Viticultura
El calor y la sequía truncan la vendimia con la peor cosecha en una década
Los bodegueros de Gran Canaria recolectan apenas 170.000 kilos de uva, un desplome histórico frente al más de medio millón recogido en 2015

Un grupo de agricultores trabaja en los videños de la bodega Bien de Altura, en Cueva Grande. | LP/DLP
Elena Montesdeoca herrera
La vendimia de este año en Gran Canaria pasará a la historia, pero no por sus buenos resultados. Desde que se tienen registros, nunca se había recogido tan poca uva en la isla. Hace apenas una década, las bodegas celebraban cosechas de hasta 573.000 kilos, una cifra que ya en 2020 se redujo a 323.000. Sin embargo, la campaña de este año ha sido desoladora: solo se han recolectado 170.000 kilos de uva, el peor dato del que se tiene constancia y un golpe duro para los viticultores grancanarios, según datos del Consejo Regulador de Denominación de Origen de Vinos de Gran Canaria.
Aunque la vid es una planta resistente, acostumbrada a sobrevivir con poca agua, este año ni siquiera su fortaleza ha sido suficiente. Las duras condiciones climatológicas, la prolongada sequía y la ausencia de meses con temperaturas más frescas han terminado por golpear con fuerza a los viñedos de Gran Canaria. El resultado ha sido una vendimia mucho más pobre que la del año anterior, con 20.000 kilos menos y un impacto especialmente duro para las pequeñas bodegas, como la bodega Lava, en Santa Brígida, donde la cosecha ha sido mínima y el esfuerzo por mantener viva la tradición vinícola se ha multiplicado.
«En Santa Brígida la recogida de uvas ha sido menor que en otros municipios de la isla», explica María del Carmen Martín, una de las responsables de la bodega Lava. Según detalla, esta reducción se debe a la inestabilidad del mercurio durante todo el año en esta zona. «Hasta abril y mayo hizo mucho calor, después llegó una breve racha de días frescos que provocó la brotación y luego volvió el calor intenso». Esa oscilación constante afectó al ciclo de la vid y dificultó la maduración del fruto.
Se recolectaron 23.000 kilos más de uva tinta que de blanca, ya que esta es más débil y los racimos se quemaron
A pesar de que la vendimia fue complicada en líneas generales, la cosecha de uva blanca se llevó la peor parte: se recolectaron 23.000 kilos menos que de uva tinta. Este tipo de vid, mucho más sensible y frágil, no logró resistir las intensas olas de calor que castigaron durante el verano a los municipios de medianías y del sur de la isla. Las altas temperaturas marchitaron buena parte de los racimos antes de tiempo.
Caída en la venta de vino
Martín, aunque se muestra devastada y desmotivada por los resultados de esta vendimia, mantiene cierta tranquilidad gracias a las botellas que aún conserva de la cosecha anterior, un pequeño salvavidas que le permitirá compensar la escasez de este año. «Me sobró vino de la última vendimia -confiesa-, y he notado que también ha habido una bajada en las ventas», lamenta. En esta campaña, entre ella y otro viticultor que suministra uvas a su bodega, apenas han logrado recolectar 6.000 kilos, es decir, 3.000 menos que el año pasado, una cifra que refleja con crudeza la magnitud de la pérdida y la fragilidad de un sector cada vez más afectado por el cambio climático y la falta de lluvias.
La peor parte de esta vendimia se la han llevado los viticultores del sur de la isla, que han recolectado un 40% menos que los de las zonas más altas. Allí, los campos resecos y la tierra cuarteada son el espejo de una sequía que ya no pertenece a una sola temporada, sino a varios años de castigo climático. Sin embargo, no todo fueron malas noticias. En las zonas más altas, como en Tejeda, la naturaleza se mostró algo más compasiva. Las temperaturas suaves y las brisas húmedas que todavía acarician las cumbres permitieron a algunos viticultores salvar parte de su cosecha.
Para que en los próximos años la vendimia sea más favorable, será necesario que varios factores se mantengan en equilibrio. El clima, caprichoso y determinante, juega un papel crucial: ni el exceso de calor ni el frío extremo son buenos aliados para la vid. Las temperaturas más bajas favorecen una mayor acidez en el vino, lo que le otorga más vida, frescura y una personalidad vibrante. En cambio, el calor acelera la maduración del fruto, dando lugar a uvas con mayor concentración de azúcar y, por tanto, vinos con una graduación alcohólica más alta.
Los viticultores de la zona sur de la isla cosecharon un 40% menos de uvas que los de la zona de Tejeda
Las consecuencias de esta mala vendimia van mucho más allá del campo. La drástica reducción en la producción de vino ha puesto en jaque la estabilidad de muchas bodegas, que observan cómo sus depósitos se vacían mientras los gastos se mantienen intactos. Con menos botellas que ofrecer, la comercialización se vuelve incierta y la presencia de estas marcas en el mercado se debilita. Pero los establecimientos y el cliente final no entienden de sequías ni de estadísticas. Muchos restaurantes y hoteles prefieren no arriesgarse con bodegas cuya producción no garantiza continuidad, temiendo que, con el paso de los meses, esos vinos desaparezcan de sus cartas por una vendimia que la tierra no pudo sostener. «El cliente final es el que tiene siempre la última palabra y los hosteleros siempre piensan en ellos», argumenta.
De cara al próximo año, a los viticultores solo les queda la esperanza. Tras comprobar cómo las cifras caen vendimia tras vendimia, el panorama no parece alentador. Aun así, sin estudios claros que anticipen cómo se comportarán las temperaturas o las lluvias en los próximos meses, solo hay un deseo compartido entre quienes viven de la vid: que el cielo vuelva a abrirse y la lluvia caiga con la generosidad que este año les negó.
2015
- En el año 2015 la recolecta de uvas en la isla ascendió hasta los 573.000 kilos.
2020
- A mediados de esta década, en el año 2020, la cosecha se había reducido en más de 200.000 kilos, con un total de 323.000 kilos recogidos.
2025
- Este año la cosecha fue con diferencia la peor. La suma total apenas alcanza los 170.000 kilos.
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