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Los microplásticos hallados en el norte de La Graciosa tienen entre 20 y 30 años

Un estudio de las universidades de Alcalá y Autónoma de Madrid analiza por primera vez el envejecimiento y la composición de las pequeñas partículas de plástico

En las zonas rocosas de Playa del Ámbar (izquierda) se hallan las mayores proporciones de microplásticos y las más envejecidas. a.f./m.t./k.m.

Los microplásticos de Playa del Ámbar, también conocida como Playa Lambra, en el noreste de La Graciosa, una de las zonas de Canarias más afectadas por la presencia de esas pequeñas partículas de plástico, de un diámetro de entre uno y cinco milímetros, proceden de objetos que tienen una antigüedad estimada de entre veinte y treinta años, fabricados entre las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX.

Las evidencias que llevan a adoptar tal hipótesis, una de las novedades de una reciente investigación, son la elevada degradación del material recogido, así como la concordancia entre las proporciones de producción de los plásticos durante las diferentes décadas y las encontradas durante el muestreo.

Así lo ponen de relieve los microbiólogos Miguel Tamayo y Keila Martín, pertenecientes al Grupo de Ecotoxicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, dos de los once investigadores de ese centro y el Departamento de Química Analítica y Física, Química e Ingeniería Química de la Universidad de Alcalá, también de Madrid, que junto a integrantes del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) participaron en el estudio Muestreo e identificación de microplásticos a lo largo de una playa de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote ( Occurrence and identi?cation of microplastics along a beach in the Biosphere Reserve of Lanzarote es su traducción al inglés). Los resultados se publicaron el pasado mes de abril en el Boletín de Contaminación Marina ( Marine Pollution Bulletin).

El trabajo se realizó a partir de las 9.149 partículas de plásticos que fueron recogidas en una franja de terreno de unos noventa metros de longitud paralela a la costa de Playa del Ámbar entre el 1 y el 8 de septiembre de 2018 durante el transcurso de la Campaña Chinijo de WWF y en colaboración con esa organización conservacionista.

La investigación, que dirigieron Francisca Fernández (Autónoma) y Roberto Rosal (Alcalá), consistió en el muestreo y caracterización física y química de residuos plásticos depositados en Playa del Ámbar, explican Tamayo y Martín. Aclaran que el origen de los residuos plásticos no es local, tal y como han puesto de manifiesto también estudios anteriores, "por lo que lo más probable es que, fundamentalmente, se deba al arrastre por corrientes oceánicas". La exposición directa de Playa del Ámbar al influjo de la Corriente de Canarias -corriente oceánica procedente del norte del Atlántico que va próxima a la costa noroccidental de África- favorece que hasta ese arenal lleguen residuos procedentes de diversas partes del mundo. De ahí que se trate de un problema de contaminación de carácter global.

Preocupación

Los expertos aseguran que es "complicado" conocer a qué objetos en concreto pertenecían los microplásticos recolectados, pero en base a los resultados obtenidos, la naturaleza química de la mayor parte de los residuos plásticos, en torno al 90%, era polietileno y polipropileno, polímeros muy utilizados en la confección de envases de alimentación, en la industria textil, así como en gran variedad de productos duraderos como sillas o juguetes. Al ser la densidad de los citados polímeros muy inferior al agua, pueden ser arrastrados con facilidad por las corrientes.

Los datos reflejaron una abundancia media de 36,3 gramos de microplásticos por metro cuadrado, llegando a superarse los 100 gramos por metro cuadrado. En base a esos datos y teniendo en cuenta que La Graciosa es una zona protegida, la presencia de microplásticos, destacan los investigadores, "parece preocupante en Playa del Ámbar, pues, además, por su localización se trata de un punto caliente susceptible de sufrir la acumulación de plásticos durante largo periodo de tiempo".

A su vez, las evidencias de envejecimiento en los microplásticos muestreados "nos indican una posible continuación de la fragmentación hasta dar lugar a nanoplásticos, es decir, inferiores a la micra, lo que supone tamaños 800 veces inferiores a un cabello", advierten los microbiólogos. El siguiente paso en la investigación será estudiar en qué nivel afecta la presencia de micro y nanoplásticos en el medio ambiente y los daños que pueden causar a los distintos seres vivos.

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