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Así afronta Antonia San Juan el cáncer: rutina, verdad y el arte de aprender a decir no

La actriz abre su intimidad para hablar de insomnio, estrés y los aprendizajes que deja la enfermedad

Estado Antonia San Juan

Estado Antonia San Juan / LP/DLP

Johanna Betancor Galindo

Johanna Betancor Galindo

Las Palmas de Gran Canaria

Hay días en los que dormir se convierte en una conquista, y otros en los que aceptar la verdad pesa más que cualquier guion. Antonia San Juan, actriz y directora, lo sabe bien. En mitad de su tratamiento por un cáncer de garganta, ha vuelto a compartir con el público no solo su imagen, sino sus pensamientos más íntimos. Esta vez, habla de insomnio, rutinas, diagnósticos inesperados y la importancia de aprender a vivir con lo que duele.

“Llevaba unos días durmiendo regular”, confiesa. “El médico me aconsejó dormir entre siete y ocho horas, y lo más que conseguí ayer fue siete”. Pero más allá de cifras, lo que Antonia está haciendo es narrar un proceso de transformación: el que ocurre cuando el cuerpo cambia, cuando el miedo asoma, y cuando una mujer elige responder con disciplina, autoconocimiento y paz.

“Dormir se ha vuelto importante”

Antonia reconoce que el descanso es hoy una prioridad absoluta: “Lo más importante en estos casos es el descanso”, repite, consciente de que el cuerpo necesita tiempo y cuidado. A pesar del insomnio, mantiene su rutina: deporte, desayuno, ensayo, y esta semana, la presentación de una gala de premios a los mejores guiones.

Mientras retoma su ritmo habitual, reflexiona también sobre cómo el cuerpo avisa. “Del año 2023 al 2024, por una serie de circunstancias, me provocaban estrés… Me despertaba muy agitada por la noche”. Un estrés que, según ella, pudo haber influido en el desarrollo de la enfermedad: “Si el cáncer se estaba gestando, todo ese estrés contribuyó a su aparición”.

“No era el cáncer que esperaba”

En su historia familiar, el cáncer ha sido una amenaza persistente: “Casi todos los hermanos de mi padre lo han tenido. Mi madre también”. Por eso, pensó que si alguna vez le tocaba, sería del tipo colon. “Siempre he llevado una vida sana. No he fumado, no me he tomado sustancias de nada. Me hacía pruebas cada dos años”. Sin embargo, el diagnóstico llegó por otro lado: “Resulta que no, que parece otro que no tiene nada que ver con eso”.

“He aprendido a gestionar lo que no sabía gestionar”

Lejos del dramatismo, Antonia relata un proceso de aprendizaje. “Muchas de las cosas que he aprendido las aplicaré cuando esté curada, porque confío en la ciencia”. Pero también reconoce que parte del camino ha sido emocional: “Hay que afrontar la realidad y la verdad, sobre todo cuando otra persona te está dañando y tú lo percibes”.

Habla de situaciones difíciles, de haber vivido experiencias “penosas”, de haberse exigido más de la cuenta. Y de cómo la disciplina y el poder decir ‘no’ se han convertido en aliados. “Siempre he intentado pasar por encima, pero he aprendido. Me ha ayudado mucho la disciplina… Aprender a respirar es muy importante”.

“No es buscar personas vitamina, es buscar verdad”

En uno de los fragmentos más lúcidos y emocionantes de su testimonio, Antonia lanza una idea clara: no se trata de rodearse de gente que anime, sino de personas que no hagan daño. “Hay personas que saben bandear esas situaciones. Yo, desgraciadamente, cuando veo que pasa algo me asusto”.

Por eso, el aprendizaje más profundo parece venir del autoconocimiento. De parar. y escuchar al cuerpo y a la mente. “Me interesa cambiar mi vida hacia lo de ahora”, afirma. Y lo dice con la certeza de quien no actúa, sino que vive desde la verdad.

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