Salía de fiesta todos los fines de semana. La mayor parte de las veces solo. A veces comenzaba las juergas desde el jueves y en su seno familiar no se le tenía como un padre y marido ejemplar; más bien lo contrario. Pero de ahí a que sus allegados supieran que convivían con el que podría ser, presuntamente, el mayor violador en serie de la historia de España, dista un abismo.

Miguel Ángel M. R., el presunto violador detenido en la capital grancanaria, concretamente en la calle Donante Altruista, y cuya historia ha conmocionado a la opinión pública de las Islas, genera una repulsa colectiva que aumenta a medida que se van conociendo detalles de sus atrocidades.

Se estima que en los últimos tres años ha podido cometer hasta dos o tres agresiones sexuales por semana, algunas de las cuales ni siquiera han sido denunciadas. Pero quedan muchas cosas por saberse de este peón de la construcción, padre de dos hijos y abuelo de un nieto, cuya ficha policial sólo recoge un intento de violación a una sobrina suya cuando ésta apenas tenía ocho años.

Durante un tiempo, antes de su detención y cuando no se tenían datos de su filiación, se le conocía en círculos policiales como el violador de la furgoneta blanca. Atacaba de noche, más bien de madrugada, después de seleccionar a sus víctimas en algún lugar de copas de Gran Canaria, pues se preocupaba de diversificar los lugares nocturnos a los que acudía. Entablaba conversación con mujeres y conseguía que se subieran a su vehículo con cualquier tipo de excusa.

Una vez dentro del coche, la que se resistiera a sus pretensiones sexuales era sometida a golpes y amenazas con todo el arsenal bélico que escondía en su interior: un cuchillo de grandes dimensiones, un destornillador y una barra de hierro. No se tienen datos que afirmen que alguna de sus víctimas fuera introducida en el vehículo a la fuerza.

Siempre cometía las violaciones (anales muchas de ellas) en su zona preferida de ataque, descampados del norte de Gran Canaria, cerca de la costa aruquense y en los alrededores del monumento al Atlante, lugar al que las conducía una vez dentro del vehículo. La gran mayoría de las denuncias que pueden tener relación con Miguel Ángel M. R. así lo constatan.

No tenía gustos sexuales que pudieran colocarle la etiqueta de pedófilo. A pesar de que entre las denunciantes con las que se le podría relacionar es posible que exista alguna menor de edad. Su perfil ideal era el de una mujer de entre 22 y 40 años; eso sí, siempre menores que él, que cuenta con 47 años.

PROSTITUTAS. Pero Miguel Ángel M. R. no siempre conseguía que sus víctimas accedieran a sus pretensiones y ofrecimientos de llevarlas en el coche y entonces recurría a los servicios de prostitutas de la capital grancanaria. Acordaba el servicio, las subía en su vehículo, se desplazaba hacia su zona de actuación y entonces empezaba a actuar de forma violenta con las mujeres hasta forzarlas a sus deseos. Y, por supuesto, no pagaba el servicio.

Mientras todo esto ocurría, la policía únicamente tenía un retrato robot de Miguel Ángel M. R., a pesar de que las denuncias por agresiones sexuales se sucedían. Fue en el año 2005, cuando una turista denunció que un hombre se ofreció a llevarla en su coche a un lugar al que ella no sabía llegar. Y la llevó a la zona norte de Gran Canaria, donde la forzó y consumó la violación. Una vez detenido el presunto agresor el pasado sábado 11 de octubre, el retrato robot es un calco de su aspecto actual.

Siempre se había desarrollado el mismo patrón de actuación hasta el mes de enero del presente año, en el que la prensa de Canarias comenzó a publicar datos acerca de denuncias de mujeres que hablaban de una furgoneta blanca marca Toyota Hiace. Y entonces Miguel Ángel M. R. decidió cambiar de vehículo, y empezó a utilizar un Opel Corsa también de su propiedad. Incluso antes de que aparecieran noticias en los periódicos relacionadas con el violador de la furgoneta blanca, también utilizó alguna que otra vez el Opel Corsa.

Después de varios años atacando a mujeres con el mismo patrón (se investigan violaciones de los últimos seis años) la suerte comenzó a cambiar para Miguel Ángel el día en que pactó un servicio sexual con una prostituta africana y decidió no pagarle cuando habían llegado a la zona del Monumento al Atlante. Después de ser violada, la mujer logró zafarse de su agresor y escapar por el descampado con un trofeo muy valioso: la llave del Opel Corsa, que cogió del contacto del vehículo para dificultar que pudiera seguirla. Y con ella se plantó en la comisaría de policía.

La llave fue enviada a Alemania para su análisis, se logró identificar el número de bastidor del vehículo, y con él la matrícula y a su propietario. Se acordó la intervención telefónica, se le hizo un seguimiento de todos sus pasos durante cuatro meses, hasta que el sábado de la pasada semana la policía se presentó en su casa. Después de tantos años, después de tantos ataques, algún día tenía que ser...