Desde la ciudad arzobispal… (LXXXIV)
Los braceros del Santo Cristo de Telde, fe y tradición
La tradición de los porteadores del Santo Cristo de Telde, una devoción que ha pasado de generación en generación y que sigue viva en la Basílica de San Juan Bautista

El Santo Cristo de Telde regresa a lo más alto del altar / Ayuntamiento de Telde
Hasta los más afamados historiadores han echado mano de la leyenda, cuando no de la tradición, para transmitir con cierta credibilidad uno o varios hechos históricos.
En el caso que nos ocupa, debemos remontarnos a la mitad del siglo XVI y para ser más precisos entre los años 1550-1555. La nueva sociedad grancanaria nacida del mestizaje de indígenas, europeos de muy diferentes procedencias, pero sobre todo de Castilla y Portugal, así como un sin número de africanos, bereberes y negros, los que más; era testigo del desarrollo paulatino de una ciudad, hija de la agricultura y la ganadería, pero no exenta de un buen número de talleres artesanos y, como no, de hasta ocho o nueve ingenios azucareros, que hacían realidad la transformación de los verdes cañaverales en alba azúcar, verdadero producto manufacturado y por tanto industrial que pronto se le vino a llamar el oro blanco.
Al frente de estos últimos se encontraban los Palenzuela, Jaraquemada, García del Castillo, Zurita, Inglés… y al pie mismo de los trapiches, también en los campos de labor y, como no, en las angostas veredas y caminos reales, miles de esclavos que contribuyeron con su sudores y sangres, al auge económico del lugar: Telde.
Ciertamente, la urbe era pequeña, conformada principalmente por dos barrios, en su parte baja: San Juan y San Francisco. Un arrabal en la parte alta, que denominaron Los Llanos o Los Llanos de Jaraquemada, completaba este incipiente estado urbanístico. A diferentes distancias se encontraban los llamados pagos, entre los que venían a destacar Tenteniguada, Valsequillo, San Roque, Jinámar y el Valle de Los Nueve.
La Matriz de San Juan Bautista y las ermitas del entorno
Un solo templo alcanzó el título de Parroquia por ser sede de uno de los tres curatos en que se dividía primigeniamente nuestra Isla. A saber: éstos se constituyeron por orden de La Corona y Provisión Real en El Real de Las Palmas, la Real Ciudad de Santiago de Los Caballeros de Gáldar y la ya mentada Ciudad de Los Faycanes, nuestro Telde.
Se convirtió así la iglesia de San Juan Bautista, en la única parroquia de la comarca, recibiendo desde entonces el grato calificativo de Matriz. Todos los demás templos, mucho más pequeños, eran simplemente ermitas bajo diversas advocaciones. En Valsequillo se encontraba la del Glorioso Arcángel San Miguel, mano ejecutora del propio Dios, quien con su espada flamígera supo expulsar de los Cielos a Satán y a su legión de ángeles caídos. En el Valle de La Fuente Agria, la del Milagrero San Roque, curador de todas las enfermedades de la piel y protector contra las grandes plagas como la Peste Negra, los Males de Buba, la Fiebre Amarilla, etc.
Al borde del camino que llevaba de Telde a la capital, se veneraba con toda devoción a La Inmaculada Concepción de María, Madre por antonomasia del creyente y portadora de un Dogma defendido en un principio sólo por España, desde tiempos de los Reyes Visigodos.
A un tiro de cañón de la Matriz, la familia Palenzuela, concretamente don Gonzalo, hizo levantar, junto a su ingenio azucarero, la conocida como de San Gregorio Taumaturgo y Nuestra Señora del Buen Suceso; al primero se encomendaban los teldenses de antes y siempre para sanar los males de pomo, hernias estomacales y cualquier otra dolencia abdominal, y a la segunda como Excelsa Patrona así como esmerada cuidadora de los mareantes o gentes de la mar.
Los porteadores del Santo Cristo de Telde
Volvamos nuestra vista al interior de la hoy Basílica de San Juan Bautista. Allí reposemos nuestra mirada sobre su magnífico Retablo Mayor, en parte gótico flamenco y también barroco. Aquí la más arraigada tradición se hace presente, a través de los Porteadores del Santo Cristo de Telde, llamados así por el común de las gentes, aquellos que tienen el gran privilegio de ser los primeros en tocar la Cruz sobre plateada y el modelado cuerpo de la Venerada Imagen.
Según hemos indagado y, haciendo caso a lo dicho por don Pedro Hernández Benítez, don Juan Artiles Sánchez y don Teodoro Rodríguez Rodríguez, los tres Curas-Párrocos de San Juan Bautista y cuidadores máximos de la Sagrada Efigie, estos hombres se elegían entre el gremio de albeadores o pintores por cuestiones prácticas, como eran que estaban acostumbrados a trabajar en altura y, por lo tanto, carecían de vértigo, bajando y subiendo con agilidad por las largas y estrechas escaleras de madera, que medían entre cinco y seis metros.
Asimismo eran fibrosos y fuertes, lo que los hacía extremadamente ágiles para enfrentarse a una acción arriesgada y comprometida como era el descenso y ascenso del Cristo, cuestión ésta que se efectuaba en medio de dos escaleras relativamente inclinadas, apoyadas en su parte superior sobre el propio retablo y colocadas de manera paralelas.
Hoy en día se sigue respetando la tradición, aunque también han existido y existen porteadores que no han pertenecido ni pertenecen a dicho gremio.
Devoción, uniformidad y legado familiar
Hay que apuntar, aquí y ahora, que en los últimos lustros los porteadores lucen camisa blanca y pantalón oscuro, atendiendo al protocolo y solemnidad de tan relevante acto. Cuestión ésta que aplaudimos, que en fechas muy pasadas las vestimentas eran muy variadas y mermaban la uniformidad que en estos casos siempre es deseable.
Este Cronista Oficial pidió la debida información sobre los diferentes porteadores, existentes entre el siglo XX y el XXI, a dos miembros cualificados de la cuadrilla actual y esto que sigue fue el resultado de dicha consulta:
Fernando González Ceballos (Padre), Manuel Ramírez Ceballos (Sacristán), Fernando González Santana (Hijo), Salvador Santana Benítez (Padre), José Santana Melián (Hijo), Jesús Santana Melián (Hijo), Francisco Miguel Santana Melián (Hijo), Francisco Artiles Benítez (Hermano y tío), Juan Peña Sánchez (Tío-abuelo), David Peña Sosa (Sobrino-nieto), Antonio Hernández Padilla (Padre), Marcos Hernández Ramírez (Hijo), Félix Rodríguez Rodríguez, Manolito Naranjo Quintero (Padre), Cristo Naranjo Demetrio (Hijo), Maestro Isidro Batista, Francisco Rivero Vargas, Cristo Medina Gómez, Javier Sosa Galindo, Segundo Amador Martín.
Además de porteador, Segundo Amador Martín es el encargado de hacer la magnífica decoración floral que todos los años acompaña a la Amadísima Imagen del Santo Cristo de Telde, también llamado Cristo del Atlántico, Cristo de Las Aguas, Cristo del Perdón o Cristo del Altar Mayor.
Estos últimos, en segunda y tercera generación —sospechando también que algunos repiten por cuarta—, son los actuales porteadores del Santo Cristo de Telde, aquellos que con esmero y cuidado, nacidos de la auténtica devoción a la Sagrada Imagen, lo toman desde el nicho situado en el ático del Retablo Mayor, para a los pies mismos de éste, y junto a la tabla del Altar, entregarlo a los sacerdotes que, en número variable según el año, acometen su traslado hasta la urna móvil, que lo expone y lo resguarda ante la alegre e incesante procesión de cientos de feligreses de las más diversas procedencias, tanto de Gran Canaria como del resto de las Islas del Archipiélago Canario.
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