Tememos que un día se nos venga abajo el techo". Moisés Viguera es uno de los residentes del edificio de la calle Virgen de la Candelaria, número 12, en el barrio de Las Rehoyas, un inmueble de más de 50 años lleno de grietas y desconchados y donde la presencia de la humedad que se cuela por los pisos y el techo se huele desde la calle.

El agua que se cuela desde la azotea procedente de los bidones o de la lluvia ha oxidado hasta las puertas de metal y el pasamanos que un día fuera de madera ha desaparecido. Uno de los vecinos tuvo que abrir un agujero en la pared para desviar el agua y evitar quedarse sin luz, cada vez que se le metía en el contador. Las paredes de la escalera y de las casas de la planta baja no tienen una parte sana. Son un puro desconchón. Y lo mismo pasa con los techos de las casas de la última planta.

Moisés es el único habitante del edificio que trabaja. El resto son pensionistas o están parados y reclaman desde 2004 al Ayuntamiento una solución para el mal estado del edificio, del que unos ingenieros municipales dijeron en ese mismo año que "lo mejor que se podía hacer con él era tirarlo. Nos llegaron a decir que nos buscáramos un piso de alquiler, para desalojar el edificio, pero al final no hicieron nada". Juana Padrón, otra vecina, muestra el fleje de papeles que han enviado desde 2004 al Ayuntamiento. "La ex concejala de Ciudad Alta, Inmaculada Medina quedó en reunirse con nosotros para conocer la situación del edificio, pero el día de la reunión la secretaria nos dijo que no podía venir por razones de agenda. Desde entonces la estamos esperando", se queja Juana, quien aclara que la misma suerte han corrido con el actual gobierno municipal, al que también han denunciado la situación. "Lo único que hemos recibido es una carta del Ayuntamiento en la que nos amenazan con desalojarnos si no pagamos los 3.000 euros que nos piden para escriturar las casas", denuncia Moisés, quien señala que no se niega a pagar, pero "por lo menos que nos den facilidades". Otros vecinos sí se niegan porque temen que si lo hacen "no les van a arreglar en la vida las casas. Yo no me niego a pagar. No queremos un piso adosado, pero por lo menos que nos den una casa en condiciones", sostienen.