de Gran Canaria, no tienen más remedio que rodearlo, dividiéndose en dos flujos que continúan su camino por ambos lados. Detrás de la isla, en la zona de sotavento, se forma una calma marina. Un espacio donde el agua queda quieta, como un cristal. Y es ahí donde la luz del sol se refleja de forma especular, generando ese resplandor plateado visible desde el espacio.
“Los alisios, al toparse con el relieve de la isla se ven obligados a rodearla, dejando a sotavento en el mar una zona de calmas que se aprecian muy bien gracias a los reflejos especulares del sol en la superficie del agua”, explica.

Tiempo en Canarias / Juan Carlos Castro
Vórtices de Von Kármán: arte en movimiento
Pero eso no es todo. En días especialmente húmedos, cuando los alisios llegan cargados de agua y se topan con islas altas como Gran Canaria, se produce un fenómeno aún más fascinante: los vórtices de Von Kármán. Se trata de una serie de remolinos de nubes que se alinean en patrones alternos a ambos lados de la corriente. Desde el espacio, parecen espirales perfectas pintadas por una mano invisible. Este fenómeno atmosférico, que mezcla ciencia, geometría y arte, es tan raro como bello.
Los alisios no solo embellecen el cielo y el mar. Según la página oficial de Islas Canarias, han sido testigos y protagonistas de algunos de los episodios más importantes de la historia de la humanidad. En el siglo XV, estos vientos determinaron la forma de navegar. Cristóbal Colón los aprovechó en su primer viaje hacia el Nuevo Mundo, saliendo desde Canarias. Los portugueses también usaban su impulso para conectar Europa con África y América. Durante siglos, las velas se hincharon en las islas con el aliento suave de los alisios.
Hoy, estos mismos vientos siguen marcando el rumbo. En el mundo de la navegación a vela, Canarias es uno de los mejores puntos de partida para cruzar el Atlántico. El clima estable del archipiélago, con temperaturas suaves y cielos despejados casi todo el año, hace posible lo que en otros rincones del planeta es impensable: navegar 365 días.
Una autopista oceánica para navegantes
Los vientos alisios convierten a Canarias en una autopista oceánica natural. Desde noviembre hasta enero, impulsan las embarcaciones hacia América. De abril a junio, los mismos vientos sirven de guía para regresar desde el Caribe, pasando por las Azores hasta Europa. Ya sean grandes veleros, yates familiares o expediciones deportivas, las islas ofrecen abrigo, viento constante y la promesa de travesías inolvidables.
La imagen de esa “cola de sirena” es mucho más que un fenómeno atmosférico, es un recordatorio de que el paisaje también se escribe en el aire. Y que Gran Canaria, desde el cielo, sigue contando historias que solo el océano y el viento saben guardar.
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