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Arte

José Gopar, el artista vencido

Hijo de una familia de pescadores pobres de Arrecife, José Gopar logró con mucho esfuerzo cumplir sus sueños: ser un artista reconocido. El sueño duró poco, sus miedos, su fragilidad, acabaron con la magia y terminó por morir solo y en el olvido en su casa de Gran Canaria.

Obra de José Gopar. |

Obra de José Gopar. | / FAMILIA GOPAR

C. D. G.

Arrecife

José Gopar, el hijo de pescadores pobres, pobres y rudos, pobres y también inocentes, nuestros santos inocentes, nunca fue lo que ellos esperaron. A José jamás le gustó la pesca, ni navegar en aquellas chalanas mínimas, él prefería estar en los traspatios, con las mujeres, con sus cuentos, y esa forma tan especial de entretenerse entre ellas. Cosiendo, riendo, y contando la vida.

Fue un maestro el que vio lo que hacía José, sus trazos, esa facilidad para el dibujo, y en una visita inesperada les pide a sus padres, a Miguel y a Fidela, que permitan que su hijo estudie. Y aquel viejo y recio pescador y también maestro gallero se sintió, quizás por primera vez, importante. Nadie, hasta entonces, había estado en su casa para darle una buena noticia.

Y aquel muchacho tímido y con demasiadas inseguridades logra estudiar con becas en la Escuela Luján Pérez, donde llegó a dormir en los pasillos por carecer de suficientes medios económicos, y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.

José era algunos años menor que César Manrique, pero se conocían, y mantienen una breve correspondencia. En una de esas cartas, César le dice que aguante, que no se vaya de Madrid, que puede aprender mucho.

Arrecife y su entorno

Sonaban las doce campanadas en el reloj del Cabildo y las calles de Arrecife se hundían en sombras, y es que el motor de la luz dejaba de rugir, y de alumbrar. Arrecife era un pueblo pequeño, y engruñado, en el que la mayoría solo trataba de sobrevivir. Y al fondo como en una postal, puerto Naos, con sus veleros.

Murió olvidado y solo en su casa en Gran Canaria y la noticia de su muerte no llegó a Lanzarote

José Gopar se sentía como ese barco varado, en mitad de la nada. Y vio al mar cambiar de color, y lo vio apagarse y hasta volverse arisco y entonces decidió que su vida estaba en otro lugar. Y se fue.

Desde Gran Canaria inicia una carrera fulgurante. Expone en Madeira, Francia, Dinamarca, y en el Museo del Barrio de Nueva York. Asiste a todas las fiestas, a aquellos eventos en los que participa también diseñando vestidos, carrozas y hasta viviendas.

Dice su amigo Juan Godoy que en la década de los sesenta y setenta José Gopar llegó a convertirse en el niño mimado de Las Palmas de Gran Canaria: «Todos querían tener una obra de Gopar».

Elogios y reconocimiento

La periodista Natalia Sosa Ayala escribe: «Con el alma un poco melancólica, por no sé qué vaga tristeza, perdóneme el pintor, se me escapan las manos a escribir; ¡fueron tantas, tantas las emociones que se fundieron en mí al ver sus cuadros¡».

José Gopar, el artista vencido

José Gopar, el artista vencido / FAMILIA JUAN GOPAR

También recibe elogios de Agustín de la Hoz, que habla de Gopar como un pintor que aún no se ha comercializado, y es puro.

El artista lanzaroteño vive uno de sus mejores momentos a comienzos de los 80, que culminan con la exposición sobre Lorca que realiza en el Museo del Barrio en Nueva York.

Dificultades y declive

En la revista Formas Plásticas al comentar esta muestra dice: «Gopar ha sabido plasmar con acierto la plasticidad poética de Lorca tanto en su color como en el ritmo donde se alternan vicisitudes que cabalgan hasta las emociones más profundas». Sin embargo, él no llega contento. Se queja de ciertos problemas que aparecieron en Nueva York. Se lo comenta con cierto aire de resignación a su amigo Carlos Díez.

La pintura de José Gopar va de un lado a otro, resurge y se hunde, toma una vereda y en el siguiente cruce cambia. Dice Carlos Díez que tuvo malos representantes, mala suerte.

Y aquel chico que se mareaba en los barcos y que logró entrar en la carismática Academia de Bellas Artes de San Fernando comienza a diluirse. Acepta trabajos extraños, como pintar las mascotas de ciertos famosos, realiza un cuadro sobre el gato negro de una bruja. Él lo sabe, sabe que trata de mantenerse entre esos artistas famosos que recorren las fiestas, pero a costa de perderse, de tropezar. Y de caer.

Con la llegada del Covid todo se para. Ya no quiere ver a nadie, se encierra en su casa, trata de iniciar un nuevo camino, explotar otras maneras de acercarse al arte, pero le fallan las manos. Tiembla. Ahora solo quiere morirse, y que todo termine.

La periodista Concha de Ganzo ha realizado un documental de 25 minutos sobre la vida del artista

José y su mala suerte se transforma en un artista olvidado, en el perfecto perdedor de una historia que merece ser conocida.

El documental sobre su vida

La periodista Concha de Ganzo presentará en las próximas semanas en Arrecife un documental de 25 minutos sobre la vida agitada y fascinante de este artista lanzaroteño. El cortometraje, que cuenta con el patrocinio de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Arrecife y la colaboración de Memoria Digital de Lanzarote, trata de rescatar, a través de las voces de familiares como su hermano Casimiro, su sobrino Juan Gopar y sus amigos de Gran Canaria: Juan Godoy, Manuel J. Montul y Carlos Díez, la vida, con sus sinsabores, de un hijo de pescadores que logra alcanzar sus sueños.

El cortometraje logra grabar dos grandes murales que realizó José Gopar y que aún se mantienen en Agaete. Y además cuenta con la música original de Samuel Aguilar y la colaboración de la cantante Beni Ferrer, que interpreta la canción Arrorró.

José Gopar falleció en octubre de 2023. La noticia no llegó a Lanzarote. En ocasiones, la vida golpea de frente, da en la cara, como ese viento insolente que grita de noche por las esquinas de Arrecife. Un pintor que provocaba emociones, que recorrió medio mundo, pasó al olvido. Sin duda, esta es la historia de un artista que al final fue vencido. Por nacer pobre, por sentir lo que sentía, por buscar atajos, o solo por haber tenido mala suerte.

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