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Fotografía

Cuando el cámara se convierte en objetivo

El Teatro Guiniguada de Las Palmas de Gran Canaria estrena el martes el documental ‘La mirada artesana’, un trabajo sobre la figura y el importante e inconmensurable legado del fotógrafo lanzaroteño Javier Reyes Acuña producido por el Centro de Datos del Cabildo de Lanzarote y realizado por Veintinueve Trece.

Imagen de varias chicas divirtiéndose en Las Salinas de Punta Mujeres (1955)

Imagen de varias chicas divirtiéndose en Las Salinas de Punta Mujeres (1955) / JAVIER REYES (MEMORIA DIGITAL DE LANZAROTE)

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Arrecife

Al lanzaroteño Javier Reyes (1926-2024) en absoluto le ofendía que lo denominaran «fotógrafo de pueblo». Aunque algunas de las imágenes que realizó a lo largo de sus treinta años de profesión figuren por su calidad e importancia entre las más reproducidas no solo de Lanzarote sino de todo el Archipiélago, para él era un orgullo que se vinculara su trayectoria a los pueblos y habitantes lanzaroteños «porque sin ellos yo no habría sido nadie», reconocía Reyes Acuña en una entrevista publicada en LA PROVINCIA/DLP en el año 2023. Como merecido homenaje a su trabajo, este martes 21 de octubre el Teatro Guiniguada de Las Palmas de Gran Canaria acoge el estreno del documental La mirada artesana, basado en la vida y obra del conejero que mejor –y más– retrató un Lanzarote que ya solo perdura en la memoria de unos pocos conejeros... y en las fotografías de Javier Reyes.

Muchas son las imágenes suyas que figuran entre las más valoradas de los archivos de fotografía histórica de Canarias, pero aquella de un grupo de mujeres gracioseras descendiendo por los Riscos de Famara, en Lanzarote, cargando en sus cabezas cestas y sacos cuando regresaban a la mayor de las islas del Archipiélago Chinijo, sintetiza cómo Reyes Acuña se implicaba en la realización de sus instantáneas, porque lo cierto es que él formaba parte de esa sencilla realidad que tanto y tan bien retrataba.

«Para hacer esa foto me uní a ellas, que iban cantando por las veredas esas y yo detrás, acompañándolas porque también iba para La Graciosa a quedarme allí. Eran las fiestas del Carmen y en La Graciosa tenía unos amigos que me alojaban gratis», relataba a sus 95 años el protagonista de La mirada artesana, una pieza producida por el Centro de Datos del Cabildo de Lanzarote y realizada por Veintinueve Trece, que para su proyección en el Teatro Guiniguada cuenta con el apoyo de Filmoteca Canaria.

Un grupo de vecinas de La Graciosa desciende por el Risco de Famara cargando en sus cabezas con cestas y sacos de regreeso a la Isla (1954)

Un grupo de vecinas de La Graciosa desciende por el Risco de Famara cargando en sus cabezas con cestas y sacos de regreeso a la Isla (1954) / JAVIER REYES (MEMORIA DIGITAL DE LANZAROTE)

La relación de Reyes Acuña con La Graciosa, que hasta entonces solo había vivido visitas puntuales de profesionales de la imagen, enriquece también su figura profesional, pues sus habituales estancias en territorio graciosero le permitían captar la cotidianidad de sus por entonces olvidadísimos habitantes.

Con más de 16.000 negativos, Javier Reyes generó uno de los fondos documentales más destacables del patrimonio visual, cultural, histórico y antropológico de Lanzarote y La Graciosa. Desarrolló este trabajo de forma incansable entre 1943 y 1972, dando lugar así a un proyecto que muestra el cambio y la evolución de la sociedad canaria de la época y la de su isla particularmente.

Afincado en su estudio de Haría, su localidad natal, mostró una enorme destreza para reflejar con veracidad, humanidad y cercanía las costumbres y vivencias de sus vecinos.

«En mi juventud», relataba Reyes Acuña sobre sus inicios, «unos compañeros del pueblo de Haría tenían una máquina fotográfica sacada por cupones, de esas ordinarias. Entonces nos hacíamos una foto y eso... A mí me comenzó a gustar lo de los carretes y tal. Más tarde», continuaba explicando a este periódico, «tuvimos un batallón de militares en el pueblo y uno de ellos me invitaba a su casa, donde tenía un estudio fotográfico de aficionados. Yo me fijaba un poquito y fui cogiendo recorte y aprendiendo. La gente del pueblo entonces empezó a darse cuenta que hacíamos fotos en Haría y me compré una máquina Zein de 6x9 milímetros y, más tarde, otra de 35, con las que comencé a hacer fotos para las cartillas de racionamiento, fotos en bodas... Así empecé», rememoraba el fotógrafo.

Medio centenar de vecinos de Lanzarote miran a la cámara del fotógrafo Javier Reyes (1955)

Medio centenar de vecinos de Lanzarote miran a la cámara del fotógrafo Javier Reyes (1955) / JAVIER REYES (MEMORIA DIGITAL DE LANZAROTE)

La humildad y, sobre todo, la verdad con la cual Javier Reyes realizaba sus fotos queda retratada en que abordaba con el mismo entusiasmo tanto las imágenes costumbristas que le ofrecía el Lanzarote de entre 1943 y 1972 —periodo en el cual mantuvo activa su profesión de fotógrafo— como haciendo las fotos de carnet que tomó a cientos de personas y que, además, le proporcionaban dinero suficiente para mantener a su familia. «Les cobraba dos o tres pesetas; así se hizo bastante trabajo», admitía sobre una labor que, según él, «no me convertía en un artista sino en un trabajador más; si le soy sincero me ha costado mucho asumir eso de que soy un artista», confesaba Javier Reyes Acuña.

«Le hice la foto del carnet a todo el municipio de Tinajo en primera y segunda remesa porque a los cinco años había que renovarlo. Me iba para allá con mi familia, ya con todo organizado, con una cámara pequeñita de 35 mm cargada con una película que dejaba hacer 36 fotos; ahí mismo aprovechaba yo y si podía poner a cinco personas juntas las sacaba y después la ampliaba al tamaño que correspondía para el carnet de identidad. Luego seguía por el municipio de Haría, en sus barrios, La Graciosa...», decía acerca de unos recorridos que en absoluto tenían que ver con los actuales, pues Lanzarote contaba con pocas carreteras en condiciones y llegar a aquellos por entonces remotos lugares suponía toda una odisea. «Lo del carnet fue muy importante. En aquel entonces la gente tenía que ir hasta Arrecife desde Haría a hacerse esa foto, pero empecé a hacerlas yo aquí y me venía todo el mundo», añadía al respecto el protagonista de La mirada artesana.

Figura imprescindible

La figura de Javier Reyes Acuña como narrador a través de sus imágenes del pasado de Lanzarote es tan importante que el martes, tras la proyección del documental, se celebrará un coloquio a cargo de Miguel Ángel Martín de la Rosa, director del Centro de Datos del Cabildo de Lanzarote, quien durante el encuentro profundizará en el legado, la metodología de trabajo y la relevancia de la obra del fotógrafo.

La institución cabildicia recibió por parte de Reyes la donación de su archivo, una colección de 16.000 negativos cuya gestión queda ahora en sus manos y que ya han sido digitalizados en un laborioso proceso que tiene en Canarias pocos antecedentes sobre la producción fotográfica de otros camarógrafos tanto canarios como afincados en las islas.

Baile ‘agarrao’ durante una fiesta en el pueblo de Guatiza (1950)

Baile ‘agarrao’ durante una fiesta en el pueblo de Guatiza (1950) / JAVIER REYES (MEMORIA DIGITAL DE LANZAROTE)

Reyes cubría retratos, bodas, bautizos y todo tipo de encargos, pero asimismo plasmó a sus habitantes durante sus arduas tareas domésticas, trabajando en la pesca, relacionándose en eventos religiosos y festividades… Junto a la actividad realizada en su modesto estudio, Javier Reyes también llevaba su cámara a reuniones y eventos sociales, fotografiando los ritos y momentos de ocio de la sociedad que lo rodeaba.

La imagen de tintes berlanguianos que muestra a un monje franciscano llegando a lomos de un camello al lanzaroteño pueblo de Ye en el año 1950 demuestra asimismo el olfato de Javier Reyes a la hora de elegir su objetivo.

Más allá de aquellas pesetas que sacaba de hacer fotos de carnet, el fotógrafo halló otra fuente de ingresos realizando retratos que tomaba de amigos, familias o parejas durante las fiestas populares y bailes de la isla, una oportunidad cuyos resultados reflejan su delicado acercamiento a enamorados, músicos, camareros, ansiosos pretendientes y madres vigilantes, juegos de niños o los ambientes nocturnos de la isla.

Ninguno de esos escenarios le conmoverían tanto como la pobreza de la cual fue testigo cuando realizaba aquellas fotos de carnet. «Llegaban a hacérselas en familia, todos con las ropas raídas los pobrecitos y quemados por tantas horas trabajando bajo el sol», confesaba este personaje de película que también sabía reírse de situaciones como esta que le tocó vivir.

«Me acuerdo que en Ye una vez al cura, que era de hablar con la gente, lo invitaban al brindis e iba caminando a las casas, se olvidó que tenía otra boda en Máguez. Cuando se dio cuenta me repetía: “Javier, que se nos pasó la hora”. Entonces el hombre me comenta de camino: “Javier, yo le voy a decir que se nos pinchó una goma y tú dices que sí, que yo ya luego te perdono el pecado”. Y allí que llegamos. Estaba el novio esperando en la plaza con una cara de angustia y le dice al sacerdote: “Cómo es eso, que está todo el mundo esperando en la boda por usted”. Y el religioso le responde: “¡Ay chico! Es que se nos pinchó la goma, ¿verdad, Javier?”. Y yo al lado: “Sí, sí, sí... Efectivamente”. Genio y figura.»

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