Cada vez que se acuesta a dormir, Flor Díaz no deja de mirar al techo y hacia la ventana. "Hace unos años ya se me cayó un cacho del techo a los pies de la cama cuando estaba durmiendo". También teme Flor que cualquier día la ventana de su cuarto desaparezca junto con toda la fachada de la casa como un castillo de arena. De ahí que su casa, un edificio de dos plantas, en el 118 del Paseo de San José, del año 1932 y al que el Ayuntamiento otorga protección por su valor arquitectónico, esté apuntalado con redes y cuerdas por miedo a que se derrumbe en cualquier momento.

"Cada vez que llueve o que pasa un camión pesado por el túnel tengo miedo de que se me caiga la casa encima, por eso tengo toda la fachada amarrada con cuerdas", dice señalando el juego de maromas que recorre su azotea como si fuera la cubierta de un velero. "Que quede claro desde ahora, yo llevo avisando al Ayuntamiento desde 2003, cuando empezaron las primeras grietas, y no me han hecho ningún caso; por eso, la responsabilidad de cualquier daño que pueda ocasionar a otros el posible derrumbe de mi casa está en manos únicamente del Ayuntamiento, por su negligencia", advierte Flor.

Aunque Flor Díaz es una más del centenar de vecinos afectados por las obras del túnel de San José, que concluyeron a finales de 2004, ella es prácticamente la única que no ha recibido la ayuda oficial por la aparición de grietas en su casa. "Todos mis vecinos recibieron ayuda, o les arreglaron las grietas o les dieron una indemnización, pero a mí, nada de nada", se queja Flor. Una vecina del mismo Paseo de San José, sólo tres portales más allá del de Flor, reconoce haber recibido las ayudas oficiales, aunque especifica que la pidió al Gobierno de Canarias, promotor de las obras del túnel. "Yo siempre me he dirigido al Ayuntamiento, llevo nueve años haciéndolo y nunca me dijeron que tenía que pedirlo al Gobierno, además, mi casa está en el catálogo de edificios protegidos por el Ayuntamiento y deberían ser ellos los que interviniesen", dice Flor.

La propietaria, una profesora jubilada, muestra la ficha del catálogo de protección de su casa que figura en el inventario municipal (la ARQ-240). En ella se destaca el valor de la crujía de la fachada, las molduras, las guirnaldas, el balcón y las pilastras con jarrones, precisamente todo lo que ahora luce cubierto por una red por miedo al derrumbe. "Uno de los jarrones se despegó y cayó el otro día, menos mal que se cayó hacia la azotea porque si se cae para la calle mata a alguien", avisa Flor.