La exposición de fotografías La Graciosa bajo el mar pone en valor el maravilloso patrimonio histórico y natural que se esconde bajo las aguas que rodean la octava isla canaria y el Archipiélago Chinijo. El centro de buceo La Graciosa Divers en colaboración con la Asociación Culdecase ha puesto en marcha esta iniciativa, dirigida a residentes y visitantes, que se podrá visitar en Caleta del Sebo hasta el próximo domingo, 28 de agosto. Alberto Fernández-Campoamor y Estanis Alemán son los autores de las instánteas.

Reserva Marina Isla de La Graciosa

Reserva Marina Isla de La Graciosa Buceo La Graciosa

Las imágenes ha sido captadas en distintas inmersiones guiadas "de la manera más respetuosa posible y siempre pensando en el bienestar de los individuos fotografiados", señalan los organizadores de la muestra.

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Exposición La Graciosa bajo el mar Javier Bermúdez

En el patrimonio natural sumergido de La Graciosa y los islotes del norte de Lanzarote destaca la gran biodiversidad de especies que existe en las aguas que enmarcan la reserva marina. "Una de las plataformas circalitorales más extensas de Europa unido a la coexistencia de diferentes hábitat y a una figura de protección como es la reserva marina dan lugar a que proliferen y se desarrollen las diferentes especies que conviven y mantienen el ecosistema sano", destacan los promotores de la exposición. Pequeñas acciones como no consumir pescado de pequeñas tallas, apostar por la pesca tradicional , sostenible y regulada o no tirar basura, plásticos y colillas "contribuyen notablemente al bienestar del océano y por ende, al de todos nosotros", señalan.

Un mundo en miniatura

"No hay palabras para describir la sensación que podemos experimentar al estar ingrávidos en ese azul infinito y de repente ser rodeado de un banco de decenas de miles de peces que curiosos se acercan y se van", relatan los buceadores. Así, se pueden ver, en otras especies, pejeperros, espirógrafos, chuchos, carabelas portuguesas, pulpos, meros, okenias, cratenas, chupasangres, camarones verdes, gorgonias amarillas, tiburones Ángel, tembladeras, viejas, roncadores, burritos listados, tortugas verdes, bicudas y medregales.

Okenia en aguas del Archipiélago Chinijo. Alberto Fernández-Campoamor

El Veril de las Anclas

La Graciosa se convirtió en refugio de piratas y corsarios, actividad que tuvo su auge en el siglo XVII. "La ausencia de una población que diese aviso a las autoridades convertía la zona en un fondeadero seguro y además, encontraban una posición ventajosa para acechar a los numerosos barcos que frecuentaban la zona. Muchas veces se fondearon en parajes cercanos a la isla y cuando las condiciones no lo permitían, en la baja conocida como el Veril de las Anclas", rememoran los organizadores de la exposición.

La calma de El Río (brazo de mar que separa Lanzarote y La Graciosa) atrajo a muchos barcos a fondear en la zona, disfrutar de la tranquilidad necesaria para efectuar reparaciones y avituallarse en las fuentes de agua dulce ubicadas en el Macizo de Famara. Sin embargo, "en las zonas más propicias para ello, el calado era insuficiente para navíos cargados, por lo que muchas veces se veían obligados a deshacerse de peso, a soltar lastre. En otros casos, cuando el viento arreciaba, era preciso fondearse con una o varias anclas", explican.

Veril de las Anclas, entre Lanzarote y La Graciosa. Alberto Fernández-Campoamor

El Veril de las Anclas, uno de los lugares retratados, es una formación rocosa que atraviesa El Río y en la que se han localizado hasta nueve anclas del tipo almirantazgo, en su mayoría fundidas en Inglaterra entre los siglos XVI y XVIII (1500-1700). El uso de este tipo de anclas de hierro fundido se extiende rápidamente por el mundo, sustituyendo a las anclas primitivas que eran de madera y plomo. Por tanto, "se acepta que el contenido arqueológico que se conserva no se creó debido a naufragios, sino a pérdidas accidentales o sueltas premeditadas de anclas para aligerar peso. El Veril de las Anclas ofrece un variado catálogo de estos elementos históricos, algunas de ellas de hasta casi cuatro metros de longitud".

Las anclas aún se encuentran en el lugar donde fueron dadas por perdidas o deslastradas por los barcos que las transportaban. En algunos recónditos rincones aún resulta posible localizar restos de botijuelas cerámicas, fabricadas en los alfares sevillanos entre los siglos XVI y XVIII (1500-1700), parte de los cargamentos de aceite y aceitunas que se destinaban a las poblaciones de las colonias americanas.