"Es la muerte con su sueño profundo fin de las vanidades de este mundo". Este epitafio se puede leer en la fachada de entrada al cementerio de San Román en Arrecife. "Todos deberíamos tenerlo en cuenta", señala el párroco de la iglesia de San Ginés, Miguel Hernández que ayer oficiaba junto a los otros sacerdotes de la capital lanzaroteña la misa en recuerdo a los seres queridos que reposan en el campo santo más importante de la isla de los volcanes.

Miles de personas se acercaron a lo largo del día de ayer hasta el cementerio de Arrecife a honrar a sus difuntos. Una explosión de flores de todos los colores trajo la primavera en medio de un día gris que en varias ocasiones amenazó, sin éxito,con la lluvia.

A sus 72 años, Remedios Santiago no hay un día que no se acuerde de su marido y de su hija fallecidos. Y aunque no hay una mañana de los sábados en los que no se acerque hasta el cementerio de San Román para acompañar a sus dos seres queridos, el 1 de noviembre es un día especial. "Desde las tres de la mañana ya estaba despierta, un poco nerviosa", reconoce. Remedios fue posiblemente la primera persona en cruzar el pórtico de San Román. "Estoy desde las siete y media de la mañana y me iré cuando cierre ". Sentada en una silla de madera seguía mirando fijamente los numerosos ramos de flores que adornaban las tumbas de su marido y su hija.

En el otro extremo del cementerio Lucinda Rodríguez y su hija Lourdes Martín hablaban junto al panteón donde se encuentra el que fuera carpintero de ribera en el Charco de San Ginés, Leopoldo Martín. Flores y sobre todo un pequeño jolatero (embarcación de hojalata típica de Arrecife) dominaban una tumba impecablemente pintada de blanco. "Mi hija y su marido han sido los encargados de adecentarla", señalaba Lucinda que no ocultaba su orgullo por el amor que todavía profesaba a su marido. "Amaba el Charco de San Ginés y aquí le hemos traído un pedacito", afirmaba.