Despertarse y ver desvalijados los trasteros del bloque. Ese ha sido el comienzo del día de numerosos vecinos de Siete Palmas, Juan Carlos I y La Minilla, en la capital grancanaria, al ver cómo un grupo de ladrones se introducía en los sótanos de los edificios y se llevaba todo lo existente en los cuartos privados, desde televisores y bicicletas hasta ordenadores y cajas de refrescos.

Los amigos de lo ajeno recorren un tramo de poco más de cuatro kilómetros, que es la distancia entre La Minilla y Siete Palmas, para cometer estos actos. En el primero de los barrios actuaron hace ahora alrededor de dos meses. Eran las doce y media de la noche cuando forzaron dos puertas y lograron entrar en el garaje del edificio El Mirador de Urbis. Se introdujeron en tres vehículos, robaron el mando del garaje de uno de ellos y comenzaron su propio festín: ordenadores, juegos de maletas, bicicletas... en total, 12 cerraduras de trasteros rotas.

"Se llevaron incluso algunas botellas de vino, pero dejaron muchas cosas como cascos de motos, por ejemplo", explica Santiago Gómez, conserje de la comunidad de propietarios de este edificio situado en la calle Federico García Lorca, quien añade que la banda "ya había entrado un mes antes y en ambas ocasiones se metieron en varios vehículos". Del mismo coche, "se llevaron un mando a distancia del garaje las dos veces que actuaron, lo que nos hizo que tuviéramos que volver a codificar el código de acceso", indica.

A poco más de un kilómetro al suroeste, donde la carretera deja de llanear y empieza a subir hacia Siete Palmas, los rateros lo volvieron a hacer. Tuvo lugar el pasado mes de octubre, en el edificio Iris de Juan Carlos I. A pesar de las dos puertas que hay que pasar para acceder al garaje, y otras dos para salir, la banda de los trasteros se introdujo en plena madrugada. El modus operandi era el mismo: abrir los cuartos, llevarse lo que había dentro e introducirse además en varios turismos para robar en su interior.

Cámaras de vídeo

En esta ocasión, los vecinos aprendieron la lección. Poco después instalaron cámaras de vídeo en los garajes para así ahuyentar a los posibles interesados en volver a sustraer sus enseres.

Donde no saben qué hacer es en el número 15 de la avenida Pintor Felo Monzón. Dos asaltos han sufrido sus residentes en tres meses, el último el pasado 12 de octubre. "Eligieron bien el día, un festivo, cuando nadie madrugaba para ir a trabajar", dice Lourdes Quintana, vecina y afectada. "A mí me quitaron todo lo que tenía guardado: destornilladores eléctricos, taladro, la caja de herramientas, varias botellas de vino y una radio del coche", agrega, y detalla que los autores son reincidentes. "El 24 de agosto también entraron, robaron en más de una decena de trasteros y la segunda vez arrasaron con los cuatro que no habían tocado".

Durante esas dos madrugadas desfilaron por el garaje bicicletas de montaña y estáticas, ciclomotores, sillas de playa, sombrillas, cañas de pescar... hasta cajas de refrescos y cervezas. Ahora todos piensan en soluciones. El presupuesto no da para cámaras, así que se encomiendan a la acción de la Policía Nacional, que, según fuentes policiales, aún no han practicado ninguna detención.