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Crimen de las espiritistas en Telde: Una joven mata a su hermana para que su hermano no entre solo al cielo

En el municipio, la historia del primer crimen esotérico ocurrido en España en 1930 volvió a cobrar vida gracias a una obra teatral

Telde

Hay silencios que, con el paso del tiempo, terminan sonando como truenos. En Telde, ese eco volvió a retumbar este viernes por la noche con más fuerza que nunca, cuando el municipio se transformó en un gran escenario donde la memoria y la superstición se dieron la mano. Bajo la dirección del teldense Rubén Darío, una obra teatral rescató del olvido el primer crimen esotérico cometido en España, un suceso que tuvo lugar en el municipio en 1930 y que estremeció a quienes vivían entonces en la zona. Y lo hizo, precisamente, en la noche más simbólica, terrorífica y sangrienta del año, cuando la oscuridad parece traer de vuelta los fantasmas del pasado.

En la quietud que captaba por completo la atención de los espectadores, donde ni un susurro parecía atreverse a escapar, unos pasos rápidos irrumpieron en la escena, rompiendo el hechizo del silencio. Una niña, con una prisa que desafiaba la lógica, corría por el escenario que recreaba la vivienda de Telde donde, en 1930, la joven Aurelia Valido Calixto fue asesinada por sus propios familiares. Al instante, un joven llamado Luis llegó a la casa, impulsado por la curiosidad de descubrir qué había sucedido con aquella familia, y tomó una fotografía en la que aparecían todos. Entonces, el hogar se transformó ante sus ojos, y los espectadores fueron arrastrados al pasado, al fatídico día en que ocurrió el crimen.

¿Por qué falleció Julián?

«La luna está como testigo y el tiempo pasa muy deprisa», se escuchaba de fondo, mientras, al otro lado del escenario, los gritos de Domingo —el padre de la familia— aumentaban la inquietud entre los asistentes. «¡No debemos alterar la noche!», clamaba a los cuatro vientos, mientras su hijo Julián, por quien tanto había rezado y suplicado, agonizaba a causa del tifus. Mientras tanto, la pequeña Lucía, aquella niña que había entrado corriendo al comienzo de la obra, seguía escondida entre los muebles de la casa, negándose a presenciar lo que le ocurría a su hermano.

«Yo no me quiero morir, tengo miedo», alcanzó a decir el hijo de la familia antes de fallecer en esa misma escena. Sin embargo, Domingo y Olga, su madre, se negaban a aceptar lo sucedido. «No entiendo por qué un dios se ha llevado a mi hijo y el diablo no me lo deja ver», lamentó la progenitora a través de una copla.

En ese momento, la pequeña Lucía volvió a aparecer en el hogar, con la muñeca que siempre llevaba entre sus brazos. Al entrar, observó el cuerpo de su hermano, que se le manifestó ya sin vida. «Necesito llegar al cielo y, para que eso suceda, la familia debe hacer un sacrificio por mí», le explicó el muchacho, para que Lucía transmitiera su mensaje a sus padres. Cuando la noticia llegó a la hija mayor, Dolores, ella insistió en que haría cualquier cosa por sarvar a Julián y que pudiese cruzar al cielo.

«Mamá, Julián me ha dicho que Dolores debe ser sacrificada con una lesna de hueso», insistió la pequeña Lucía, asegurando que, de esa forma, se abrirían las puertas del cielo para toda la familia. «Te recibirán los ángeles y tu vida cambiará», trataba de convencerla su padre. Pero entonces, alrededor de la cama de la niña, Luis —el joven que había llegado al hogar para conocer la historia y que, durante toda la obra, había sido testigo de los sucesos desde el presente— gritó con fuerzas: «¡Sálvenla!».Una voz profunda narró entre los rincones del hogar: «Si las voces de hoy clamaran por cambiar sucesos pasados que se convirtieron en desgracia, podríamos transformar acontecimientos que retuercen nuestras almas». Con esas palabras, el silencio se volvió a romper y la historia llegó a su fin.

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