Si la literatura es reflejo de la sociedad y revela sus valores y carencias, el papel de la mujer a lo largo de distintas épocas históricas no ha quedado al margen.

Las letras también contribuyen a construir socialmente el imaginario colectivo del mundo en femenino. Así se refleja en la selección de textos literarios que el filólogo lanzaroteño Zebensuí Rodríguez ha realizado para la exposición Sombrera. Homenaje a la mujer rural y costera de Lanzarote, inaugurada el pasado jueves en la Casa Amarilla (antiguo Cabildo) en la Calle Real de Arrecife.

Uno de los grandes nombres de la Ilustración española, el periodista y escritor lanzaroteño José Clavijo y Fajardo, definió a la mujer en 1763 con las siguientes palabras: "Las mujeres no son criaturas racionales, sino cierta especie de animales, poco superiores a las monas, que éstas aún son más festivas que ellas, y por fin son animales menos perjudiciales [...]". Esta cita, impresa en letras de gran tamaño en una de las paredes de la sala Mujer y literatura de la muestra, no deja indiferente a quien la lee.

En la parte inferior del panel están los versos de la escritora y artista visual nacida en la Isla y vinculada a la acción feminista, Macarena Nieves Cáceres, quien en su poemario Me declaro difunta (2002) escribió: "Y nos sacaron donde los hombres hasta volvernos madres para entrarnos y tirar la llave. En el instante preciso en que descubrimos las ventanas".

Con otra temática y sobre un panel de fondo azul se recogen tres párrafos de la novela Mararía (1973), del escritor tinerfeño ya fallecido Rafael Arozarena, quien residió en el pueblo lanzaroteño de Femés, que le inspiró esa obra. Uno de ellos hace referencia a cómo se protegen las mujeres conejeras del sol. "El diablo es el sol, desde luego, y el hombre se acostumbra a luchar con él y a vencerlo, a veces. Las mujeres también. Las mujeres defienden sus carnes forrándolas con telas oscuras, con faldas muy largas y grandes sombreros de pleita".

Del sol de Lanzarote habla también la letra de Saranda de Lanzarote, uno de los temas más conocidos y aplaudidos de la Agrupación Folclórica Los Campesinos: "Campesina, campesina, no te quites la sombrera porque el sol de Lanzarote pone tu cara morena".

La mujer lanzaroteña del siglo XIX apenas salía de casa y así se recoge en el libro La expedición científica de Ernst Haeckel a Lanzarote (1866-67), de Marcos Sarmiento, publicado en 2011. El zoólogo alemán fue uno de los científicos más brillantes del siglo XIX e impulsor en Alemania de la teoría de evolución de las especies de Charles Darwin: "Las mujeres permanecen prácticamente siempre recluidas en casa, y únicamente pueden salir los domingos por la tarde. Las relaciones con las otras islas y con Europa son muy exiguas", se lee en las líneas extraidas para la exposición.

El escritor nacido en Yaiza Benito Pérez Armas se preguntaba en La vida, juego de naipes (1925) "¿de qué valen las alas cuando no existen deseos de volar?".

El escritor, periodista y político nacido en Teguise en 1874 y fallecido en Madrid en 1950 Ángel Guerra, pseudónimo de José Betancort Cabrera, abordó de manera destacada la figura femenina y, por eso, las comisarias de Sombrera, la historiadora Arminda Arteta y la diseñadora gráfica Vanessa González, dedican una sección al teguiseño. De ese modo, en la sección de textos literarios del autor de La lapa y Al jallo, entre otros títulos, hay uno de 1907 que relata los abusos por parte de pastores a mujeres que andaban solas, convirtiéndose así en víctimas de 'la manada'. "Salían en cuadrillas al encuentro, brutales, frenéticos, como los camellos en celo. [?] Surgían de pronto, saltando al camino, agarrando violentamente a la mujer hasta dar con ella en tierra. Escondidos detrás de un médano o al soco de una aulaga, esperaban el momento oportuno", escribió Ángel Guerra.

También de 1907 hay otra referencia sobre la mujer estéril, sin hijos en los cuatro años de casada, lo que "fue siempre regocijado comento de la gente de la mar". Sus "compañeras la aburrían a preguntas a los pocos meses de matrimoniar. Y el estribillo era constante", describió el autor.

Tres años antes, en 1904, advertía del "espíritu hostil" de algunos autores al "feminismo en el arte, rescoldos de cierta pasión de misóginos en los trazos de las plumas". Ante ello proponía "por qué no hacer galerías de tipos femeninos creados por nuestros más insignes novelistas contemporáneos", ya que "faltan entre nosotros plumas que empleen sus actividades en estos ejercicios para el bien de las letras".