Un equipo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y del Instituto de Geociencias IGEO (CSIC-UCM) ha fabricado una simulación del suelo lunar compuesto por basalto a partir de la utilización de rocas volcánicas de Geoparque Mundial Unesco de Lanzarote y del Archipiélago Chinijo.

En un comunicado conjunto, ambas instituciones señalan que el desarrollo de esta iniciativa -denominada ‘LZS-1’ y recogida en la publicación científica Scientific Reports- es un hito experimental y una primicia desde el punto de vista geológico y astrobiológico, puesto que en la Tierra se disponen de meteoritos y rocas lunares que solo pueden utilizarse a efectos experimentales de manera muy restrictiva.

Así, el investigador del Departamento de Química-Física de la UCM, Fernando Alberquilla, explica que «emular rocas y suelos de la Luna, Marte y otros cuerpos planetarios está destacando como un tema de vanguardia de primer nivel con implicaciones científicas, de ingeniería y sociales».

Al respecto, observó que Lanzarote se está utilizando actualmente como análogo terrestre, que es una zona donde, además de probar instrumentos científicos, se testan otras capacidades de los astronautas en un entorno similar al contexto geológico, geomorfológico o mineralógico al que van a ir para asegurar la habitabilidad y la supervivencia.

En este punto, el investigador del IGEO, Jesús Martínez Frías, señala al respecto que «a punto del despegue de Artemis y con el regreso de la humanidad a la Luna en marcha, es importante contar con simuladores para pruebas de habitabilidad».

Además, los científicos añaden que este resultado ayuda a la extracción de oxígeno de minerales, al cultivo de plantas y alimentos o a la caracterización y obtención de recursos, entre otras aplicaciones.

Por su parte, para llevar a cabo el estudio, se seleccionaron tres kilos de rocas basálticas y se analizaron mediante diferentes técnicas para determinar su composición a nivel mineralógico y geoquímico, y los resultados se compararon con datos de otros simuladores lunares y de la misión Apolo 14. Después, se realizaron pruebas para conocer sus propiedades físicas y evaluar su capacidad como material análogo para su uso in situ como recurso para posteriores ensayos geológicos y astrobiológicos.

Finalmente, esta investigación se enmarca en las actividades del Grupo de Investigación de Meteoritos y Geociencias Planetarias del CSIC en el IGEO y el Laboratorio de Geociencias de Lanzarote, centradas en la importancia de las Islas Canarias, especialmente Lanzarote como uno de los Análogos y Laboratorios Naturales más importantes del mundo para estudios de geología planetaria y astrobiología.

«El desarrollo del LZS-1 en España abre la puerta a futuras e innovadoras investigaciones que conectan la Tierra, la Luna, Marte y los asteroides y el desarrollo de futuras misiones tripuladas», concluye Alberquilla.

Rocas iguales a las de la Luna

Desde que los astronautas de la NASA y la ESA comenzaron a entrenarse en sus campos de escoria volcánica, en 2017, lo del «paisaje lunar» de Lanzarote dejó de ser un lugar común para convertirse en toda una promesa científica, pero ¿se parece tanto esta isla a la Luna? Tanto, que sus rocas son idénticas a los 33,5 kilos de rocas que recogió el Apolo 1 en La Luna.

Fernando Alberquilla (IGEO-UCM), Jesús Martínez Frías (IGEO-Involcan), Valentín García Baonza (IGEO-UCM) y Rosario Lunar (IGEO) han comparado las propiedades físico-químicas, mineralógicas y morfológicas conocidas de esas rocas de Fra Mauro con las muestras de basaltos que ellos han recolectado en las Peñas de Tao, en Lanzarote.

Y su conclusión es que son prácticamente idénticas, o dicho en palabras técnicas: se aprecia «una fuerte correlación (entre las Peñas de Tao y Fra Mauro), no solo en términos mineralógicos y géoquímicos, sino también en sus propiedades físicas».

Lo cual, añaden, abre un nuevo campo de investigación en el que cabrán, por ejemplo, pruebas para extraer oxígeno de los óxidos de basalto, ensayos sobre el potencial de esos suelos volcánicos de las Peñas de Tao como material de construcción o experimentos con ellos dirigidos a saber cómo se podrá sembrar y cultivar en la Luna.

Y el descubrimiento tiene su importancia porque, tarde o temprano, el hombre establecerá una base en la Luna y, para ello, antes deberá saber qué puede hacer con los materiales que cubren su superficie: ¿sirven para construir un refugio o una carretera?, ¿se puede sembrar en esos suelos?, ¿es posible extraer de ellos oxígeno y agua para los astronautas?, ¿contienen combustible apto para sus naves (helio)?, ¿pueden proporcionar materiales como hierro, titanio o cromo?

En realidad, el hombre ya tiene a su disposición rocas traídas directamente desde la Luna, gracias, sobre todo, al programa Apolo de la NASA de los años setenta, pero son tan escasas y valiosas que resulta inconcebible experimentar con ellas a gran escala.