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Manuela Carmena, jurista y exalcaldesa de Madrid: "La izquierda está en un proceso de confusión y de no tener claro su papel"

Presenta este sábado su último libro, Imaginar la vida. Cuatro décadas transformando lo público, en el Centro Cultural de la Villa, en Santa Brígida, a las 20:00 horas

La jurista y exalcaldesa de Madrid Manuel Carmena.

La jurista y exalcaldesa de Madrid Manuel Carmena. / La Provincia

Benyara Machinea

Benyara Machinea

Las Palmas de Gran Canaria

Su libro Imaginar la vida, que presenta este sábado en Santa Brígida, habla de una necesidad indispensable para cualquier servidor público: la empatía. Pero vivimos en una etapa de confrontación. ¿Han perdido las administraciones, los servicios públicos, los dirigentes esa compasión o mirada de solidaridad?

En el libro intento plantear una forma diferente de trabajar en la administración y me parece que lo más determinante es que los responsables políticos sean conscientes de que ellos tienen que imprimir un carácter, un estilo en los funcionarios que dependen de los servicios o de las competencias políticas. Fundamentalmente, se trata de plantear la necesidad de tener ese proceso de una buena gestión en la administración pública que tiene, por supuesto, que superar cualquier cuestión de enfrentamiento político. Si las administraciones estuvieran volcadas a dirigir bien la gestión administrativa, habría mucha menos confrontación.

¿Y la judicatura? ¿Han dejado a un lado los jueces esa empatía, esa relación con lo social?

No, ahora mismo, a nivel de la Administración de Justicia, podemos ver que en todos los años que han transcurrido desde la Constitución de 1978 hasta aquí ha habido aspectos muy favorables. Se ha conseguido acabar con corrupciones que, en aquellos años y como una herencia del franquismo, eran la manera tradicional de trabajar; a una Administración de Justicia mucho más limpia. Pero también es verdad que necesita tener una agilización que no tiene, necesita tener una transformación muy profunda que nunca se ha llevado a cabo porque se han intentado hacer transformaciones de leyes y se ha cuidado poco cambiar la cultura de la gestión. Ahí es donde estamos.

Está arrancando la reforma judicial. ¿Cuáles vaticina que serán sus efectos?

Me da la impresión de que es un proceso de reforma parecido a otros, que está hecho muy desde arriba y no desde abajo para ir a cosas más concretas y que pueden ser determinantes para el cambio de la cultura. Por ejemplo, estos días he visto la protesta que tienen muchos jueces de familia de que, sin haber hecho un cambio de la conceptuación, se les hayan dado nuevas competencias relacionadas con instruir los delitos de agresión sexual. Eso provoca una incomprensión, y yo lo entiendo, de los jueces de familia que dicen: «Pero si los jueces de familia se crearon para otra cosa, ya tenemos problemas y estamos con situaciones difíciles, y ahora se nos da una carga nueva que no está pensada ni está razonada». Creo que las reformas desde arriba nunca dan resultado y sobre todo cuando lo que es necesario es reformar la cultura de los agentes de la Administración de Justicia.

"Las descalificaciones genéricas nunca son buenas. Los jueces podemos tener acierto o equivocarnos"

Los jóvenes están desencantados con la democracia actual, con el sistema. ¿Qué les diría?

Que tienen mucha razón en estar desencantados porque hay muchas cosas que no se han hecho bien. Lo que pasa es que es interesante también valorar las que se han hecho bien y las que nos permiten estar donde estamos. Pero me parece muy lógico que la gente joven sea exigente y proteste por muchas cosas que demuestran que no conseguimos que la gestión pública sea lo eficaz y lo eficiente que tiene que ser. Lo podemos hacer, pero hay que tener muy claro la voluntad de hacerlo y tener la capacidad de ir encontrando las mejores maneras de ir resolviendo las dificultades.

Su carrera como jueza empezó precisamente en La Palma, a donde llegó con dos niños pequeños y estrenando la democracia. ¿Qué recuerda de esa etapa?

Fue maravilloso, primero encontrarme con unas Canarias que no conocía. Normalmente las plazas se piden en relación con el número que uno haya sacado en el proceso de oposiciones y yo saqué un número muy razonable que me permitía elegir. Elegí precisamente Canarias. Tenía una amiga, una Betancourt, que me había hablado mucho de lo maravillosa que era la isla de La Palma y todo lo que me dijo no se quedó corto. Me pareció, desde un primer momento, una isla maravillosa y tengo unos recuerdos fantásticos. Por una parte, vivir en una sociedad que yo desconocía, con unos planteamientos estéticos maravillosos, con unos colectivos muy singulares, era algo muy satisfactorio. Pero, además, en la estructura que tenía en un juzgado como el que me correspondió inicialmente, que era el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de La Palma, no tenía una carga de trabajo agotadora, sino que permitía reflexionar mucho sobre cada cosa que tenía que hacer, sobre las cosas que veía, lo que no me gustaba. Me permitió abordar definitivamente el acabar con los problemas de corrupción que había en aquellos momentos.

"Tengo la confianza y la esperanza de que haya una absolución rotunda en el juicio al fiscal general"

Dio el salto a la judicatura, tras la matanza de Atocha, en un momento en que era una trinchera masculina. ¿Qué balance hace ahora?

La verdad es que sí. Fue precisamente en La Palma cuando me decían eso de que la jueza era la mujer del juez. Era entonces cuando se debatía si la palabra juez tenía femenino. Eso indica que evidentemente fuimos innovadoras en ese terreno. Siempre cuento aquello de que cuando llegabas a tomar posesión ante lo que entonces era la Audiencia Territorial, te decían que tenías que llevar puros para dárselos a los compañeros. Y yo decía: «¿Pero yo cómo voy a llevar puros?». Entonces, por primera vez, llevé bombones. Esa era una expresión de que las mujeres estábamos llegando a los puestos de responsabilidad, a ejercer, en este caso, la autoridad judicial y que nuestra manera iba a ser diferente a la masculina e íbamos a cambiar el panorama, el paisaje de lo que era la Administración de Justicia, como creo que hemos hecho.

No se libra la Justicia de la crispación. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llegó a afirmar que hay jueces que hacen política. Isabel Perelló, presidenta del CGPJ, pidió frenar las descalificaciones...

Bueno, las descalificaciones genéricas nunca son buenas. Es interesante analizar las resoluciones judiciales porque no tienen por qué tener una especie de garantía absoluta de calidad jurídica y de auténtica justicia. Los jueces, como cualquier individuo, podemos tener acierto o no tenerlo, podemos equivocarnos o no. Por tanto, claro que sí, los ciudadanos tienen que criticar exhaustivamente nuestras resoluciones. Pero las descalificaciones de carácter general no son lo más acertado porque hay que descalificar, si es que corresponde, las resoluciones y no a las figuras de los jueces. Es cierto que en el ambiente verdaderamente lamentable en el que vivimos de una confrontación ridícula, de esa mala educación y de falta de la más mínima consideración como la que se está viviendo en los debates políticos, es normal que a veces sucedan estas cosas.

Primeras veces... La imputación del fiscal general del Estado es tema de debate y pelea pública.

Yo tengo la confianza y la esperanza de que haya una absolución rotunda en el juicio dirigido a nada menos que la mayor autoridad, al fiscal general. Aparte de que creo que ha actuado correctísimamente y que tenemos la suerte de tener un fiscal general que es una persona enormemente preparada y con un nivel humano extraordinario, está haciendo un esfuerzo enorme por mantener la importancia de lo que significa la corrección y la manera valiente de actuar. Espero, porque no ha cometido ni consta con todos los datos que tenemos y ya ha habido unas decisiones judiciales expresadas en el voto particular en el que se planteaba la no conveniencia de continuar adelante con el proceso penal, que no hay base ninguna para que pueda resultar condenado.

"Fuimos capaces de demostrar que se podía gobernar un municipio con otras maneras de actuar"

También es la primera vez que la mujer de un presidente del Gobierno se sienta en el banquillo. ¿Afectan este tipo de procesos a la democracia?

Lo importante es analizarlo. Lamento mucho esos reproches y planteamientos lamentables que lleva a cabo la oposición en relación con exagerar de una manera casi incomprensible actuaciones que parecen muy pueriles. En lugar de eso, lo que sería muy interesante es que nos planteáramos cómo queremos que sean los cónyuges de las correspondientes autoridades políticas. Eso no lo tenemos regulado y conviene hacerlo. En lugar de regularlo, nos hemos plantado a decir que una secretaria de una asesora de la presidencia puede o no puede hacer esto. Estamos acostumbrados casi siempre a cónyuges, además cónyuges femeninos, que han hecho una labor de acompañamiento y de cuidado a los correspondientes presidentes o autoridades políticas de las que eran pareja. Eso ha cambiado porque, hoy día, el feminismo ha cambiado y plantea que, por muy pareja que sea de una autoridad política, tiene que tener su vida, su propia profesión, cómo llevarla a cabo y cómo ejercerla.

Usted vivió el franquismo y ahora nos enfrentamos a un auge de la extrema derecha, ¿le preocupa? ¿Cómo lo explica?

No es tanto que me preocupa como me ocupa. Es muy interesante reflexionar sobre cuáles son las alternativas de la extrema derecha. A mí me parece muy interesante un libro que ha publicado Mauro Entrialgo, que se llama Malismo. Hace un análisis de cómo se están sustituyendo valores relacionados con la Carta Universal de los Derechos Humanos por otros muchísimo más agresivos y basados en una necesidad de crueldad. Me ocupa mucho, más que me preocupa, el tener que insistir en que hay que tener mucho cuidado de abandonar algo que nos ha dado mucho resultado a los efectos de desarrollar más la persona humana por algo que lo que hace es anularla y convertirla en una especie de boomerang de crueldad.

"Podemos, al encuadrarse en un partido, perdió la posibilidad de cambiar la estructura política"

¿Ha influido en eso la fragmentación de la izquierda?

La izquierda ha conseguido algo importantísimo y es que la lucha de clases como tal ha desaparecido. La organización de los grandes partidos de izquierda da un empoderamiento a la clase obrera tan importante como para configurar grandes políticas y países y como para dividir en un momento histórico el mundo entre el socialismo y el capitalismo. Una de las grandes conquistas, por lo que le debemos muchísimo a lo que fue la cultura de la izquierda, es que en cuanto a los derechos de la clase obrera ha conseguido mejorar muchísimo, crear muchas más clases medias y acabar con esa imagen de los desheredados de la tierra. Esa gran conquista lo que también ha hecho es que ha reformado las estructuras de la izquierda y, ahora mismo, está en un proceso grande de confusión y de no tener muy claro cuál es el papel que debe desarrollar en el futuro.

Usted representó una nueva política que devolvió la esperanza a muchos sectores de la población. De esa nueva política ya casi nada ni nadie quedan. ¿Fracasó el proyecto?

Me siento orgullosa porque creo que fuimos capaces de demostrar que se podía gobernar un municipio con otras maneras de actuar. Lo más importante de quien dirige una ciudad es hacer posible que sea un elemento de cuidado y de acogida para todas las personas que forman parte. Ese tipo de política está ahí, se hizo bien. Otra cosa es que hubo partidos, como pudo ser Podemos, que plantearon inicialmente unas estructuras muy contrarias a lo que hasta ahora eran los partidos políticos y, sin embargo, han acabado teniendo la misma estructura. Algo que pretendía modificar la clase política y, muy especialmente, las instituciones de los partidos, al encuadrarse en otro partido más, acabó perdiendo la posibilidad de modificar eso, las estructuras clásicas en las que se encuadra la política.

¿Le inquietan los discursos xenófobos? Usted pidió un pacto de Estado sobre inmigración, pero las autonomías y el Gobierno ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo en la acogida.

Es un problema que tiene mucho más que ver con lo formal que con lo real. En España hace falta mucha mano de obra y resulta necesario que ayuden personas que proceden de países en los que no tienen las posibilidades económicas que nosotros podemos ofrecer aquí. Sin perjuicio de que haya ese debate político, cuando oigo decir todo esto de que hay que expulsar a los inmigrantes, me gustaría que conocieran cuáles son los imperativos de la ley, qué dice el Tribunal Supremo. La realidad es que respecto a muchísimas de las personas que proceden de países sobre todo subsaharianos no hay posibilidad real de ejecutar sus devoluciones. Cuando ahora vemos a personas emigrantes es muy triste que tengamos una actitud de agresión contra ellos cuando nosotros sabemos bien lo que es la emigración. Pero, además de ser una actitud humanamente reprochable, económicamente es un disparate rechazarlos.

"Los jóvenes tienen razón en estar desencantados porque hay muchas cosas que no se han hecho bien"

¿Echa de menos la política?

Bueno, nunca he estado metida específicamente en política. Me acuerdo un día, hace muchos años, que en un bar dije: «No, si yo no soy política». Y me respondió el señor del bar: «No me tome usted el pelo, si usted es alcaldesa». Sí, uno puede ser alcalde o puede tener una responsabilidad política sin haber tenido una profesión política. La política es una actividad que tiene que ver con la capacidad de organizar, de gestionar, de dirigir lo público que se ejerce durante un tiempo en el transcurso de una vida que no debe ni puede estar destinada exclusivamente a eso. Uno tiene que tener su perfil, lo mismo puede ser un sindicalista, un peón de la construcción, puede ser un restaurador, un abogado o un juez. Llegó un momento que, jubilada, tuve la posibilidad de ser durante cuatro años alcaldesa de Madrid y fue maravilloso, pero yo no soy política. Entonces, no. No me siento fuera de una política en la que nunca he estado.

¿Despacho de abogados de Atocha, carrera judicial o la Alcaldía de Madrid? ¿Con qué etapa se queda?

Con todas porque yo creo que esto es como cuando estás haciendo un puzle, que todas las piezas son necesarias. Cuando tú estás rellenando esa pieza difícil que te falta en un rincón, si no tienes los de alrededor no lo puedes rellenar. Yo creo que no me hubiera sentido feliz siendo alcaldesa de Madrid si antes no hubiera vivido todo lo que de alguna manera me preparó, creo, para poder ejercer hacer durante esos años bien esa responsabilidad de gobierno que las urnas me ofrecieron.

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