José Saramago se estaba afeitando un día de 1988 cuando recibió una llamada de una editorial que le comunicó que sería "un honor" publicar el manuscrito suyo que habían encontrado en una reorganización de sus archivos. Se trataba de la novela Claraboya, que un joven y desconocido Saramago de 30 años (ya estaba casado y tenía una hija) había entregado en 1953 a la Editora Nacional de Portugal para que se la publicaran. "Fue corriendo a buscar el manuscrito para evitar que fuera fotocopiado y porque no tenía copia del texto", aseguró ayer en Lanzarote la viuda del Premio Nobel de Literatura, la periodista Pilar del Río. Por aquella época Saramago terminaba El Evangelio según Jesucristo y era un novelista reconocido.

Saramago no recibió respuesta de la editorial hasta cuatro décadas después y ese silencio le causó tanta humillación y "dolor" porque "no se sintió respetado" que se negó a que editaran Claraboya mientras él viviera, recordó Del Río. "En el fondo es un regalo que nos ha hecho".

La editorial Alfaguara recuperó esa obra del portugués, su segunda creación novelada, que narra la historia de un edificio de los años cincuenta en Lisboa, bajo la dictadura de Salazar, en el que viven seis familias humildes cuyos miembros "se ven sucesivamente envueltos en un enredo", según palabras del propio autor.

La publicación fue presentada el pasado 1 de marzo en la Casa de América, en Madrid, y este sábado en la biblioteca de A Casa del literato, en Tías, en víspera del primer aniversario de la apertura a las visitas de la residencia del escritor, hace justo hoy un año. Durante este tiempo han pasado por las instalaciones unos 10.000 visitantes, "menos de los que esperábamos, pero la casa seguirá abierta, pues si bien es cierto que a Saramago lo pueden mantener vivo en todo el mundo sus libros, a José lo tenemos en Lanzarote, en A Casa, donde pasó los últimos años de su vida y que estamos compartiendo con quienes nos visitan", comentó la periodista.

Del Río, que estuvo acompañada en Tías por la directora de Alfaguara, Pilar Reyes, y el autor de la biografía José Saramago. La consistencia de los sueños, Fernando Gómez Aguilera, mostró el manuscrito final que la editorial le devolvió tantos años después y el cuaderno en el que Saramago fue tomando notas y apuntes durante la escritura de Claraboya. "Es un acto muy emocionante y hermoso. Es el primer libro que se presenta no estando José aquí [en referencia a su vivienda] y una manera de seguir estando".

A la presentación asistieron más de un centenar de personas, que abarrotaron la biblioteca de A Casa, en la que el Nobel escribía sus novelas hasta que falleció, el 18 de junio de 2010.

En el libro, Saramago ya desvelaba aspectos de su modo de ver el mundo y de escribir y que de algún modo anunciaban al escritor que iba a ganar el Premio Nobel.

"El eslabón que faltaba"

Gómez Aguilera calificó de "especial" el acto vivido ayer, pues, "aunque el autor no esté presente, está todo él en el libro, que revela que hay un Saramago anterior a ese Saramago que todos conocemos a partir de 1980 con Levantado del suelo". Subrayó que Claraboya se ha convertido en la pieza central del periodo desconocido del escritor, anterior a esa década, del que se sabía que "había escrito algunos libros de poesía, participado en el mundo del periodismo, pero del que no se conocía prácticamente nada más, excepto su novela Tierra de pecado, que publicó en 1947".

En opinión de Gómez Agui-lera, que es director de Activi-dades Fundacionales de la Fundación César Manrique, "Claraboya es un gran testimonio histórico literario, porque proporciona un eslabón que faltaba". Dijo, además, que "mueve a ser leída porque tiene conexión con nuestro tiempo a través de temas como la cobardía, el amor, el desamor, la falta de respeto o la soledad", entre otros.