El olvido es una segunda muerte. La frase, en letras grandes, aparece proyectada sobre un viejo pupitre de madera, uno de esos elementos imprescindibles que ilustran la exposición que estos días puede verse en la Casa Amarilla de Arrecife. Y ante esa verdad contundente, sin fisuras, Santiago Alemán se inventa una salida. Una salida tan mágica como las galletas que se comió Alicia para salir de aquella habitación y entrar en el país de las maravillas. Santiago, en lugar de bebedizos de hechicero, ofrece una sucesión de láminas, de dibujos poderosos, de esos trabajos que salen de las manos y del corazón y se enfrenta a esa verdad dolorosa. Luchar contra el olvido resulta una batalla constante, en ocasiones infructuosa, el tiempo siempre corre a favor de ese olvido que seremos y al final suele ganar la partida. Esta vez no.
Santiago Alemán saca su cajón de mago, de alquimista minucioso, arropado por sus lápices de colores y de ahí brotan los tesoros más cautivadores, cercanos, y también los más inquietantes. Como los dibujos que resuenan a las pinturas negras de su admirado Goya y con esta colección sugerente construye un relato sobrecogedor y simpático: los retratos que aparecen recogidos en el bestiario. Una muestra en la que florecen espectros, figuras animalizadas, fantasmas o «caraculos», como los llama él mismo. Un bestiario muy personal que emana de obras cada vez más pictóricas y críticas, adentrándose en lo que el propio Santiago denomina «expresionismo surrealista», una fórmula que combina la fuerza comunicativa del expresionismo con la potencia del mundo onírico.
Vale la pena detenerse y tratar de reconocer a los personajes, en este paseo por la alfombra de la ironía y el surrealismo más hilarante. La exposición resulta un viaje en el tiempo, en el espacio, y hasta en los distintos estados de ánimo. Santiago Alemán empezó por mirar el entorno, las montañas, los caminos de rofe, las palmeras despeinadas que podía ver desde la casa de sus abuelos en Conil. Y así empezó a plasmar un mundo cercano, de casonas, estructuras, cimientos fuertes, que con el paso del tiempo están desapareciendo. Se caen, vencidas, y con ellas se pierde parte de la historia de Lanzarote que Santiago Alemán se esfuerza en mantener, y en llevar a sus cuadernos de contador impenitente. Dice Mario Ferrer, uno de los comisarios de la exposición, que Santiago Alemán siempre está del lado de los perdedores, de los frágiles, de los vencidos.
Y así propone una serie que dedica a los migrantes. Hombres y mujeres rotos, arrastrando los pies sobre la arena, con la mirada perdida, con la mirada más triste. Mientras el mundo que los debería recibir los espanta. Estos dibujos reflejan esa lucha de los más pobres. Por alcanzar la orilla, el mundo que está detrás del horizonte y al llegar, esa realidad los devuelve a un tiempo de hostilidades. Los que llegan sin nada recuerdan, a través del trazo de Santiago Alemán, a todos aquellos vencidos de las guerras. Cruzar al otro lado es una cruel batalla.