“Gusten y vean qué bueno es el Señor"

En la misa del domingo 8 de agosto, con el autor del Salmo 33, decíamos: “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. Proclamen conmigo la grandeza del Señor…”. Con las letras de esta carta quiero también agradecer, proclamar y bendecir a Dios por los 45 años de presencia de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en nuestra isla de Lanzarote.

Les propuse de hacer una sencilla celebración litúrgica de despedida, pero sé también que ellas tienen muy claro por su hermoso carisma y vocación, aquello de “siervos inútiles somos…hemos hecho lo que teníamos que hacer…” y por eso son reacias a homenajes, reconocimientos y despedidas.

Fue en un lejano primero de mayo de 1976, cuando el primer grupo de 6 hermanas se establecieron en la llamada Casa del Marino del barrio de Valterra, para la atención y cuidado de los enfermos. Dos años antes en 1974, casi simultáneamente, otras comunidades se establecían en el municipio de Tinajo y en la Isla de la Graciosa, donde también realizaron una fecunda labor apostólica y aún se les recuerda con mucho cariño y gratitud. Con el tiempo, las hermanas de Arrecife se trasladaron al barrio de Maneje para la atención de niños y jóvenes en riesgo de exclusión social, hasta el cierre del centro en el año 2011. Pero continuaron viviendo allí, implicadas y comprometidas en la acción pastoral y evangelizadora. Y es en 2014 cuando se ubican en el centro de la ciudad para implicarse al máximo en los diferentes proyectos de Cáritas Interparroquial, en la catequesis, en la pastoral de la salud y penitenciaria, en los consejos parroquiales y arciprestales, en el grupo misionero Ayuda para Ayudar, en la asociación de laicos de la Medalla Milagrosa…una labor oculta, discreta y silenciosa que muchas veces pasó desapercibida pero que ahora  echamos en falta.

Tengo que confesarles que cuando el pasado miércoles 28 de julio despedí en el muelle a las dos últimas hermanas, sentí mucha tristeza porque se cerraba una larga y hermosa etapa de varias décadas. Pero al mismo tiempo quería traer a mi memoria sentimientos de gratitud por lo que juntos hemos compartido. En los últimos 12 años hemos despedido a otras cuatro comunidades de religiosas. En la Isla de Lanzarote llegaron a ser más de una decena. Sólo quedan ahora las Misioneras hijas de la Sagrada Familia de Nazaret que atienden el único colegio religioso concertado en la capital. Hay que seguir ayudándoles y apoyándoles, pues la vida religiosa es necesaria y complementaria con el trabajo que los sacerdotes y los laicos comprometidos realizamos.

Despedida a las Hijas de la Caridad. Diócesis de Canarias

Cada 25 de marzo en las fiestas de la Anunciación, las hermanas renuevan su Sí primero de la llamada del Señor a través de la Compañía de San Vicente de Paúl. Y cada año de manera muy sencilla y profunda al mismo tiempo, se contempla aquella escena del evangelio de Lucas en el Anuncio del Ángel a María. “No temas María”, le dice el ángel Gabriel. No temas le dice también a cada hermana y a nosotros hoy. No temas comunidad nos dice el señor en esa presencia amorosa, cuál lámpara encendida, del pan y el vino consagrados. Y como María nos ponemos en silencio a la escucha del Señor y le pedimos que nos ilumine para mantener encendida la lámpara de la fe, del amor y la caridad para con los más pobres.

"Cuando el pasado miércoles 28 de julio despedí en el muelle a las dos últimas hermanas, sentí mucha tristeza porque se cerraba una larga y hermosa etapa de varias décadas"

Durante casi cinco décadas, han sido muchas las hermanas que quedan en el recuerdo agradecido de todos. Muchas han pasado a la casa del Padre y otras siguen trabajando con ilusión y entrega en otras realidades y lugares. Es imposible enumerarlas a todas. Ellas al estilo del caminante de Nazaret, también han dejado huella en nuestras vidas. Permítanme sólo mencionar a la última comunidad compuesta por Sor Encarnación Alfaro, Sor Pilar Santos y Sor María Dolores Cruz. En nombre de todo nuestro arciprestazgo de Lanzarote y La Graciosa, GRACIAS por darnos el regalo del testimonio de sus vidas consagradas. De bien nacidos es el ser agradecidos. Su casa fue siempre para mí una Betania donde compartir anécdotas, risas, cantos, lloros, preocupaciones, sueños, plegarias, proyectos, inquietudes, dificultades… En adelante no se podrá hacer una lectura seria y rigurosa de la historia eclesial de esta porción de la Diócesis de Canarias, sin tener en cuenta la labor sencilla, discreta y oculta, pero eficaz y fecunda, de este buen puñado de mujeres que como una legión de ángeles han pasado sin hacer ruido. Es difícil, casi imposible, describir y enumerar tantos detalles, acontecimientos, anécdotas, situaciones, experiencias… Sólo Dios, bien conoce los corazones y tiene siempre buena memoria. En su corazón todo está bien grabado. Y sólo a él se debe dirigir nuestra gran acción de gracias, porque sigue visitando y santificando a su pueblo. No estamos lejos del amor de Dios, no hay sequía en su misericordia a pesar de que muchas veces nos encontremos adorando ídolos que no pueden salvar.

Hoy no se entiende la misión y la evangelización, si no se mira al mundo con simpatía, tratando de acoger lo bueno, lo noble, lo agradable y lo bello que en él se encuentra. Saliendo siempre, como nos dice el papa Francisco, al encuentro de los que están en las periferias existenciales y geográficas. Las Hijas de la Caridad así bien lo saben desde sus orígenes y lo llevan como impreso en su ADN. Y esto supone siempre una postura de escucha, una mirada serena, una actitud positiva, una paciencia histórica. Y ello, lejos de provocar la huida, el temor o la mirada de desprecio, provoca el nacimiento de la actitud de misericordia y como rezamos en la Salve, pedimos confiados a Dios que vuelva siempre a nosotros esos sus ojos misericordiosos.

Despedida a las Hijas de la Caridad en la parroquia de La Vega, en Arrecife. Diócesis de Canarias

Una misericordia que a través de estas hermanas hemos visto en forma de pan para el hambriento; en forma de educación y catequesis para el que necesita aprender; en forma de sanidad en la atención, el cariño y la cercanía al enfermo; en forma de justicia para el explotado, encarcelado y excluido; en forma de pobreza evangélica para el empobrecido o para el fascinado por el dinero; en forma de experiencia de Dios para el que está atrapado por el materialismo y hedonismo; en forma de obediencia para el que sólo se escucha así mismo; en forma de humildad y cercanía para el que se encuentra hundido y deprimido; en forma de pequeña antorcha de esperanza para todo aquel que se cree autosuficiente y vive deslumbrado por un progreso que parece no tener fin, aunque haya sido duramente castigado por la crisis de esta pandemia que aún padecemos.

La última comunidad la formaron Sor Encarnación Alfaro, Sor Pilar Santos y Sor María Dolores Cruz

El futuro queda abierto con esperanza en las manos de Dios. Nos enfrentamos a él sin bastón y sin alforjas, totalmente a la intemperie y con incertidumbre, pero también con la certeza y seguridad de que los infiernos de este mundo no prevalecerán sobre la fe y la Iglesia. Dios siempre es providente y nunca nos deja de su mano. De nuestra parte, a ejemplos de María, tenemos que confiar y ponernos cada día en silencio a la escucha del Señor ante el sagrario y pedirle que nos ilumine, que nos haga descubrir la forma de hacer su voluntad en estos momentos.

En este año de San José, fiel custodio de los vocacionados y de la familia, tenemos que seguir pidiendo para que el Señor siga suscitando entre los más jóvenes operarios para su miés. Y entre todos tenemos que acoger y proponer, apoyar y acompañar sin miedos a los llamados. Muchas veces nos encontraremos como Pedro y el resto de los discípulos en la orilla del lago, remendando las redes porque no hemos pescado nada durante la noche. Y si seguimos atentos, veremos aparecer al Señor que nos invitará a ponernos de nuevo en marcha, ir al fondo del lago y en su nombre echar las redes, porque somos pescadores de hombres.

GRACIAS HERMANAS. Dios premie tanto bien y les siga bendiciendo con su amor. En esta isla de Lanzarote y la Graciosa siempre se les recordará con cariño y gratitud. Y siempre permaneceremos unidos en la amistad y la oración.

¡San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, rueguen por nosotros!

Despedida a las Hijas de La Caridad en San Francisco Javier, en Arrecife. Diócesis de Canarias