En la primera treintena del siglo XX, cuando latían con fuerza las corrientes vanguardistas en el corazón de una Europa de entreguerras, Las Palmas de Gran Canaria se coronaba como una de las primeras ciudades españolas que reflejaba en sus edificaciones el modernismo arquitectónico, cuyo máximo exponente era el racionalismo.

Esta corriente revolucionaria, basada en la pureza de líneas y en el dominio de una perspectiva funcionalista, irrumpió en la ciudad de la mano del prestigioso arquitecto grancanario, Miguel Martín Fernández de la Torre, hermano menor del pintor canario, Néstor, en cuyas pinturas se inspiró el arquitecto para esbozar los proyectos que realizó para la capital.

Miguel Martín rompió con los trazados clásicos de la arquitectura ecléctica decimonónica que dominaba en la ciudad de Las Palmas y combinó este nuevo lenguaje con el estilo personal que curtió, poco a poco, con años de experiencia. Una vez concluyó sus estudios a caballo entre Barcelona y Madrid, iluminado por maestros de la arquitectura moderna como Secundino Suazo, Miguel Martín se empapó de los estilos europeos que conoció durante sus viajes al centro del continente hasta que recaló en su ciudad natal en torno a los años 20, cuando el alcalde José Mesa y López le encomendó el futuro proyecto de ensanche de la misma. Entre los años 20 y 40, el arquitecto proyectó el desarrollo urbanístico de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, de forma discontinua a lo largo de ocho años, así como infinidad de edificios públicos y privados de incontestable valor para el patrimonio de la ciudad.

El estilo racionalista se desarrolla según el principio de que la forma sigue a la función, de tal manera que el diseño arquitectónico se ajusta a la utilidad que le corresponde al edificio. La funcionalidad de los espacios y la coordinación de los recorridos son algunas de las particularidades de la obra de Miguel Martín, cuyas técnicas racionalistas ejercieron una quiebra de la cultura ecléctica de la ciudad al conjugar una visión práctica del urbanismo con una vocación innata de belleza arquitectónica, que plasmó tanto en la elaboración del plan urbanístico general hasta en los detalles más precisos de sus edificaciones. Miguel Martín reflejó en su arquitectura la convicción de que el diseño de un edificio no debe atender únicamente a sus necesidades internas sino también a las de la ciudad que lo aloja, mientras genera a un tiempo otras nuevas situaciones en el conjunto urbano.

En 1926, Miguel Martín diseñó la Casa Machín, situada en el casco histórico de Vegueta, que fue el primer edificio moderno racionalista de la ciudad, ubicado, curiosamente, en el seno de su rincón más antiguo. Este magnífico edificio, que rompe con el resto de arquitecturas de las calles del barrio y hace gala de un fantástico uso de los hormigones, confirmaba el talento superior del arquitecto, tanto por el diseño de sus obras como por su construcción. "Fue a partir de entonces cuando floreció la arquitectura moderna en la ciudad", señaló el arquitecto José Luis Gago, profesor de arquitectura en la ULPGC y académico de Bellas Artes de San Fernando, "podemos presumir de que ya éramos modernos en la ciudad en los años 30". En paralelo, Miguel Martín realizó otros proyectos coetáneos en Santa Cruz de Tenerife, como la Fábrica de Tabacos La Belleza, también de carácter moderno.

Pero una de las huellas más notables del arquitecto grancanario en la ciudad fue el proyecto de urbanización del barrio residencial de Ciudad Jardín en el corazón de la capital grancanaria, que formaba parte del plan de ordenación urbana de la ciudad. Por aquel entonces, el barrio estaba conformado por fincas inglesas de carácter privado, de manera que Miguel Martín convirtió su espíritu conservador británico al estilo moderno de corte racionalista basado en el chalet ajardinado. Con esto, el arquitecto introdujo el concepto del adosado, que es la yuxtaposición de viviendas unifamiliares, que dota al conjunto de un sentido de continuidad visual. "Debemos reivindicar que Ciudad Jardín se identifique como ciudad racionalista y que forme parte de un plan de protección por parte del Ayuntamiento de la ciudad", apuntó también el arquitecto José Luis Gago.

Unos años después, el arquitecto quiso reproducir un esquema similar de casas unifamiliares para el barrio de Tafira Alta, aunque el resultado serían fincas individuales aisladas y más diseminadas. Sin embargo, alberga un conjunto de gran valor, como la Colonia Quevedo, proyectada en 1931 en Monte Coello, dando al Camino Viejo.

En 1932, Miguel Martín recibió el encargo de proyectar el Cabildo Insular, una apuesta que entonces resultó, cuando menos, arriesgada, puesto que se trataba del edificio más emblemático de la ciudad. El arquitecto proyectó el inmueble como una casa palacio de estilo europeo, que el arquitecto Laforet dotaría de voluptuosidad en una segunda vuelta.

Inconclusos

Sin embargo, existe un arsenal de proyectos inconclusos de Miguel Martín que no llegaron a término, como el proyecto de un puente diseñado en hierro para cubrir el barranco de Guiniguada o su participación en el Plan General de Aeropuertos, que naufragó a raíz del estallido de la Guerra Civil española, entre otros muchos.

Muchas de las construcciones de Miguel Martín han sido modificadas o remozadas a lo largo del tiempo, como es el caso del Cine Cuyás o la Casa del Marino, pero la impronta racionalista sigue brillando en muchas obras emblemáticas de la ciudad, que hoy son una fuente de inspiración para las nuevas arquitecturas contemporáneas.