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El corazón verde del Valle de Agaete brilla en la Rama de San Pedro

A pesar del calor unos 4.000 rameros desfilaron por las calles del pueblo acompañados por la música de las bandas

Rama del Valle de Agaete

La Provincia

Las Palmas de Gran Canaria

La Rama de San Pedro tomó las calles del Valle de Agaete para convertirla en una selva, que cumplió la promesa de unir a su pueblo bajo una tradición, que permanece intacta tras años de historia. Desde este viernes los vecinos subieron hasta Tamadaba para recoger las ramas para la ofrenda al santo en una edición que, según la organización, reunió a 4.000 asistentes aproximadamente. Los rameros bajaron las calles del pueblo acompañados de la música de la Banda de Agaete y la Banda Guayedra con el sol picón durante el trayecto en el primer episodio de calor que vive Canarias este verano. 

«En la subida se notó que este año hacía más calor», observó Eduardo Campos. En este sentido, en la bajada un hombre sufrió un desmayo, por lo que tuvo que ser atendido por el equipo médico, aunque rápidamente mejoró su estado. A pesar de las altas temperaturas, los rameros disfrutaron de la cita como es habitual. Chano Rosario, que no podía asistir por el trabajo, pasó primero por la iglesia para dejar una gran rama que había recogido el día anterior. «Tiene poleo, retama, eucalipto blanco, pino y mimosa», enumeró orgulloso. «No puedo venir a bailarla, pero la dejo aquí por tradición y fe», contó.

Un homenaje al 'Comandante'

Para la vecina Carmen del Rosario asistir no es negociable, sobre todo después de que pasara varios años sin poder disfrutar de la fiesta porque vivía fuera de la Isla. «Esta es la Rama que a mí me llega al corazón, que me llena el alma», cuenta emocionada. Aunque toda la vida ha subido para recoger las ramas, en esta ocasión, se saltó ese paso porque «la edad no perdona». 

Antonio González llevaba una camiseta con una foto de su amigo Horacio, fallecido recientemente. «Era una referencia en el Valle», destacó. Criado a las orillas de Tamadaba, era un experto de la zona que sabía todos los senderos y las zonas en las que recoger las mejores ramas. Por ello, este año González subió como homenaje al conocido como Comandante. «Es como el corazón que nunca deja de latir, siempre estaba con una sonrisa y compartiendo con los demás, que es lo más importante», recordó su amigo. 

González escribió el libro Un viaje de Tamadaba hasta el corazón de las fiestas sobre la celebración del 4 de agosto, en Agaete. Disfruta de las dos Ramas, aunque destaca que cada una es completamente diferente. «Esta es una rama más familiar», afirmó. «Hoy el corazón del pueblo late en verde», añadió. Para González la experiencia de dormir en medio de la naturaleza es un regalo, una costumbre que seguirá haciendo hasta que su cuerpo se lo permita. «Tienes una perspectiva completamente distinta, aquí abajo estás en la tierra, pero al subir es como si estuvieras en el cielo», expresó.

Para otros, es la primera edición en la que participan en la fiesta. Carlos Delgado siempre había querido formar parte, pero no había encontrado la ocasión. «Es de las pocas tradiciones que han trascendido puras a lo largo del tiempo», cuenta el historiador de profesión. Delgado asistió con el objetivo de ser partícipe de una tradición que se debe respetar y que ha pasado a lo largo del tiempo de generación en generación. 

A algunos rameros les mueve la tradición y a otros la fe. Ubay Herrero le hizo una promesa a su abuelo de que en cada uno de sus cumpleaños haría la subida. «Hasta el último de mis días», apuntó Herrero. Desde hace doce años cumple su promesa y ahora ha arrastrado a sus amigos, que le acompañan desde hace unos cuatro. «A mí primero se me hizo duro, pero una vez lo pruebas es como la droga todos los años quieres cumplir», contó Daniel García, sentado junto a Herrero. «La sensación al entregar la rama no se puede describir, en ese momento es cuando vienen las lágrimas», confesaron los amigos en un momento de resuello. 

El pregonero, papagüevo

El pregonero de la fiesta, Javier Sosa, no faltó a la cita. Vivió la Rama a través del papagüevo de Marcelo, un vecino muy querido. «Es romero mayor y siempre se ha dedicado a hacer los papagüevos», destacó. A través de una colecta popular hicieron el muñeco que sale a las calles desde hace siete años. De los cuatro papagüevos que han creado, es uno de los más especiales porque simboliza lo que es para los vecinos este festejo. «Esta Rama es más familiar, la de Agaete es una fiesta grande», valoró Sosa.

Jonathan Pérez le pidió en varias ocasiones un hijo a San Pedro, y este año su mujer se ha quedado embarazada. «Después de tantos años pidiéndolo ya está aquí, pero eso sí, que espere hasta que se acabe la fiesta para salir», bromeó el futuro padre. Pérez no se pierde ninguna Rama, porque es una tradición única. «Tienes que vivirla para entenderlo», expresó. «Es una cita que no puede faltar, es la primera en apuntar en el calendario», afirmó.

Eduardo Campos se crio asistiendo a la Rama de Agaete y cuando creció sintió una conexión con la Rama del Valle. Su familia era de la zona, por lo que cuenta con una implicación familiar muy fuerte para él. «Hay una foto de mi madre embarazada de mí aquí en la Rama», dijo. Aunque ahora vive en la capital, desde hace cuatro años no falla a la cita de la Rama. 

Devoción por la Rama

«Para mí lo es todo, esta es una devoción», reflejó María del Mar Ojeda. Aunque en esta ocasión no pudo subir, su cuñado le buscó una rama para que disfrutara como habitualmente. «Por lesiones en las rodillas no podemos», aclaró a su lado Víctor Sánchez. 

«Esta es la más sentimental», opinó Eduardo Campos. En su experiencia, lo mejor de la celebración es el recibimiento tan cálido que hacen los vecinos a los rameros con bocadillos y caldo. «Fue muy bonito», destacó. 

Jony Rodríguez y Luis Acosta consiguieron encontrarse en la fiesta. Acosta ha pasado un tiempo viviendo en La Palma y en la Península, y ahora que finalmente ha retornado a la Isla era el momento de vivir la Rama del Valle. «Dormimos arriba con la esterilla, una botella de vino y las estrellas», resaltó Rodríguez. «Incluso vi alguna estrella fugaz», reconoció. A las seis de la mañana ya estaban despiertos para ver el amanecer, que reconocen que fue una experiencia única para ellos. «Hay gente que paga por esto y nosotros aquí lo tenemos gratis», agradeció.

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