La vida de Víctor M. M. comenzó truncada. Con sólo cuatro años le retiraron la custodia a su madre, que también sufre una discapacidad y que, según Servicios Sociales, no podía atenderlo como era debido. Fue entonces cuando los centros de acogida se convirtieron en lo más parecido que ha tenido a un hogar. Hasta por seis centros diferentes pasó Víctor en los que la vida no era demasiado fácil debido a su minusvalía de un 65 por ciento. De hecho, incluso en el último centro en el que estuvo llegó a denunciar abusos sexuales por parte de otro menor.

Poco a poco se acercaba el día de su 18º cumpleaños, el pasado mes de octubre, fecha en la que debía abandonar los centros para menores. Entonces, el director del centro Harimaguada se puso en contacto con Adepsi, asociación que trabaja para integrar laboral y socialmente a las personas con discapacidad intelectual en edad adulta. Precisamente el motivo que le esgrimieron desde este centro para denegarle la entrada es que Víctor no era todavía mayor de edad. Así que de la noche a la mañana el joven se quedó sin lugar donde quedarse.

La Fiscalía de Menores decidió ante esta situación ingresarlo en el Centro de Acogida Inmediata (CAI) de Tafira hasta el día que cumplía los 18 años y pudo acudir finalmente a Adepsi. A partir de entonces Víctor pasó de estar bajo custodia del Gobierno de Canarias, que se encarga de los menores en desamparo, a la del Cabildo de Gran Canaria, que tiene las competencias de los adultos discapacitados a través del Instituto de Atención Social y Sociosanitario (IASS).

Pero no todo acabó ahí, ya que Adepsi volvió a negar su entrada, argumentando que no se podía hacer cargo de él porque cerraba los fines de semana. Entonces tuvo que intervenir la juez de guardia que ordenó el ingreso cautelar del chico en dicho centro. La magistrada decidió que pernoctara en Adepsi, fuera al Centro Privado de Educación Especial Civitas (donde está en compañía de su hermano que tiene un 40 por ciento de discapacidad) y pasara los fines de semana en su casa con la finalidad de que poco a poco se vaya adaptando a su vida en familia.

Por eso su ingreso en la Quinta de Reposo ha sentado como un jarro de agua fría a sus familiares que ven cómo esta decisión puede perjudicar gravemente los avances que ha tenido el joven en los últimos meses.