Santa Brígida
Patrimonio de Santa Brígida trata de rescatar el horno de tejas centenario de El Madroñal
Esta pequeña industria abandonada está catalogada como Monumento de Interés Cultural desde hace 11 años

El horno de ladrillos y tejas en El Madroñal, en Santa Brígida. / Pedro Socorro.

El histórico horno de ladrillos y tejas de El Madroñal ha vivido épocas de mayor esplendor. La comisión de Patrimonio Histórico de Santa Brígida ha dado el primer paso para su rescate y conservación tras años de abandono. Situado junto a la carretera, esta pequeña industria de finales del siglo XIX fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento en el año 2014, aunque apenas ha servido para su recuperación y difusión, pese a ser uno de los más grandes y mejor conservado de Gran Canaria.
«Está en un estado de abandono total, convertido en un estercolero», afirma el cronista de Santa Brígida, Pedro Socorro, quien defiende la recuperación de este conjunto etnográfico que forma parte de la historia de La Vega. Y en la misma línea están los integrantes del nuevo Consejo Municipal de Patrimonio Histórico, que se han propuesto tras la última reunión impulsar su conservación.
¿En manos de un banco?
El órgano asesor y consultivo que «reúne a representantes institucionales, técnicos, académicos y sociales con el propósito de impulsar la conservación, difusión y puesta en valor del patrimonio histórico, artístico y cultural de la localidad», ha puesto sobre la mesa la necesidad de determinar la propiedad, ya que parece ser que podría habérselo quedado un banco. El siguiente paso sería intentar la adquisición de este bien, incluso con el apoyo del órgano de Carreteras del Cabildo, puesto que está junto a la carretera y podría habilitar la mejora de su entorno.

El horno, junto a la carretera. / Pedro Socorro
El objetivo final es propiciar la proyección de este monumento centenario, llegando si hiciera falta en último extremo a una posible expropiación dado el estado de dejación en el que se encuentra.
El horno de ladrillos y tejas de El Madroñal es «una reliquia del pasado, de un tiempo no muy lejano en el que los canarios hacían uso de su ingenio y escasos recursos para suministrar materiales a nuestra arquitectura tradicional. El uso de tejas se generalizó en Canarias a partir del siglo XVI de manera tan insospechada, que hasta las primeras ordenanzas del Cabildo de Gran Canaria debieron regularizar esta antigua industria que invitaba a comenzar la casa por el tejado», como ha llegado a manifestar Pedro Socorro.
Mampostería
Se trata de una construcción de planta cilíndrica de unos nueve metros de altura y tres de diámetro de la cámara interior. La estructura fue levantada con ladrillos de 25 centímetros y ocho de canto. El remate interior de la parte alta del cilindro forma una semibóveda que presenta el extremo superior abierto para la evacuación de humos y el tiro de la cocción. Parte del interior conserva restos de enfoscado de barro, para mejorar las condiciones térmicas de la estructura. En el exterior, el horno remata la parte alta a modo de escalones circulares que van reduciendo el diámetro de mayor a menor, permitiendo acceder al control de la salida y tiro de la estructura para su regulación durante la cocción. Estos escalones se ejecutaron con ladrillos que forman anillos perimetrales en la parte superior del horno, parcialmente revestidos con cal hidráulica, bajo los cuales se encuentra la obra de mampostería que sirve de estructura al horno.
La estructura se construyó en un desnivel del terreno, de manera que la parte alta quedó encajada en la pendiente y desmonte, mientras que la parte baja fue reforzada con contrafuertes de sillares y mampuesto irregular, de unos ocho metros de altura y tres de ancho, desde la base, hasta el arranque de la bóveda, dándole una mayor estabilidad. Los contrafuertes sirvieron para apoyo y trazado de los escalones que dan acceso a los diferentes ojos del horno.
El mejor conservado
El horno de tejas de El Madroñal, situado al borde izquierdo de la carretera del Centro (GC-15), ha constituido un perfil inconfundible en el paisaje del interior de la isla desde que comenzara a hornear los primeros ladrillos de barro y tejas para suministrar a las fábricas de viviendas, base de nuestra arquitectura tradicional. Y es uno de los hornos de tejas y ladrillos más grande y mejor conservado de Gran Canaria.
La tradición oral mantiene el recuerdo de haberlo visto funcionar en la década de los años treinta del siglo pasado, antes de la Guerra Civil. Sin embargo, las estadísticas oficiales, o en su caso los censos y anuarios comerciales de principios del siglo pasado, no mencionan esta pequeña industria artesanal, seguramente por ser una actividad discontinua desarrollada en función de la demanda de la construcción local.
Su fecha de construcción se estima en torno a 1898, aunque existen quienes lo cifran en años posteriores. El Bien de Interés Cultural ocupa un área de 155,20 metros cuadrados, y tiene un perímetro lineal de 51,70 metros.
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