El Doctor Who es un viajero estelar que se mueve a bordo de su nave a través del espacio y del tiempo. Iván L. B. no quita los ojos de la pantalla de la televisión. Lleva casi dos horas ensimismado con su canal preferido, Boing, disfrutando de la serie que más le apasiona, El doctor Who.

Al igual que su héroe televisivo, a Iván también le gustaría viajar a lugares imaginarios para huir de los fantasmas que en muchas ocasiones deambulan por su cabeza. En su maleta sólo hay un pequeño compartimento para la bolsa con las cinco cajas de medicinas que tiene que tomarse cada día. Aunque, en sus continuas aventuras a veces la medicación queda en un segundo plano o sencillamente pasan al olvido, lo que le genera graves problemas para su salud.

"Quiero ser libre como un pájaro que no volverá más a su jaula". El vuelo de Iván comenzaba el pasado 13 de mayo cuando abandonada definitivamente el último de los centros de acogida de menores por los que ha pasado durante ocho años, tras cumplir la mayoría de edad.

Desde ese instante ha estado malviviendo en las calles de Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote y La Graciosa después de rechazar la propuesta de su madre de vivir en su domicilio de Las Palmas de Gran Canaria. Primero deambuló por la capital grancanaria, luego sus alas le llevaron a convivir con el Movimiento del 15-M en una plaza de Santa Cruz de Tenerife y tras otro breve tiempo en Gran Canaria recaló en Lanzarote y en La Graciosa, donde reside actualmente gracias a la generosidad de los gracioseros.

"A mí me habían dicho que el Día de Reyes era el 6 de enero pero para mí son todos los días porque todos los días me regalan cosas". De hecho, no ha parado de recibir todo tipo de atenciones desde que la semana pasada arribara a La Graciosa. Una caseta de campaña para dormir en la playa del camping, una caña de pescar, un pequeño perro al que ha llamado Chuxing, ropas, zapatos y por supuesto la comida y el aseo personal.

Sin embargo, es frecuente ver sus ropas sucias o rotas en cualquier parte de La Graciosa.

Su única preocupación consiste en jugar con los niños al fútbol, pescar en la escollera del muelle, ver la televisión o jugar a los videojuegos allí donde le dejen. "Para mi la droga no son los porros sino los videojuegos, prefiero una PSP a un plato de comida", argumenta. Un niño muy impaciente que en muchas ocasiones no está dispuesto a cumplir con las normas del mundo adulto del que ya ha entrado a formar parte.

Su llegada a la octava isla ha trastocado la tranquila vida de muchos vecinos y de forma especial la de la concejal del Ayuntamiento de Teguise para La Graciosa, Alicia Páez. "Iván se ha ganado el cariño de todos nosotros pero hay que ser consciente de que este chico no es autosuficiente y necesita ayuda", afirma.

Alicia se ha convertido en el ángel de la guarda de Iván. Lo ha llevado al médico, le ha dado la ropa, ha hablado con su madre y sobre todo, ha movido los hilos para que las instituciones busquen la mejor solución para el futuro es este chico. "Lo que tengo claro es que no creo que pueda aguantar verlo otra vez con los brazos llenos de cortes por las autolesiones que se provocó", señala la concejal.

Y es que no es la primera vez que Iván se autolesiona. "A veces mi cabeza me dice que me burle de una persona pero antes de hacerlo me castigo a mi mismo". Los dos brazos de Iván están surcados por los cortes que se hizo con un cristal o lo que eufemísticamente denomina "arañazos de un gato".

Para Iván el futuro no existe. "No puedo decir nada porque mi futuro siempre está cambiando", aunque a la vez tiene muy claro que necesita renovar el DNI que perdió mientras pescaba y tramitar los papeles para lograr una paga por su discapacidad para poder alquilar una casa, ya que confiesa que le da miedo la oscuridad.

En La Graciosa ha encontrado el cariño que tanto ha estado buscando en sus viajes imaginarios. No necesita dinero para subsistir y sabe que en casi en cualquier casa va a tener las puertas abiertas para comer, ducharse o ver su serie preferida. "Es la primera vez que tengo amigos", confiesa Iván que se siente protagonista en la isla de las calles de arena y donde los coches apenas perturban el sonido de las olas.