Las costas de las Islas Canarias han sido escenario en innumerables ocasiones de la furia y la fuerza del océano Atlántico. Los anales del muelle retratan numerosos naufragios, embarrancamientos y averías. Algunos de estos incidentes llevaron a grandes buques a quedar inservibles en cuestión de horas, provocar la ruina de sus propietarios o poner en alarma a cientos de personas. Desde finales del siglo XIX hasta la Guerra Civil española se contabilizan hasta 19 embarcaciones siniestradas. Los marineros aún recuerdan algunas historias de años pasados.

El Burrero, Mogán, Pasito Blanco, Taliarte o El Agujero fueron y son puntos negros, aunque el que se lleva la palma se sitúa en las escolleras de la Avenida Marítima y la Baja de Gando, que se conforman como trampas mortales para estos colosos del mar.

En la zona este de La Isleta y escondido en una mezcla de hierro y roca descansa el Kinder Island. En realidad, lo que fue en el pasado un gran navío de metal es ahora hogar de múltiples especies marinas.

En su lecho de piedra, a 35 metros de profundidad, el buque se encuentra completamente retorcido y partido en tres pedazos. Pequeños restos cubren todo el fondo, fruto del impacto y el deterioro de tantos años sumergido. Se puede diferenciar su gran hélice y la marca del impacto en el casco que provocó el naufragio, al colisionar contra el escollo. Su aspecto fúnebre es reclamo ahora de buceadores y de bancos de peces que han hecho del gigante su refugio.

Siglo XVI

El análisis exhaustivo del fondo marino en las inmediaciones del Puerto sacó a la luz un barco hundido datado en los siglos XVI a XVIII a tan solo nueve metros de profundidad. Estos vestigios, parcialmente conservados, vislumbran un accidente marítimo hace cientos de años.

Piezas de artillería, diferentes partes del navío además del ancla, forjada en hierro y plomo, fueron algunos de los elementos que se descubrieron en los once metros en los que se esparcen los restos del navío. El histórico pecio se encuentra a 90 metros de la actual línea de costa.

Con 130 metros de eslora y frente al muelle de Las Palmas de Gran Canaria, el Kalais duerme a 36 metros de profundidad desde que naufragó hace más de 30 años. El buque entró en el puerto capitalino con un cargamento de cemento y después de una prolongada estancia sufrió una avería que provocó su hundimiento.

En 1979 se procedió a sumergirlo cerca de la dársena de La Esfinge donde se encuentra actualmente, en posición vertical. Las próximas obras de ampliación del puerto de La Luz sacarán al coloso griego del lugar que ocupa desde hace más de 30 años.