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La planta que solo crece en un acantilado de Gran Canaria y es más rara que el dragón de Komodo

Amenazado por el fuego, el viento salino y la codicia de quien arranca una rama “de recuerdo”, su destino pende de un hilo basáltico

Tenteniguada, donde se concentra la mayor parte de la población silvestre de Tajinaste Azul

Tenteniguada, donde se concentra la mayor parte de la población silvestre de Tajinaste Azul / Juanjo Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria

Imagina una especie tan exclusiva que sólo puede florecer aferrada a una pared de roca volcánica batida por los alisios del Atlántico.

Su inflorescencia, un cohete cargado de cientos de flores añiles, emerge cada primavera como un fuego artificial botánico que apenas unos cuantos montañeros llegan a contemplar.

No se la encuentra en ninguna otra parte del mundo. Ni en las cumbres de otras islas, ni en los invernaderos de coleccionistas, ni tan siquiera en jardines botánicos si no es bajo tutela estricta.

Amenazada por el fuego, el viento salino y la codicia de quien arranca una rama “de recuerdo”, su destino pende de un hilo basáltico. Sólo al final del sendero, cuando el acantilado se tiñe de azul eléctrico, comprendemos de qué milagro estamos hablando: el tajinaste azul de Gran Canaria.

Un acantilado como único refugio

El tajinaste azul (Echium callithyrsum) es un arbusto que en su versión adulta puede superar los 3 metros de altura y lucir espigas piramidales de flores azules, fucsias o blanquecinas entre enero y abril. Sus hojas son ásperas, lanceoladas, de hasta 20 cm, y toda la planta está recubierta de vellosidades plateadas que le ayudan a retener la humedad en un entorno ventoso.

La mayor parte de la población silvestre se concentra en un solo farallón basáltico que se asoma al barrio de Tenteniguada (Valsequillo).

Los botánicos cuentan 14 núcleos en apenas 975 hectáreas, con unos 70.000 ejemplares estimados.

El resto de puntos (Roque Saucillo, Barranco de los Cernícalos o las laderas de San Mateo) funcionan como colonias satélite cuya continuidad depende de la dispersión de semillas por gravedad y del poco suelo fértil que ofrecen los riscos.

Más raro que el dragón de Komodo… de otra manera

Puede parecer extraño cruzar una planta con un reptil para hablar de una rareza biológica, pero la comparación aclara conceptos.

Del tajinaste azul se calcula que existen unos 70.000 ejemplares, todos confinados a apenas 9,75 km² en un único macizo de Gran Canaria. El dragón de Komodo, en cambio, cuenta con alrededor de 3.000 o 3.500 individuos, pero se reparte por unas 1.800 km² de cinco islas indonesias.

Si lleváramos el tajinaste al territorio del varano, su área cabría 185 veces dentro de él. Esa distribución microscópica hace que, para los ecólogos, la planta canaria sea “más rara” y vulnerable a cualquier desastre local que el célebre dragón.

Amenazas en vertical

El tajinaste azul afronta cuatro amenazas principales:

  • La pérdida de hábitat, provocada por los incendios forestales y la apertura de carreteras cercanas al acantilado.
  • La presión de especies invasoras como pitas, tuneras y rabo de gato, que compiten por el poco suelo disponible.
  • El sobrepastoreo, porque las cabras asilvestradas devoran los plantones más tiernos.
  • El turismo descontrolado que genera pisoteo y la recolección ilegal de semillas.

Con este cuadro de riesgos, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo clasifica como especie vulnerable.

Cómo observarlo sin dañarlo

Para contemplar el tajinaste azul sin perjudicarlo, conviene visitarlo en su pleno estallido de flores, entre marzo y abril, llevar calzado de montaña y mantenerse siempre dentro del sendero balizado.

No hay que recolectar semillas ni cortar inflorescencias, ya que la planta se reproduce sola con la ayuda del viento y los polinizadores.

Si se usa dron, debe volar a más de 120 metros del acantilado, tanto por normativa como para no espantar a las aves que anidan en la pared.

Después de todo, que siga tiñendo de azul los amaneceres de Tenteniguada dependerá, en buena medida, de que excursionistas y gestores conserven intacto su balcón de roca volcánica.

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