La noticia difundida hace una semana de que la trasera de La Isleta, más concretamente el Roque Ceniciento, podría acoger una regasificadora hizo arrugar el entrecejo a más de un anciano del barrio de La Isleta. "¡Cristiano! ¿Es que ya no se acuerdan de cuando explotó el polvorín de los militares y toda La Isleta se echó a la calle?", recordaban los viejitos del barrio a quien quisiera escucharlos.

En realidad no hubo tal explosión pero sí un pavoroso incendio de munición en el polvorín que levantó enormes llamaradas rojizas sobre el barrio una noche de agosto de 1947, la noche en que La Isleta fue presa del pánico y el vecindario entero se echó a correr por miedo a la explosión. "El pánico se produjo porque sólo tres días antes había estallado otro polvorín en Cádiz causando más de mil muertos entre la población civil y los isleteros tenían miedo de que estallara también toda la munición que se guardaba en los cuarteles de la parte alta del barrio", cuenta Juan Medina Sanabria, historiador especializado en la zona del Puerto.

Incluso el anterior cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria, el fallecido Luis García de Vegueta, recordaba cómo vivió aquellos hechos en la web miplayadelascanteras.com. "En La Isleta, había un polvorín y un día, estábamos paseando [...] en la playa, y, de pronto, hay una deflagración que se ilumina el cielo, se queda como si fuera de día, pero en tono rojizo... Yo me acordé que mi madre estaba en el Cine Millares y fui a ver... Bueno, fue una cosa terrible. Eso era poco después de un célebre incendio en los Astilleros de Cádiz, que había habido una mortandad terrible. Entonces, yo dejé a estos con los que estaba hablando y fui corriendo al Cine Millares, que no se habían enterado de nada, y el portero me dejó pasar, traje a mi madre afuera y vinimos para acá", relata el cronista.

García de Vegueta sigue contando cómo la población se echó a la calle colapsando calles, furgones y taxis con tal de huir del incendio, una auténtica carrera del pánico que sacó de sus casa en plena noche a casi toda La Isleta. "Yo no vi fuego alguno, pero en la calle se corrió la voz de que estaba ardiendo el polvorín de los militares y como había sido lo de Cádiz un par de días antes, cogí al chiquillo, que entonces tenía cuatro años, me lo eché al hombro y me eché a caminar también hacia Las Palmas", relata vívidamente aún, Francisco, un isletero de 90 años que se suele pasear a diario por Triana. Francisco, que no gusta de dar su apellido, asegura que al llegar a la altura de Santa Catalina los vecinos preguntaban a los isleteros que a dónde iban si no se veía explosión alguna, pero que muchos siguieron camino hasta Triana. "En la churrería de Triana estuvimos hasta que se nos pasó el susto y encontramos a uno del Puerto que tenía una camioneta y nos acercó a nuestra casa en la calle Princesa Guayarmina", concluye Francisco.

"El miedo era tal que se dice que el primero en llegar a Santa Catalina fue un cojo o que en un velatorio salieron todos corriendo y dejaron al muerto solo dentro de la caja", añade Medina. Al final, todo quedó en un susto ya que no hubo víctimas, ni militares ni civiles.