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Una orla para seis en La Graciosa

Los alumnos de cuarto de la ESO culminan su formación en el colegio Ignacio Aldecoa

Alumnos y profesores del colegio de La Graciosa junto a la consejera de Educación del Gobierno de Canarias, Soledad Monzón (en el centro). D.R.

Omar, Belinda, Alvaro, Victoria, Cristofer y José Simeón tendrán que dejar el próximo año la isla de La Graciosa para proseguir con sus estudios. Y no lo harán para irse a la Universidad sino para cursar Bachillerato y FP. "Estamos contentos pero a la vez tristes", confesaban estos seis jóvenes tras recibir ayer la orla de cuarto de la ESO del CEO Ignacio Aldecoa de Caleta de Sebo. Después de trece años en el colegio de la octava isla su vida académica dará un giro radical. Y es que tendrán que dejar atrás a sus familias, de lunes a viernes, para trasladarse a vivir a Lanzarote donde les espera dos residencias escolares o las casas de algún familiar.

José Simeón Páez, de 16 años, optará por irse a vivir a casa de sus abuelos en el municipio lanzaroteño de San Bartolomé para cursar primero de Bachillerato. "En La Graciosa había días que nos aburríamos", asegura aunque sin renegar del que ha sido su colegio. Quien seguro lo va a echar de menos será su madre Rosa Delia Pérez que verá como el último de sus tres hijos también coge vuelo para forjarse su futuro. "Ahora si que me veré sola", señala Rosa Delia que ya conoce lo que es que sus hijos pequeños se vayan a estudiar fuera antes de tiempo. "Mis otras dos hijas (que han estudiado Farmacia y Magisterio) también se fueron a San Bartolomé aunque se matricularon desde tercero de la ESO", afirma Rosa Delia.

Omar Guadalupe y Álvaro Hernández tomarán rumbo hacia la residencia del Instituto de Formación Profesional Marítimo Pesquero de Canarias en Arrecife (a la que se conoce en Lanzarote como la Escuela de Pesca) para cursar el ciclo de patrón de litoral, con una duración de dos años. Alvaro tiene claro que quiere seguir los pasos de su padre que cuenta con una embarcación de pesca en La Graciosa. A partir de septiembre tendrán que coger el barco desde Caleta de Sebo, previsiblemente, los domingos por la tarde para vivir el resto de la semana en la que será su nueva casa. Y los viernes de nuevo a la octava isla.

Unos adolescentes que verán como sus vidas se separan desde que iniciaran sus clases en educación Infantil. Belinda Guadalupe se mudará a la residencia escolar de Haría, un centro que abría sus puertas en el curso 1981-1982 para dar respuesta precisamente a los alumnos gracioseros y de otros municipios de la isla que no tenían centro de Secundaria.

"Me voy a matricular en el Bachillerato de Ciencias porque quiero hacer Enfermería", señala Belinda que confiesa que no cambiaría su colegio por ningún otro. "Aquí los profesores te ayudan, así que me da pena tener que irme", afirma.

La directora del CEO Ignacio Aldecoa, María Elena González es ya una institución en la octava isla. De hecho, lleva 22 años dando clases en una isla a la que vino por un año y que se ha convertido en su hogar. "Aunque pueda parecer lo contrario las perspectivas de titulación de los alumnos que salen de este colegio son muy altas", defiende González ante la creencia de muchos padres de que el nivel en este centro es bajo. El actual director insular de Educación, Mario Pérez que fue profesor en el Instituto de Haría corrobora las palabras de la directora graciosera. "En mi época los alumnos que venían de La Graciosa no tenían nada que enviar a los que entraban del colegio de Haría, estaban bien preparados", afirma.

Si la vida de un alumno graciosero es diferente a los del resto de Canarias la de los profesores es casi una odisea. Nueve de los doce profesores se desplazan a diario en barco desde el puerto de Órzola en Haría hasta el de Caleta de Sebo. Un trayecto de media hora que se inicia a las ocho de la mañana y culmina en el barco de regreso a las tres de la tarde. Pablo Urbín, que lleva seis años en La Graciosa pero reside en la localidad lanzaroteña de Puerto del Carmen, se hace unos 90 kilómetros en coche cada día más el trayecto en barco. "Personalmente me compensa, estoy cómodo en este colegio y la relación con los alumnos es más personal y cercana", señala Pablo.

El único inconveniente es el mal tiempo. En el curso escolar las clases se suspenden una media de tres días al año al no poder viajar los profesores en barco al anularse las conexiones marítimas. En el Ignacio Aldecoa ayer despedían a seis de sus gaviotas.

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