"Ha pasado un año desde que el Ayuntamiento anunció la venta del Hotel Santa Catalina y, en realidad, no se ha movido ni un solo papel de ese asunto", reveló ayer Sebastián Franquis, portavoz del grupo socialista en el Consistorio de Las Palmas de Gran Canaria, en relación al nuevo capítulo sobre el futuro del buque insignia de la hostelería de la capital, que codician muchos pretendientes, en un culebrón por ahora sin boda.

El socialista señaló que "todo es improvisación, porque si hubieran tenido alguna pretensión sobre el destino del hotel, lo hubieran mencionado en el Plan de Ajuste aprobado recientemente, que consigna las cuentas de los próximos diez años. En ese documento no hay ni una sola palabra del Santa Catalina". Franquis considera que "en su agenda no estaba ninguna operación de ese calado, que significaría unos ingresos extraordinarios para las arcas municipales".

Los cinco años que quedan hasta que Juan Padrón, actual concesionario, cumpla su contrato, significan un colchón de tiempo que es difícil ignorar. En la puja parece haber distintos ritmos. Santana Cazorla ha mostrado sus cartas; Lopesan no dice esta boca es mía; y entre las multinacionales Radisson e Iberostar, la primera opción, la noruega, toma fuerza. Hasta el momento, se ha hablado de jugosas cifras (seis millones de la nórdica, según fuentes del Santa Catalina) para que el inquilino abandone el inmueble. El Ayuntamiento ha confesado que está dispuesto a no cobrar los primeros años al nuevo arrendatario, si se compromete a renovarlo. Dos de las empresas interesadas han puesto sobre la mesa el pago adelantado del alquiler hasta 2017 (120.000 euros) y la reforma del inmueble. A todo esto se añade que los grupos de la oposición no tienen constancia de que haya una tasación oficial.

Lo cierto es que cuando venza la concesión, en 2017, salvo que haya un rescate antes de tiempo, el hotel volverá al Ayuntamiento, que tendrá que sacar a concurso la venta o el nuevo arrendamiento. Es decir, que si una empresa logra quedarse con la gestión hasta 2017, eso no le garantiza, como es obvio, que se lleve el gato al agua. Ni siquiera la actual concesionaria tiene ningún derecho preferente o de tanteo en el futuro concurso y tendrá que acudir en igualdad de condiciones , si tiene esa intención, con las demás empresas que opten.

Como sucede con los empleados del hotel, que "en peso" prefieren que las cosas continúen como están, la presidenta de Compromiso por Gran Canaria, Nardy Barrios, se mostró ayer contraria a la venta del Santa Catalina, ya que "no sólo es patrimonio del Ayuntamiento, sino que pertenece al pueblo canario porque representa una arquitectura y una cultura propia de la isla que tiene una gran valor intangible".

A juicio de Barrios, "todos los expertos dicen que no se debe vender, por las pésimas condiciones económicas y, sin embargo, este Ayuntamiento, que terminó 2011 con 51 millones de euros de remanentes, se plantea vender este hotel". "Lo que tiene que negociar el Ayuntamiento", sostuvo, "es una buena concesión, que permita convertirlo en un espacio para reactivar cultural y socialmente el entorno, que es un lugar de gran valor y que está totalmente abandonado".

Sin exclusión

Respecto a las declaraciones que realizó el alcalde Juan José Cardona esta semana en las que reconoció que le gustaría que "la mejor cadena mundial" gestionase el hotel, el concejal de Turismo, Pablo Barbero, argumentó ayer que el regidor quiere "lo mejor para el establecimiento", sin excluir a empresas canarias "muy fuertes y buenas". "Ni él, ni yo, ni nadie de la Corporación tenemos predilección por una empresa", matizó el edil.

"De las negociaciones que pueda tener esta cadena hotelera [Radisson] con la actual explotación, no tengo una idea concreta ni precisa", señaló Barbero. Aún así, el edil puntualizó que las empresas "están en su derecho de hablar y de establecer los preacuerdos que se les apetezca", todo ello con la vista puesta "en el horizonte del 2017".

Lo que sí está claro por parte del concejal, es que el Ejecutivo se preocupará de que el hotel "no pierda su identidad, la impronta que le dio el arquitecto, ni la canariedad que rezuma".

Pablo Barbero no concretó la inversión que necesita el Santa Catalina en el caso de reformas, pero manifestó que "el que venga, aparte de dinero, tiene que tener mucho cariño por lo que significa este establecimiento".

El edil desconoce el balance de la explotación que se desprende de la gestión actual del hotel por parte de Juan Padrón. No obstante, está convencido de que el Santa Catalina "bien llevado, no da disgustos, al contrario, tiene que dar muchas alegrías".