Pino Medina Rodríguez, vecina de Las Breñas, pueblo del municipio sureño de Yaiza, aún no sale de su asombro tras recolectar ayer lunes, 4 de julio, de la finca cercana a su casa una calabaza de 35 kilos de peso. “Llevo 78 años viviendo en Las Breñas y nunca había visto nada igual”, asegura Pino junto a la enorme verdura que guarda en el garaje de su vivienda.

Plantó las semillas que encontró en una porción de calabaza que había comprado en un supermercado para hacer un potaje y al cabo de las semanas la árida tierra lanzaroteña la sorprendió con un gran fruto que piensa repartir entre sus familiares y amigas. La mujer, que tiene 80 años y nació en Maciot, pago cercano a Las Breñas, nunca se imaginó semejante sorpresa y mucho menos sin haber regado el enarenado donde tiene la plantación ni tampoco haberle puesto abono de forma reciente, ya que "hace al menos 32 años" que preparó la tierra con estiércol para cultivarla con distintos productos para consumo doméstico como cebollas o papas. “Enterré las pipas y un día me asomé y vi que las ramas habían nacido y empezó a echar más y más”, relata Pino.

Un día fue a polinizar manualmente las flores para mejorar el rendimiento de la planta, pero no pudo “casarlas porque todas eran macho”. Añade que “la rama era una preciosidad enorme y las hojas eran más grandes que las patas de un camello”. Otro día volvió a asomarse y observó “cómo cada vez se estaba haciendo mucho más grande la calabaza”.

En otro momento se acercó con su hijo, Segundo Antonio Morales, a ver de nuevo la calabaza y “casi se cae para atrás. '¡Mi madre! ¿Eso es una calabaza?', me preguntó. Fue en busca de un cuchillo grande para recogerla, aunque mi mirado [Leandro Pedro Morales, conocido por Tomás] quería dejarla en la tierra dos o tres semanas más, pero yo quería cogerla porque las ramas se estaban secando y se veían desde el camino. A lo mejor pasaba alguien y me la quitaba ”, cuenta Pino, quien a sus 80 años no había visto una calabaza de esas características en Las Breñas. 

No piensa partir la calabaza "hasta dentro de un par de meses porque no sé si está madura o verde aún".

Otras sorpresas del campo conejero

El campo de Lanzarote es muy agradecido a poco que caigan cuatro gotas. El ingenio del agricultor con la arena volcánica (picón) que expulsaron las erupciones del siglo XVIII en la Isla (1730-1736) ideó un tipo de agricultura para retener la humedad de la noche en un territorio históricamente sediento de lluvias. Así inventó los enarenados.

En 2006 un vecino de Tinajo , en el oeste de Lanzarote, recogió una calabaza de 41 kilos. Dos años más tarde, una vecina del mismo municipio obtuvo un rábano gigante que creció en un jardín de su vivienda. En 2019, otro agricultor de Tinajo logró una calabaza de 1,20 metros de largo, que repartió entre los habitantes del pueblo.