Después de trece horas de declaración ante el juez, el alcalde Juan José Cardona aún tenía fuerzas para esbozar una sonrisa a su salida de los juzgados de Granadera Canaria. La declaración, que todo el entorno del regidor no apostaba que duraría más de dos horas, se multiplicó por más de seis al final, toda una jornada en la que se armó el habitual circo mediático a las puertas de los juzgados con cámaras de cinco cadenas televisivas diferentes y de una decena de periodistas. "¿Quién está ahí, Undargarín?", preguntaba una señora despistada a los cámaras que esperaban a la sombra.

Cardona llegó a los juzgados a las 9.10 de la mañana seguido del director general de los Servicios Jurídicos municipales, Antonio Balmaseda, y del abogado del Ayuntamiento junto al que ha preparado su defensa en las últimas semanas. El alcalde entró en el edificio judicial sin reparar en la cola de más de 30 ciudadanos que esperaban turno para hacer lo mismo que él, lo que levantó algún murmullo en la fila. No hubo más quejas ya que ningún vecino ni ningún antisistema se acercó hasta allí para increparle o reprocharle nada.

Una vez en la quinta planta, donde está el despacho del juez Tomás Martín, el alcalde tuvo que esperar a que llegara el fiscal Javier Ródenas, que llegaba con retraso. En ese tiempo a Cardona le dio tiempo incluso de ejercer de alcalde con dos ciudadanos que se le acercaron a mostrarle algunos problemas con los servicios municipales. El regidor, atento, apuntó en su Blackberry las reclamaciones vecinales.

Finalmente, poco antes de las 10.00 entraron todas las partes al despacho del juez que cerró la puerta al resto del mundo. La puerta sólo se abrió en dos ocasiones más durante la mañana para hacer sendos recesos. En el primero de ellos, el alcalde ya reconoció que el interrogatorio estaba siendo muy exhaustivo y que seguramente tardaría más de lo esperado y bromeó: "A este paso comemos aquí".

Y así fue. A las 14.30 el juez ordenó un receso de 30 minutos para comer porque el interrogatorio se iba a prolongar también durante la tarde. Mosqueados por la amplitud de la declaración, los medios de comunicación interpelaron a Cardona, que, con su sempiterna sonrisa en la boca, se negó a responder. "Por responsabilidad y por respeto",, dijo.

El veloz almuerzo en un local de la plazoleta de Santa Isabel dio paso a otra maratoniana sesión vespertina de preguntas en Granadera Canaria, esta vez con el edificio cerrado a cal y canto al irse los funcionarios a sus casas.

El fin de la jornada funcionarial dejó a los periodistas prácticamente tirados en la calle, frente a la puerta de los juzgados. El cuadro de periodistas y cámaras en medio de la calle dio pie al novelereo del vecindario. "¿Hay panorama hoy?", preguntó una señora mayor de camino al vecino ambulatorio. "Esperando al alcalde", contestó una periodista. "Ta' bonito el muchacho", contestó ella. La curiosidad llevó también a un coche de la Policía Local a parar delante de los periodistas. "¿A quién esperan?", inquirió el agente. "A su jefe", contestó un cámara en referencia a al alcalde. "Anda ya, ¿en serio? ¡Ños, qué fuerte!", dijo el agente mientras arrancaba para seguir con al ronda.

La tarde, y las primeras horas de la noche, se hicieron muy largas. Sobre todo porque cada vez que había un receso empezaba otra ronda de preguntas: empezó el juez, siguió el fiscal y terminó la acusación. Luego, una hora para leer impresa la declaración. Pasadas las diez y media de la noche salió Cardona con evidentes signos de cansancio.