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José Saramago Veinte años del Nobel de Literatura

La azafata que anunció el Nobel

El escritor portugués José Saramago se enteró que había obtenido el premio más importante de Literatura cuando esperaba a embarcar en el aeropuerto de Fráncfort

La azafata que anunció el Nobel ARCHIVO FUNDACIÓN CASA SARAMAGO

Para el escritor José Saramago (1922-2010) la mañana del 8 de octubre de 1998 fue una auténtica locura. Y es que el anuncio de la Academia Sueca que le concedía el Premio Nobel de Literatura le sorprendió mientras esperaba en la cola de embarque del aeropuerto de Frankfurt (Alemania) para regresar a Madrid y luego a Lanzarote tras asistir, sin su mujer Pilar del Río, a la feria del libro de esta ciudad alemana. Fue en ese instante cuando una azafata de la compañía aérea Lufthansa le comunicaba que había ganado el premio más importante de las letras.

"De repente oí una voz, pero de la megafonía de la sala de embarque, que llamaba: "Señor José Saramago". Era una voz femenina y me di cuenta de que la azafata tenía otro teléfono. Entonces me preguntó: "¿Es usted..?. 'Sí, sí soy yo' respondí. Y ya no pudo controlarse. 'Es que está aquí una periodista que quiere hablar con usted. ¡Es que usted ha ganado el premio Nobel! Por lo tanto, me anunció que había ganado el Nobel una azafata de Lufthansa, a quien obviamente la periodista, para convencerlo de que me llamara, había dicho: "Tiene que encontrar a ese hombre porque ha ganado el Premio Nobel", rememoraba Saramago en su biografía La consistencia de los sueños escrita por el director de la Fundación César Manrique y uno de sus grandes amigos en la isla, Fernando Gómez Aguilera.

Dos décadas después, la Fundación José Saramago celebra el 20º aniversario de la concesión del Premio Nobel de Literatura a José Saramago, en un acto que tendrá lugar este sábado en la biblioteca de la que fue su vivienda en Tías, convertida hoy en 'A casa' que puede ser visitada por el público. Un homenaje al que asistirá el primer ministro de Portugal, Antonio Costa y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.

El anuncio de la azafata cambió los planes de Saramago que a instancias de su editor en Alemania le convenció para que volviera a la feria dada la magnitud de la noticia. "Para salir del aeropuerto tenía que ir por un pasillo. Era una casualidad que no hubiera nadie en el pasillo. Y yo no recuerdo ningún otro momento de mi vida en que haya sentido esa soledad agresiva. Estaba ahí, solo, un señor con su abrigo y su maletita, con la que había ido Frankfurt por dos días para una conferencia y volvía un señor cuya vida había cambiado totalmente en ese instante. Iba andando y murmurando palabras, hablada un poco conmigo mismo y me decía tengo el premio Nobel ¿y que?", rememoraba el escritor años después en su biografía.

Saramago confesaba posteriormente que ese año no esperaba recibir el Nobel sino un año antes "porque tenía informaciones, indicios, que me permitían pensar que no se lo darían a Darío Fo" relataba posteriormente.

Mientras tanto a miles de kilómetros de distancia, en su casa de Tías, su mujer no paraba de coger un teléfono que parecía que se había vuelto loco. De repente, la vivienda empezó a llenarse periodistas, fundamentalmente de Lanzarote, que intentaban recoger las primeras impresiones del Nobel.

Al día siguiente, el 9 de octubre, Saramago regresaba de nuevo a Lanzarote para compartir un premio que iba a cambiar su vida. Y que mejor manera que organizar una cena en un restaurante de Arrecife al que asistieron un reducido grupo de amigos. Entre ellos, estaba Fernando Gómez Aguilera que fue el encargado de leer un pequeño discurso.

"Ahora que la Academia Sueca ha reconocido la excepcionalidad de la obra literaria de José Saramago y lo ha alojado definitivamente en el útero de la memoria, nos queda pedir por la fértil continuidad de su palabra. Que Saramago siga escribiendo y ampliando su imaginario literario. Que Saramago persista en su discurso intelectual crítico, en su diferencia, dando voz a una conciencia moral ecuménica en permanente vigilia de denuncia, solidaridad y sentido común", eran las primeras palabras de Gómez Aguilera en referencia a Saramago, su mito, el Nobel y el pasillo del aeropuerto alemán por el que el autor del Ensayo sobre la ceguera caminaba en solitario tras recibir el Nobel.

Saramago fijaba su residencia en Lanzarote, a la que definió como su balsa de piedra, en el año 1993 tras la polémica que se suscitó en su país por la publicación del libro El Evangelio según Jesucristo. Desde ese instante se convirtió en el mejor embajador cultural de la isla. Mario Soares, Torrente Ballester, Carlos Fuentes, Gunter Grass o Susan Sontag fueron algunos de los escritores de talla internacional que se trasladaron hasta su casa en Tías. Veinte años después Lanzarote volverá a recordar.

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