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Canarias en emergencia climática

La patrulla 'antimonturro'

Niños de ocho años del colegio El Quintero en San Bartolomé han formado con padres y profesores un equipo que se dedica a eliminar los monturros o montículos de piedras que aparecen por la costa y el interior

Patrulla antimonturros, niños de ocho años del colegio público El Quintero, en San Bartolomé. (l) LP/DLP

La palabra canaria monturro o monturrio hace referencia a esos montículos de piedras que algunos deciden construir en zonas costeras o también en espacios protegidos, en un alarde de inconciencia que lo único que consigue es lesionar el ecosistema y a la fauna que se mueve por estos lugares.

Para evitar estas construcciones tan dañinas, un grupo de alumnos de ocho años del colegio público El Quintero, en el municipio lanzaroteño de San Bartolomé, han decidido salir los fines de semana y poner remedio a estas aberraciones.

Lo que para algunos supone una creación estética representa un atentado contra el paisaje y los inquilinos habituales de estos espacios. Lo peor es que esta desgraciada costumbre se está extendiendo como una forma mal entendida de expresar sentimientos o simplemente de imaginar que se está haciendo una pequeña obra de arte.

La profesora del colegio Quintero, Luz María Duque, fue la que tomó la iniciativa de tratar de hacer algo contra esta lacra. Y sus alumnos, los 25, decidieron que ellos se sumaban a esta peculiar patrulla, conscientes de que hay que evitar que la gente "siga rompiendo las casitas de los animales".

Además, cuando van en patrulla no sólo derriban estos montículos sin ningún tipo de orden, lo hacen atendiendo a las singularidades del terreno y de las piedras, si se trata de rocas lisas hay que depositarlas de una manera y si tienen líquenes, entonces deben ponerse boca arriba, para que puedan seguir respirando y sintiendo el viento.

La patrulla antimonturro de San Bartolomé demuestra en cada una de sus excursiones que estos niños tienen asumido como algo normal en sus vidas la importancia que tiene el territorio, y los animales que viven debajo de esas piedras, sus casas al aire libre, que tanto los enfadan cuando alguien sin escrúpulos, como en el cuento de los tres cerditos, se las derriba.

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