Arrecife vivió ayer su gran fiesta del Corpus. Cientos de personas se acercaron hasta las calles aledañas a la iglesia de San Ginés para presenciar la treintena de alfombras de sal marina que el día anterior se confeccionaron para le festividad del Corpus Christi. Juan González es uno de los vecinos de Arrecife que cada año se acerca hasta San Ginés para ver las alfombras. "Me acuerdo que desde niño venía con mi madre", rememora.

La procesión del Corpus es una de las festividades religiosas que se viven con más intensidad en la capital lanzaroteña. Las pequeñas callejuelas que rodean a la iglesia de San Ginés se quedaron prácticamente pequeñas para acoger a los fieles que no quisieron perderse esta celebración.

Un acto que tuvo a unos espectadores de lujo y que no fueron otros que los niños y niñas que días antes celebraron sus primeras comuniones en las distintas iglesias de la capital de la isla.

Si la tarde del sábado fue día de trabajo para las cerca de 500 personas que participaron en la confección de las alfombras de sal, la mañana de ayer domingo fue la de contemplar el trabajo bien hecho. Una de las alfombras que más interés suscitó fue la elaborada por el Ayuntamiento de Arrecife dirigida por el técnico que cada año prepara el escenario del carnaval. Y bien que se notó la mano de Tejure y las de los concejales del grupo de gobierno de Árrecife (CC y PSOE) que no dudaron el sábado de poner su granito de sal. "Les mandé a todos los concejales un correo electrónico para que no se olvidaran", aseguraba la concejal de Cultura, Eva de Anta que no paró un momento de cuidar el más mínimo detalle para que la iniciativa saliese sin ningún tipo de problema.

Pero los que estaban más ansiosos en que se celebrara la procesión eran los chinijos, deseosos de poder pisar los inmaculados tapices de sal. La pequeña Gala García se llevó incluso una pala de playa y una botella de agua para recoger la sal coloreada como recuerdo de ese día al igual que había hecho su hermano mayor el pasado año. "Ya puedo papá", repetía una y otra vez.

Y por fin llegó el gran momento. El párroco de San Ginés encabezaba una procesión que congregó a cientos de personas. El Corpus veía la luz.