Los trazos a carboncillo se perciben con nitidez sobre la pared. El tiempo parece haberse detenido y da la sensación de que Jesús Arencibia, uno de los muralistas canarios más importantes del siglo pasado, saldrá de un momento a otro de una de las estancias de la casa para continuar con el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Son las impresiones que provoca la obra inacabada del artista que hoy preside el salón principal de la casa de Desirée Santana Soto y Víctor Manuel Santana. El matrimonio, que compró la casa del artista a los herederos en el 2002, está orgulloso de conservar este legado para las generaciones futuras.

Desirée Santana aún recuerda a Don Jesús -como se le conocía popularmente en su barrio- asomado a una de las ventanas de la casa "como un cura respetable porque siempre vestía de negro" cuando de chica acudía a una heladería cercana.

"Al principio nos impresionaba y daba un poco de miedo porque los personajes están como angustiados. No te atrevías a mirar el mural y cuando lo hacías te quedabas como hipnotizado, pero nos hemos terminado por acostumbrar. Ahora ni nos paramos a mirar la obra", cuenta la joven pareja, que en más de una ocasión ha abierto las puertas de su casa a los escolares y los estudiosos de la obra del pintor.

El artista, un verdadero analista de la realidad humana de sus paisanos y cuyos murales están diseminados por diversas instituciones públicas y privadas de la isla como el hotel Santa Catalina, el aeropuerto o la propia iglesia de Tamaraceite; entre otros, fue homenajeado por sus vecinos el pasado año al cumplirse los cien años de su nacimiento con una serie de actividades organizadas por la Plataforma Centenario de Jesús Arencibia, un grupo de vecinos que se ha empeñado en rescatar al muralista del olvido institucional.

"Dos tíos míos -Juan Francisco Artiles y Norberto Soto- fueron modelos del artista", señala Desirée, peluquera en una empresa familiar, y verdadera artífice de que la pareja se quedara con la casa después de ver varias opciones. "Cuando entré dije: ésta es mi casa, no quiero ver ninguna más". Su marido, sin embargo, no lo tuvo tan claro ya que la casa no se encontraba en las mejores condiciones.

La vivienda, de tres plantas y que data de los años cuarenta, fue adquirida a los herederos del artista ya que Jesús Arencibia y su único hermano fallecieron sin dejar hijos. La pareja ha hecho las mínimas reformas -instalación eléctrica, fontanería, cuarto de baño y cocina- con el fin de mantener la propiedad del artista lo más intacta posible al mismo tiempo que habitable. El sótano y la escalera que lo comunica con la azotea aún están sin terminar. "En el sótano nos encontramos con una especie de poyo de cocina y un horno que podía ser donde fabricaba su propio carboncillo", cuenta Víctor, administrativo.

Durante estos años, la pareja ha conservado con mimo el mural de Don Jesús, coloreado en algunas zonas en dorado, azul y rojo. "Es muy parecido al que hay en la iglesia de Tamaraceite, pero éste es más pequeño", señala la pareja que no sabe la razón por la que Don Jesús dejó inacabada la obra y en la que se pueden apreciar algunos de los rasgos más sobresalientes de su pintura como son los rostros y las manos de sus personajes. El mural incluso parece estar diseñado como para un altar ya que está pintado en una pequeña pared del salón al que hay que acceder con un pequeño escalón.

Una gran mesa familiar preside este rincón al que Desirée y Víctor han querido hacer un pequeño homenaje al artista. Junto a las fotos familiares también están la de un joven Jesús Arencibia y la de Chona, la negra, una conocida vecina de Tamaraceite en la que el artista se inspiró en varias ocasiones.

La pareja aseguró la obra cuando se realizaron los trabajos de rehabilitación y se construyó un edificio al lado. Los sobrinos, además, tienen prohibido subir el escalón y acercarse al mural.

El matrimonio cree que el artista no ha sido suficientemente reconocido por sus paisanos a los que tantas veces retrató. En ocasiones, han tenido que soportar la presión de algunas voces críticas de Tamaraceite que solicitaban la expropiación de la vivienda para el patrimonio público y las dudas sobre si habrían respetado el mural del que mucha gente hablaba y pocas personas habían visto. "Nuestra casa ha estado abierta para todo el mundo que ha querido verlo", comentan.

La vivienda la compraron con la idea de dejar un legado a sus hijos, pero afirman que están abiertos a la oferta de cualquier institución que quiera convertirla en casa Museo. Mientras tanto continuarán cuidando del "regalo" que les dejó Don Jesús.