El viernes 9 de septiembre se cumplieron 92 años de una de las tragedias más grandes que sufrió el pueblo canario. También hoy tenemos que recordar que ese mismo pueblo sigue teniendo una deuda con aquellos valientes compatriotas cuyos cuerpos, en el más absurdo de los olvidos, yacen a solo 12 metros de profundidad en aguas caribeñas.

El Valbanera es el Titanic Español. Tuvieron igual final pero con una diferencia muy notable, tanto que estoy seguro de que su aparente injusto olvido para la historia de Canarias no se debe a que en el Titanic murieran más personas y que el buque fuera mayor, sino yo diría que en el Titanic iba en su viaje inaugural lo más pudiente de la sociedad anglosajona. En un viaje de placer y, aquí, en nuestro Valbanera, se trataba de 488 emigrantes, sin apenas recursos y que un día se vieron obligados a abandonar a sus familias para probar fortuna en lejanas tierras y así poder matar el hambre e intentar disimular la miseria de inicios del siglo XX. Por ello quiero hacer un homenaje a esos valientes hombres que, 92 años después, cuyos cuerpos o restos siguen tan lejos de su patria y sin recibir sepultura.

La reciente tragedia del avión de Spanair nos debe enseñar lo mucho que hemos cambiado y para bien, pues aunque la muerte de un ser querido ya es un acontecimiento difícil de aceptar, consuela saber que al menos en esta ocasión nos hemos volcado en atenciones a sus familiares sin escatimar en esfuerzos hasta que el ultimo cuerpo no fuera identificado y entregado a sus familiares para que le pudieran dar cristiana sepultura.

Con agrado y gran satisfacción aplaudí en su día la idea llevada a cabo por el Cabildo de Gran Canaria al erigir un monumento con el que se recordaba a estos compatriotas e, insisto, a mí no me cabe más que aplaudir y felicitar a las autoridades por este acierto, aunque, todo hay que decirlo, despidiera un ligero tufillo electoralista, miseria humana, hasta comprensible, pero al mismo tiempo me entristecí al comprobar que el otro monumento, el de la víctimas del Valbanera, que ya hacía varios años que se había aprobado, no se haya ejecutado, lo que me llevó a la terrible conclusión que estos politiquillos de salón que hoy tanto abundan en nuestras instituciones pensaron que estas víctimas, las del Valbanera, por su lejanía en el tiempo ya no les pueden reportar nada, toda vez que no pueden votar en las elecciones, ni siquiera, sus familiares, pues ya sus descendientes son nietos o bisnietos y muchos de ellos también se han olvidado de que si hoy disfrutamos de un estado de bienestar, más o menos aceptable, se debe en gran medida a hombres como los que en el Valbanera emigraron a América. Pero yo, Julio González, y en honor a ellos, prometo que me voy a convertir en la mosca más cojonera que hayan tenido nunca que soportar los políticos y seguiré y seguiré dando el coñazo hasta que consiga que se levante ese monumento. Como en su día ya conseguí, cuando a través de la entonces concejala Nardy Barrios se llevara a pleno y saliera a delante la idea, aunque después, lamentablemente, se pasaran el acuerdo por el arco del triunfo político, a pesar que la resolución fue aceptada y aprobada por unanimidad. ¡Qué vergüenza! Sí, y lo digo bien alto para que se me escuche. ¡Qué vergüenza! ¡Temblad, malditos políticos, temblad!

Para aquellos que les flaquea la memoria o simplemente no conocen esta parte triste de nuestra historia les recuerdo que el Valbanera era un barco mixto de la naviera Pinillos que por aquel entonces se denominaba Pinillos Izquierdo, de 120 metros de eslora. El 10 de agosto de 1919 zarpó desde Barcelona y arribó a Las Palmas de Gran Canaria el 17, y el 18 en Tenerife, transportando 824 pasajeros en tránsito. Después de refrescar la aguada y repostar carbón sale para La Palma, desde donde es despachado para San Juan de Puerto Rico, Santiago de Cuba, La Habana, Galveston y Nueva Orleans.

Como primer presagio de mala suerte es la pérdida del ancla de estribor durante la maniobra de reviro en La Palma. Su capitán, Ramón Martín Cordero, tenía 34 años y pertenecía a una familia de marinos conocidos, había comandado los buques Wilfredo y Balmes y pasó al Valbanera a raíz del incidente de cuando en el viaje anterior arribaron a Las Palmas de Gran Canaria los enfermos de gripe (12 de junio).

En Las Palmas de Gran Canaria un periodista escribía entonces "y como si los buques mercantes españoles fuesen tripulados por hijos de hospicios". Queriendo poner en entredicho la profesionalidad de los marinos españoles. El capitán viajaba con su esposa que quedó en Tenerife con su hija de tres meses y su familia que residía ahí, pues era nieta de José Cano Torres, notable abogado y juez en Filipinas.

A los pocos días de la partida del buque, recibió una carta de su esposo fechada en La Palma que le decía "que si no le ocurría nada, a la vuelta tendría el placer de que su hija le tirase de la chaqueta, al mismo tiempo que le pedía que le enviase a La Habana un retrato de la nena".

Nuestro buque llega a San Juan de Puerto Rico el 5 de septiembre con 1.194 pasajeros. Descarga parte de su carga, cebolla de Lanzarote, y parte para Santiago, donde desembarcarían 742 pasajeros, quedando para La Habana 488.

Aquí comienzan los misterios, pues muchos de los que tienen billete para La Habana optan por quedarse en Santiago. Unos dicen que conocían que en el Golfo de Méjico se estaba formando un ciclón. Sinceramente, pienso que eso es un disparate, pues de haber sido cierto el capitán no se hubiese atrevido a salir. Sería más creíble lo que yo llamo la teoría del emigrante: "Si hay trabajo aquí, para qué seguir para La Habana".

Otros dicen que el barco venía escorado, observación poco creíble, pues testigos oculares dijeron que el buque iba "fuerte y apretando fuego". Fue visto por última vez junto al Castillo del Morro (La Habana) el día 9 de Septiembre. El trasatlántico Montevideo, que estaba atracado en la Habana durante el temporal, confirmó que había oído el bramido de su sirena.

De haber sospechado de la presencia de un ciclón lo normal en un capitán con experiencia sería la de poner rumbo Este y huir rápido de la zona, pues en aquella época ya se conocía el recorrido típico del ciclón cuando se está formando.

El 19 de septiembre el cazasubmarinos USA-23 descubre el palo del trinquete y dos pescantes de bote salvavidas en el Bajo de Rebeca al Norte de la Habana y a 37 millas de Key West y como único vestigio humano solo una cabeza flotando. Se ha especulado mucho. El propio Ernest Hemingway en una novela inspirada en el naufragio decía que transportaba cinco millones de dólares y que fueron saqueados por pescadores griegos.

En diciembre de 1919 se encargó su rescate a una empresa especializada USA pero sin éxito. Y en los años 70 un buzo americano especializado en recuperar objetos de barcos hundidos hizo una inmersión y dinamitó la hélice, que luego vendería a un anticuario de Miami. En la siguiente inmersión pudo adentrarse en uno de los camarotes cuyo portillo (ventana), que inexplicablemente y después de tantos años se abría y cerraba por el efecto de la corriente con tal ligereza que llamó la atención del buzo, al cual le causó una profunda impresión lo que allí vería y que recordaría toda la vida. En su interior flotaba el esqueleto con algo de ropa de un niño. Cerró el portillo y no volvió a sumergirse, pues interpretó que aquella visión era una petición de los náufragos para que respetaran su descanso.

Entre los pasajeros se encontraba Juan Chacón (23 años), novio de Teresa Morales, a quien en su despedida le pidió que le esperara hasta su regreso. Esta le contestó que lo haría. Juan Chacón nunca regresó. Cuentan que en su lecho de muerte su cara reflejaba una sonrisa de felicidad.