La media vida que Iván L. B. ha pasado internado en diferentes centros de menores de Canarias ha dejado una huella imborrable en este joven que sufre una discapacidad del 40 % por alteración de conducta. "A partir de ahora quiero ser libre como el viento, como un pájaro que no quiere volver más a su jaula", señala. Y es que pocos son los buenos recuerdos que Iván guarda de su paso por los centros de acogida.

"Los otros menores siempre se estaban burlando de mí porque me veían más débil y a mí nunca me ha gustado pegar a nadie". Las palabras de Iván suenan rotundas, con convencimiento de lo que está diciendo y de lo que quiere desde el mismo momento en que cumplió los 18 años el pasado mes de mayo.

Es consciente de que tiene una enfermedad y que necesita tratamiento. De hecho, una de sus pocas responsabilidades es controlar la bolsa con las seis cajas de pastillas que tiene que tomarse cada día.

Sin embargo, en La Graciosa las medicinas las ha dejado en un bar o en casa de algún vecino para evitar que puedan perderse por su imparable ir y venir por toda la isla. E incluso ha tenido que ser la concejala del Ayuntamiento de Teguise para La Graciosa, Alicia Páez, la que ha tenido que acompañarlo al médico para reponer la medicación y de paso controlar que no se salte las dosis.

Iván asegura que no le gustan las peleas y que rehúye cada vez que alguien se mete con él. "A mí los insultos por un lado me entran y por otro me salen y si alguien me quiere pegar yo huyo. Además, creo que la inteligencia supera a la fuerza", resalta. No obstante, Iván confiesa que su cabeza a veces le juega algunas malas pasadas. "A veces mi cabeza me dice que me burle de alguien pero antes de hacerlo me castigo a mí mismo", apunta mientras insiste en que eso son cosas suyas.

Una situación que ya se vivió el pasado martes en La Graciosa cuando tuvo que ser atendido de unos cortes que se hizo con un cristal en ambos brazos y en el tórax. "Fue un gato que me arañó", se justifica.

Iván asegura que no quiere volver a su casa junto a su madre en Las Palmas de Gran Canaria. "La llamaré por teléfono pero no me quiero ir de La Graciosa", indica. Según este chico la decisión de abandonar su casa en la que estuvo varios días después de salir del centro de menores fue una pelea que mantuvo con mi madre. "Y después mi padrastro me echó de la casa, yo me llevo más o menos con él pero no es nadie para mí", afirma.

Fumador compulsivo, Iván asegura que empezó a fumar desde que tenía nueve años, cuando entró por vez primera en un centro de acogida. "Me obligaron los demás chicos y, aunque probé un porro, lo dejé porque no me gustó", indica, mientras asegura que otro de sus vicios son los videojuegos. "La droga para mí no son los porros, sino los videojuegos, si me ponen una PSP y un plato de comida, dejo la comida".

Sobre su futuro tiene claro que desea quedarse en La Graciosa. "Quiero ser pescador", sentencia. De hecho, uno de los primeros regalos que le dieron los gracioseros fue una caña y varios anzuelos. Además, señala que va a renovar su DNI, que perdió pescando, y arreglar en el centro de salud de La Graciosa los papeles para cobrar una pensión por su discapacidad. "Aunque soy feliz con una caseta en la playa quiero tener una casa".