Con un mínimo de una hora de navegación entre los trayectos de ida y vuelta, las falúas del grupo Boluda que suministran a los barcos fondeados en el puerto de La Luz y Las Palmas hacen una media de entre 18 y 20 pedidos diarios.

Ildefonso Cabrera, patrón de la falúa Itara, capaz de transportar hasta 20 toneladas en cubierta, cuenta cómo es una jornada de 24 horas a bordo. "Entre las seis y media de la mañana y las siete ya conocemos la mayoría de pedidos que previamente ha realizado el barco a su consignataria", explica Ildefonso mientras carga con la ayuda de una grúa varios palés de mercancía de primera necesidad: detergente, pasta de dientes, agua, cabos...

"Es un trabajo difícil en el que se hace de todo. Desde suministrar, que es la tarea principal, hasta rescatar ahogados pasando por sofocar incendios, hundir barcos, salvar inmigrantes y un sinfín de cosas que he visto en los 22 años de profesión que cargo a la espalda", sostiene el patrón con el casco puesto y dispuesto a poner rumbo al primer barco, el Ottawa, que espera fondeado en la Rada Norte.

Su segundo a bordo, Yeray del Pino, que ya ha cumplido cinco años en la profesión, conoce los riesgos que entraña su quehacer diario y aun así le encanta. Ha visto a muchas personas empezar a trabajar y dejarlo al finalizar la primera jornada por la dificultad que conlleva y la inestabilidad de la falúa una vez sales de la bahía. "Es un trabajo muy duro en el que cargas y descargas a cualquier hora del día. Y da igual cómo esté el mar, en malas o buenas condiciones. Hay que salir y hacerlo", manifiesta Yeray, que asegura haber visto ahogarse a gente por un descuido. Además transportan cualquier tipo de mercancía, desde la más inofensiva a la denominada mercancía peligrosa.

El trabajo de las falúas no entiende de crisis. Siempre habrá algún barco que necesite cabos, agua o comida. El trámite normal pasa por la realización del pedido desde el barco a la consignataria a la que pertenece. Después ésta se pone en contacto con la oficina off shore Las Palmas que pertenece a remolcadores Don Quijote del grupo Boluda y se informa a las falúas.

Para quien no está acostumbrado al vaivén de la falúa, resulta difícil no marearse. Fuera de la bahía las olas chocan con los diques y vuelven a chocar entre sí haciendo que el barquito se mueva en diferentes sentidos y poco segundos. Estómagos de acero y mentalidad de roble son premisas necesarias para desempeñar el trabajo.